El fenómeno de popularidad que genera El patrón del mal, la serie sobre la vida de Pablo Escobar, es un reflejo del enorme atractivo que sigue despertando la figura del narcotraficante colombiano. Aunque lo muestra despiadado, el programa recibe críticas por hacer apología del delito.
sábado 1 de marzo de 2014 | 1:29 PM |carismático, despiadado, poderoso, implacable, audaz, inteligente y pintoresco. Pero sobre todo,¡bien berraco! Con estas características, cualquier personaje de telenovela resulta interesante. Y si además es totalmente verosímil, porque fue real, se vuelve irresistible. La vida de Pablo Emilio Escobar Gaviria se reflejó muchas veces en libros, en el cine yen la televisión por el atractivo que tuvo y sigue teniendo el capo del Cartel de Medellín, y su popularidad rebota en las ficciones y las convierte en un éxito. La tira El patrón del mal, producida por Caracol Televisión, rompió todos los pronósticos porque se convirtió en el lanzamiento más visto en la historia de la televisión colombiana y es furor en todos los países que la repiten. En la Argentina la pone al aire Canal 9y logró competir cabeza a cabeza por el rating con producciones de Canal 13 y Telefé, con picos de 10 puntos que sobresalen de su promedio de 4,5. Pero además consiguió algo mágico: trascenderla pantalla. Las frases características de Escobar y sus sicarios se repiten en la calle, el nombre de la tira es usado para titular notas, se viralizó en la redes sociales la foto del protagonista con sufamosa “libretica”, los canales transmiten documentales y especiales sobre Escobar y las radios entrevistan a los principales actores. En YouTube, un reportaje al sicario Popeye fue visto más de1.700.000 veces. Y en Colombia la locura llegó más lejos: lanzaron un álbum de figuritas que provocó un escándalo y tuvo que ser retirado de la venta. La tira está basada en La parábola de Pablo, un libro de Alonso Salazar, periodista y ex alcalde de Medellín, y los productores son familiares de víctimas de Escobar: Juana Uribe, sobrina de Luis Carlos Galán –quien fuera candidato a presidente– y Camilo Cano –hijo del ex director del diario El Espectador–. Salazar, por su parte, vivió perseguido por las amenazas del Cartel. Por eso nadie espera que el programa tenga una visión distanciada o pretensiones de neutralidad, menos partiendo de un título casi grotesco. Sin embargo, una de las principales críticas que recibe es que el personaje del narcotraficante resulta tan atractivo que se hace apología del delito. “Escobar, como todo villano, tiene un costado romántico que cobra otra dimensión con su muerte. Su persecución y su asesinato tuvieron ribetes cinematográficos y le agregaron atractivo. Pero eso no significa que perdamos de vista que era un hombre sanguinario que asesinó a mucha gente para llevar adelante un ‘negocio’ que creció y hoy le destroza la cabeza a centenares de miles de pibes en todo el planeta”, considera el periodista Mauro Federico, quien investiga el tráfico de drogas en la Argentina. “¿Sí me entiende?”, preguntaría Escobar. La reconstrucción del personaje hecha por el actor Andrés Parra es lo más elogiado en un producto de una altísima calidad, que demandó tres años de trabajo y una inversión de 165 mil dólares por capítulo. Está filmado por completo en exteriores en 500locaciones desde Colombia hasta Miami, con óptica de cine y un plantel de 1.300 actores. En las escenas clave, intervienen la ficción con fragmentos periodísticos: imágenes captadas por los noticieros de la época. Este anclaje con la historia reciente le agrega intensidad dramática y obliga al espectador a dimensionar el peso de las acciones de Escobar. “Quien no conoce su historia está condenado a repetirla”, advierte una voz en off al comienzo de cada episodio.
Hágale , pues
Eso dijeron los productores la primera vez que vieron a Parra interpretando al narcotraficante. Para conseguir su particular modulación y el acento medallo, el actor escuchó durante días una grabación con la voz de Escobar. Como consecuencia, estuvo un mes y medio soñando con el capo del Cartel de Medellín. En una entrevista televisiva dijo: “Creo que la fascinación de la gente se debe a la frialdad de Escobar, porque esperaban ver un monstruo, un tipo que pierde el control, y se encontraron con alguien cruel pero tranquilo y respetuoso”. El condimento caribeño también suma: “Le matamos a la abuelica”, dice el protagonista para amenazara un militar, y la frase queda automáticamente grabada en la memoria de los televidentes. Los creadores de la tira no quieren que se la enmarque dentro de las narco novelas, un subgénero en el que se destacan El cartel de los sapos, La diosa coronada, El capo y Las muñecas de la mafia. Es cierto que su estilo está más cerca de una serie como Breaking Bad, porque una porción importante de su atractivo se ubica en los entretelones del narcotráfico: las estrategias para eludir a la policía y a la Justicia, la astucia para vencer a los competidores, las derivaciones inesperadas de la actividad original; los peligros, los ataques y las venganzas; la mente que organiza todo este aparato delictivo. En Breaking Bad fue tan grande la empatía del público con el personaje protagónico, Walter White, que los autores se animaron a cambiarle el perfil y, con sutileza y maestría, lo convirtieron en un ser diabólico. “Siempre ha habido una fascinación en el público por enterarse de las historias de los criminales”, dijo a la agencia EFE la mexicana Carola García Calderón, doctora en Sociología. Sobre el éxito que tiene el programa en la Argentina, Mauro Federico suma otros componentes: “Creo que los programadores aprovecharon el contexto, por la tendencia que hay a comparar nuestra realidad con la de Colombia de los 80 y 90, reflejada en la serie”. El ministro de Defensa, Agustín Rossi, dijo días atrás que “la Argentina era un país de tránsito pero ahora es de consumo y también es de elaboración”. Y no hay que olvidar que los argentinos tenemos presente a Escobar porque su esposa e hijos viven en nuestro país desde hace 20 años, tras la caída del narco. Siempre fueron su familia oficial, pero mientras Pablo le decía “tenga uste’, mi reina” a su esposa –en la ficción, la adorable Patico– y le daba un regalo, le pedía a alguno de sus empleados: “Te vas y me traes una peladita (pendejita), una virgencita”. Su hijo, Juan Pablo, quiso aprovechar algo del morbo sobre su padre y montó la empresa Escobar-Henao, que vende ropa con estampas de las tarjetas de crédito, la visa y el pasaporte del capo de Medellín.“Me matan, Limón”, imaginó el Indio Solari que debe haber gritado Escobar desde el techo en el que respiró por última vez. Limón era el único guardaespaldas de confianza que le quedaba sobre el final de su vida. Algo parecido se le debe haber cruzado por la cabeza al capo del Cartel de Sinaloa –otro peso pesado–, el mexicano conocido como Chapo Guzmán, quien fue detenido hace pocos días. Pero a 21 años de la muerte de Escobar, nadie se ilusiona con que la baja de una cabeza de cartel pueda hacerle mella a un negocio con una estructura tan sólida y enquistada en el poder.
Por Sol Peralta