Por Víctor Santa María. Presidente del Grupo Octubre
Los Juegos Olímpicos modernos nacen con el barón de Coubertin, francés aristocrático impactado por las derrotas bélicas de su país e influenciado por la gimnástica alemana y el modelo del deporte inglés de fines del siglo XIX. A la luz del cosmopolitismo de la época, propone la recreación simbólica de los Juegos Olímpicos y realiza el primero en Atenas. Los nuevos Juegos se regirían por las normas del deporte moderno y con representantes nacionales no políticos ante el Comité Olímpico Internacional, a diferencia de los antiguos, basados en una concepción religiosa del deporte como práctica limitada a los ciudadanos griegos, sin extranjeros, esclavos ni mujeres, y sin cuantificación, récord o reglas universales.
En la Argentina, nacen en 1921 la Confederación Argentina de Deportes y en 1923 el Comité Olímpico Argentino, que se fusionan en 1927 como Cadcoa. Durante el primer peronismo se convirtió en la institución orientadora de nuestro deporte y ello puede verse en los logros olímpicos: fruto centralmente de esfuerzos individuales en treinta y cinco años, nuestras representaciones habían obtenido siete medallas doradas, mientras que en el período 1945/55 se obtienen veintidós preseas. El golpe militar de 1955 y su continuidad en 1976 marcaron momentos oscuros también para el deporte olímpico nacional, librado al mero esfuerzo de sus atletas y asociaciones deportivas, hasta 2009, cuando con la creación del Enard se vuelve a garantizar apoyo continuo al deporte olímpico. Que los Juegos de Río 2016 así lo muestren.