Por Felipe Pigna. Director General
La de los 60 fue la primera década en la que, desde su fundación, el peronismo no participó del gobierno nacional, pero era evidente que la clase trabajadora continuó siendo peronista.En los diez años en que el peronismo gobernó, los sindicatos habían actuado como agentes del Estado para movilizar y canalizar la actividad de los trabajadores dentro de los límites establecidos por el régimen jurídico, institucional y económico imperante. Los intereses de los trabajadores debían armonizarse con los del capital a través de las instituciones creadas a tal efecto.
Durante el gobierno del general Aramburu la clase trabajadora sintió que el debilitamiento gremial era acompañado por peores condiciones de trabajo. Como reacción contra las políticas de la nueva conducción del país, importantes sectores de la clase obrera se embarcaron en la larga lucha defensiva, conocida en la cultura de la clase obrera peronista como “la Resistencia”. La reacción que para los trabajadores significó la Revolución Libertadora los llevó a defenderse contra el “revanchismo” apoyado por el gobierno y los condujo a llevar adelante en las fábricas un proceso de reorganización que apuntaba a mantener las conquistas logradas bajo el peronismo.
La recuperación de algunos de los derechos perdidos comenzó en 1957, cuando una Convención Constituyente reunida en Santa Fe incorporó a la Constitución Nacional, con el artículo 14 bis, derechos que el trabajador tenía, en gran medida, consignados en la Constitución Nacional sancionada por el gobierno peronista en 1949. Entre los derechos establecidos por el artículo 14 bis merecen destacarse los de una retribución justa, protección contra el despido arbitrario, participación en las ganancias de las empresas y libre y democrática organización sindical. Nada de esto se cumpliría.
El 26 de agosto de 1957 comenzó el congreso normalizador de la CGT, intervenida desde el 16 de noviembre de 1955, que dará origen a las 62 Organizaciones, que nucleó a los gremios peronistas y llevará adelante una acción muy combativa. Durante el gobierno de Frondizi, en 1958, fue aprobada una Ley de Asociaciones Profesionales por la cual se restableció el régimen creado por Perón. Esta ley les restituyó a los sindicatos su personería jurídica, y con ella el poder de negociación que estos no habían podido utilizar durante el gobierno militar. El sindicalismo peronista retomaba así parte del espacio y poder institucional perdido que sería recortado a mediados de 1959 con la aplicación del Plan Conintes, que militarizaba las zonas fabriles y autorizaba allanamientos y detenciones sin intervención judicial.
En agosto de 1963, las 62 Organizaciones resumieron las principales demandas del movimiento obrero: pleno empleo, control de los costos, nacionalización de los depósitos bancarios, interrupción de las relaciones con el FMI, cancelación de todos los contratos petroleros con empresas extranjeras, denuncia de todos los acuerdos que otorgan privilegios al capital extranjero. Sin embargo, en el interior del sindicalismo peronista no todos estaban de acuerdo con confrontar abierta y permanentemente. Desde los años de Frondizi fue creciendo la figura del líder de los metalúrgicos: Augusto Timoteo Vandor. El vandorismo constituyó un estilo de conducción sindical caracterizado por la pretensión de transformar al peronismo en un partido político de base sindical independizado de la tutela de Perón (exiliado en Madrid) y por el control de la actividad gremial a partir de un autoritarismo que ignoraba la voluntad de gran parte de los trabajadores. En 1968, ya bajo la dictadura de Onganía, las duras condiciones impuestas a los trabajadores por la aplicación del plan económico de Krieger Vasena hicieron que en el congreso
de la CGT se criticara duramente a los dirigentes gremiales que no manifestaban una clara actitud de resistencia al gobierno. Vandor y sus aliados se retiraron de ese cuerpo y se instalaron en la sede histórica de la calle Azopardo, que postulaba una estrategia basada en mantener el diálogo con el gobierno. Los gremios más combativos, resueltos a enfrentar a la dictadura y a este estilo participacionista de sindicalismo, conducidos por el dirigente de los obreros gráficos, Raimundo Ongaro, pasaron a la CGT de la avenida Paseo Colón, sede del sindicato gráfico, más conocida como la CGT de los Argentinos. A esta experiencia notable de la clase trabajadora argentina está dedicado este número de Caras y Caretas.