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Por Felipe Pigna. Director General

El recuerdo de Alberto Olmedo nos remite inmediatamente a sus múltiples personajes. Para los que fuimos pibes en los 60, obviamente Olmedo es sobre todo el Capitán Piluso, ese personaje surrealista que junto a Coquito (Humberto Ortiz) nos acompañaba a la hora de la leche con sus recetas de cocina, desesperantes para nuestras madres, y sus aventuras que incluyeron su película con otro de nuestros ídolos, Martín Karadagian. Su jerarquía de capitán era indiscutible para nosotros y para todos los argentinos menos para los civiles y militares de la dictadura de Videla y Martínez de Hoz, particularmente para el personal de ambas categorías de la Armada que ocupó el canal 13 y entendió que era una deshonra para “un arma tan prestigiosa” que un civil como Piluso ostentara el grado de capitán y le dieron la alternativa de suspender el programa o inventar un nuevo personaje, y así surgió Pilusman, un genial antihéroe latinoamericano que tenía una emblemática sirena sobre su cabeza. Olmedo había sido repartidor de una verdulería en su querido barrio rosarino de Pichincha e integró un conjunto de gimnasia artística en Newell’s con el que hizo algunas giras hasta que decidió viajar a Buenos Aires a probar suerte y logró ingresar al equipo técnico del mítico Canal 7. Pero la gracia y el histrionismo de Alberto, reconocidos ampliamente por sus compañeros, tuvieron oportunidad de exhibirse en la cena de fin de año del canal, cuando hizo una improvisación que maravilló a todos, lo catapultó en 1956 al otro lado de las cámaras y lo llevó a debutar en La troupe de la TV y diversos programas de la época. En 1960 nacerá en canal 9 su querido Capitán y en 1964 se incorporará al increíble elenco de Operación Ja-Ja, con libreto y dirección de Gerardo y Hugo Sofovich. Allí convive con Jorge Porcel, Javier Por tales, Juan Carlos Altavista y Fidel Pintos, entre otros. En pleno golpe de Onganía deslumbra con su Yéneral González, con unos bigotes muy a lo morsa y un casco nazi, el antiestratega que molestó notablemente a aquellos nefastos personajes que con sus estrechas mentes habían prohibido la revista Tía Vicenta por representar como una morsa al general-presidente y perseguían a las chicas por lo corto de sus faldas y a los chicos por lo largo de sus pelos. Vendrán luego Un verano con Olmedo y en Operación Ja-Ja estrenará su Rucucú. En 1972, con libros de Juan Carlos Mesa y Jorge Basurto, debuta en canal 13 con El chupete y Fresco y Batata, con Jorge Porcel, que dará lugar a la larga saga de películas del dúo que marcarán los años 70. Fue por entonces cuando bromeó con su muerte, que fue anunciada oficialmente con una placa negra, lo que le valió una suspensión del Comfer. Entretanto, muchas revistas en el Maipo y las temporadas en Mar del Plata, y llegará en 1981 uno de sus ciclos más exitosos, No toca botón, donde desarrollará personajes inolvidables como el Nene; Chiquito Reyes; El Operario, junto a Vicente Rubino, y el sketch de Álvarez y Borges, junto a Javier Portales, hoy de culto, en el que insertaba con enorme gracia una catarata de chivos y desarrollaba extraordinarios monólogos surrealistas. Ya en 1985, en el mismo programa creará a dos de sus personajes más recordados: el Dictador de Costa Pobre, una genial parodia de un gobernante corrupto e inescrupuloso, y el psicoanalista. Olmedo es parte de nuestra historia, sus personajes nos remiten a momentos concretos de nuestro pasado, vaya pues este homenaje de Caras y Caretas.

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