Por María Seoane
Directora de Contenidos Editoriales
lunes 13 de julio de 2015 | 2:03 PM |Recuerdo con nitidez la tarde en que Víctor Santa María me confió la organización de la nueva etapa de la revista Caras y Caretas. Mi conmoción porque, de sólo nombrarla, el sentimiento que me atrapó fue el de la admiración y el temor, ya que presuponía asomarse, allá por el verano de 2005, a una nueva gesta del periodismo gráfico. Recuerdo entonces la reunión con nuestro director, Felipe Pigna, la larga charla a solas en el bar Tortoni, el brindis con esa sidra tirada para sellar un pacto profesional –ético y estético– y, en ese marco, el eco de la historia de los argentinos cuya pasión compartimos siempre. Pronto se sumaron la gran editora Teresa Pacitti, la joven pero experimentada periodista Cecilia Fumagalli, el gran Daniel Flores, nuestro artista visual, y la notable comunicadora Lucía Capozzo. Se sumaron los mejores intelectuales en sus especialidades; se sumó la pasión de Víctor Santa María por la cultura de nuestra gente, por su devenir, por sus derrotas y éxitos. Y por que fuera un sindicato, el de los encargados de nuestros edificios, el que respaldara esta aventura creativa con la convicción de que la cultura es un patrimonio social que debe ser equitativo y federal, plural y diverso. Ese equipo inicial trabajó contrarreloj en el parto del primer número de lo que bautizamos “la revista de la patria”, conscientes de que era la que había atravesado tres siglos del país, alumbrando la vida de los argentinos. Decidimos ser, entonces, antiguos y modernos: respetar su impronta de diseño caricatural pero incorporando la tecnología de punta; decidimos que fuera bella, ágil, profunda, temporal e intemporal al mismo tiempo. Y logramos hacer una revista que tuviera una continuidad con la original en la idea de que su esencia era la continuidad de la historia de nuestra gente, que siempre fluía desde los orígenes en 1898 hasta hoy, con grandes líneas subterráneas que diseñaban y, al mismo tiempo, explicaban la vida de los argentinos. Y por ser, entonces, la revista de la patria, decidimos que su lanzamiento fuera en el Cabildo de Buenos Aires –lugar donde sin duda había comenzado la patria a tomar su vida por asalto– el 8 de julio de 2005. Es imposible enumerar todo lo hecho. En las páginas que siguen hay sólo pistas de un larguísimo sendero, algunos mojones decisivos, todos caminos de la libertad y la creación y la búsqueda incesante de identidad en nuestra vida como sociedad, en nuestras emociones, razones y pasiones como argentinos. Salimos a la calle con suerte diversa. Y seguimos saliendo con un formato temático que regresa al original y mantiene la misma intensidad estética y de contenidos. Así, este testimonio para nuestros lectores, para nuestro equipo de redactores y hacedores y para la posteridad de las bibliotecas especializadas, en la convicción de que la historia que contamos con cambios y bemoles es la historia de todos.