Entrevista con el ingeniero Pablo Etcheverry
La tecnología informática es un campo cada vez más determinante a la hora de dirimir qué modelo de país se quiere construir. La soberanía en este rubro exige de esfuerzos tenaces y de largo aliento. Qué tenemos y qué nos falta.
domingo 1 de diciembre de 2013 | 4:07 PM |Pablo Etcheverry, ingeniero, es el director de Recursos Informáticos de la Subsecretaría de Tecnologías de Gestión, dependiente de Jefatura de Gabinete. ¿A qué se dedica alguien con un cargo de semejante extensión? Básicamente a coordinar los esfuerzos por la aplicación de tecnología dentro del Estado. Para eso hace falta una mirada política y conocimiento en cuestiones tecnológicas, rasgos que no suelen convivir en una misma persona. La tecnología tiene un disfraz de “cuestión técnica” que engaña a muchos. En realidad es un campo como cualquier otro a la hora de dirimir qué modelo de país se quiere construir.
–¿Cómo estamos en materia de soberanía tecnológica en la Argentina?
–Es un tema largo. Pensemos en el ejemplo de Embraer, la empresa de aviación brasileña. Nadie dice “yo voy a hacer un avión”. Ellos empezaron haciendo lo más sencillo: un cenicero de los Boeing, un asiento del avión: después empezaron a crecer y a fabricar aviones. Algo similar ocurrió en la Argentina en materia nuclear y por eso estamos muy bien ubicados en esa área. Son decisiones que están dentro del largo plazo. El fenómeno de Assange, de Snowden, lo que hace es llevar al gran público algo que ya se sabía: que ha habido un plan sistemático de las grandes potencias para no permitir que internet sea un espacio libre. La infraestructura de internet permite esas cosas. Entonces tener soberanía sobre tus comunicaciones tampoco te garantiza confidencialidad. Aunque vos tengas tus propios cables de fibra óptica, la electrónica que está dentro de los aparatos que necesitás viene de EE.UU., China, y en definitiva no sabés qué tiene ahí adentro ni qué es lo que hace.
–Países con gran desarrollo tecnológico, como Alemania, también son espiados.
–Claro. La única forma de llegar a la soberanía tecnológica es con el conocimiento de la tecnología. Internet se construyó con base en el software libre y su filosofía: no podría haber habido conexiones sin un protocolo común, abierto y público que todos conocieran para poder sumarse. Los protocolos básicos son generados en forma pública y transparente. Vos siempre podés tener un hardware que te espíe pero se puede neutralizar con una capa de software encriptada. Se pierde tiempo y un poco de potencia de la máquina, pero así se sostiene una comunicación segura.
–¿Y qué pasa con el hardware?
–Tenemos inteligencia para generar chips. No necesariamente para producirlos, pero sí para diseñarlos. Y esa es la parte más importante y costosa. Luego los mandás a quemar y recibís una caja llena de chips. También ves la potencia del Estado cuando mirás el tendido de fibra óptica que hicieron las compañías telefónicas en diez años y lo que en dos hizo Argentina Conectada, tanto en cantidad como en distribución. Porque las telefónicas sólo piensan en centros urbanos que son rentables. Eso es inclusión, pero también soberanía.
–¿Y Arsat?
–Lo principal que tiene es el desarrollo de los satélites propios de comunicaciones. Y ahora también los Saocom que, junto a una red, sirven para monitorear catástrofes en cualquier parte del globo. Otra cosa muy interesante es un mega- datacenter que tiene en Benavídez. Gran parte de los organismos del Estado están mandado ahí sus servicios de contingencia que te cubren si falla el principal. También estamos trabajando con Arsat para que dé servicios usando software público en los servidores. Por ejemplo: en Brasil, Dilma Rousseff sacó un decreto que dice que desde el año que viene no se podrá usar un correo electrónico en el Estado que no sea el propio. Ese software, que se llama Expreso Libre, queremos que se use acá. Tiene correo, videoconferencia, calendario, agenda, muchas de las cosas que nos dan las corporaciones. Y van a hacer una interfaz específica para teléfonos. No importa si hablamos de un driver, una aplicación de uso final o lo que sea: si no es libre, no sabemos lo que hace. Tenés que confiar en una empresa y ya sabemos que no podemos confiar en las empresas. Por eso estamos apoyando la Ley de Estándares Abiertos para que el Estado garantice el uso de información a la que todos puedan acceder.
Por E. M.