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La Revista

NO FUE (SÓLO) MAGIA

La longevidad cenital de los Rolling Stones obedece a múltiples causas. El marketing y la pulsión de posteridad son dos componentes esenciales del fenómeno. Pero estos deseos y operaciones son eficaces porque Jagger, Richards & Cía. alumbraron un estilo único y un puñado de discos que cambiaron la historia del rock.

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No fue solo magia 2
No fue solo magia
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Por Sebastián Feijoo. Está más que claro. Los Rolling Stones son mucho más que un grupo de rock and roll. Ninguna entidad cultural sobrevive por más de 50 años sólo con base en su música. Los Stones empezaron como un símbolo de rebeldía en plena era en que la industria discográfica cobraba real magnitud de masas global y decantaron en uno de los fenómenos recaudatorios más eficientes y dinámicos del show business contemporáneo. A lo largo de todo este tiempo vencieron modas, tendencias y centenares de problemas internos. Para lograrlo se necesitan mucha fortaleza y decisión, y múltiples alianzas estratégicas, abogados y contadores. Pero nada de esto hubiera sido posible si Jagger, Richards y compañía no hubieran alumbrado un estilo único y un puñado de discos que cambiaron la historia de la música popular moderna.

No es necesario contar una historia que ya fue contada y fabulada centenares de veces. Sí puede resultar más atractivo acercarse al caldo de cultivo que produjo su nacimiento y desarrollo. Más allá de las inevitables idas y venidas que se suceden en los comienzos de cualquier banda, la formación inicial histórica del grupo se estableció con Mick Jagger (voz), Keith Richards (guitarra), Brian Jones (guitarra, marimba, armónica, flauta, mandolina, cítara y generosos etcéteras), Bill Wyman (bajo) y Charlie Watts (batería). Un dato curioso es que el tecladista y pianista Ian Stewart fue parte de la banda desde la formación de los Stones hasta su muerte, en 1985. Pero a su debido momento el manager, productor y mesías Andrew Oldham impuso que lo desplazaran de la alineación oficial por asuntos de imagen. Hasta los más rebeldes tienen su Durán Barba.

No existía Spotify, no funcionaba YouTube y conseguir algunos discos todavía podía ser una odisea. Por eso la formación de estos entusiastas jóvenes londinenses provenía de la radio. A través de ella, los futuros Stones fueron cincelando un imaginario musical a imagen, semejanza y préstamos no declarados de músicos de color –negro– como Willie Dixon, Muddy Waters, Little La longevidad cenital de los Rolling Stones obedece a múltiples causas. El marketing y la pulsión de posteridad son dos componentes esenciales del fenómeno. Pero estos deseos y operaciones son eficaces porque Jagger, Richards & Cía. alumbraron un estilo único y un puñado de discos que cambiaron la historia del rock. Richard, Jimmy Reed, Elmore James, Chuck Berry, Robert Johnson, Blind Willie Johnson y muchos más. Por eso el repertorio inicial del grupo eran covers de sus héroes de la música negra estadounidense.

 

LOS ORÍGENES

Pero para 1962 los Beatles ya eran un fenómeno interestelar y buena parte de su éxito recaía en que componían sus propias canciones. La ambición y mirada estratégica de Oldham hizo que Lennon y McCartney aportaran un tema exclusivo para que grabaran los Stones: “I Wanna Be Your Man” –la grieta, forzada pero efectiva, vendría después–. El tema tuvo muy buena repercusión en los fans, para 1964 los Stones eran un grupo de éxito y tenían una estrategia de ventas clara: “¿Dejaría usted que su hija se case con un Rolling Stone?”. Pero faltaban los temas propios.

La primera canción firmada por el dúo Jagger-Richards fue una balada llamada “Tell Me (You’re Coming Back)”. Bien por ellos. Pero la gran revelación llegaría poco después. Toda historia importante tiene algo de lo que pasó y mucho de mitificación. Esta no es la excepción. Según su propio relato, la noche del 9 de mayo de 1965 Richards dormía plácidamente, pero despertó en plena madrugada porque un riff inédito le taladraba la cabeza: se levantó, lo grabó y siguió roncando. Ese riff sería nada más y nada menos que el de “(I Can’t Get No) Satisfaction”. Ese grupo de notas bravuconas y agitadoras y la letra de Jagger determinarían una de las sociedades creativas más determinantes e influyentes de la cultura popular del siglo XX. Más allá del relato sonámbulo- epifánico, el simple obtendría un éxito avasallante y consolidaría los liderazgos internos del grupo –la influencia de Jones tendería a disminuir–. Jagger conectaba con una de las energías primarias del rock: el deseo sexual. Las drogas llegarían en breve.

La confianza de Jagger-Richards permitió – entre otras cosas– una de las series de lanzamientos de discos más potentes de la historia del rock. Beggars Banquet (1968), Let It Bleed (1969), Sticky Fingers (1971) y Exile on Main St. (1972). ¡Y todo eso grabado en apenas tres años y medio! Así los Stones habían registrado el nudo central de su obra, credenciales sin fecha de vencimiento que los hicieron prácticamente intocables. Por supuesto que no fue todo un camino de rosas. El 10 de junio de 1969, Brian Jones fue empujado a irse de la banda y a los pocos días fue encontrado muerto en una pileta. No sería la última vez que la tragedia rondara la vida de los Stones. Su reemplazo sería Mick Taylor y a este lo sucedería Ron Wood.

Si en los 60 los Stones se transformaron en fenómeno mundial, en los 70 se consagraron como la gran banda de rock and roll del planeta. Los 80, por su parte, constituyeron un período incómodo, con tendencias adversas –del punk al disco, pasando por el heavy metal– y dificultades internas. Fueron tiempos de discos irregulares y hasta alguno decididamente flojo – Dirty Work (1986)–. Pero hay uno que particularmente logró asomarse e inflar el pecho ante la adversidad: Tattoo You (1981). No es un hecho menor que Jagger y Richards propiciaran un acercamiento para nada casual con la por entonces reinante –y herética– música disco. Pero Jagger le sacó partido con gran inteligencia a la naturaleza bailable de ese ritmo y junto a Richards lograron hacerlo fluir con bastante naturalidad en el ADN stone. La calidad de las canciones más sinuosas y de las baladas hizo el resto.

 

NO DORMIRSE EN LOS LAURELES

Ya casi pisando los 90, Steel Wheels (1989) –el último disco con Bill Wyman– resultó determinante. Más allá de que sus calidades están distantes de la era dorada del grupo, propició algunas buenas canciones, un sonido más duro y sobre todo el desembarco firme y expansivo en MTV, la llave del reino de los cielos, por aquellos años. De esta manera Jagger, Richards y compañía recobraron fans históricos, sumaron nuevas generaciones y se consolidaron definitivamente como el espectáculo de rock and roll más grande del planeta y de mayor capacidad recaudatoria hasta la fecha.

Más allá de los gustos personales, después no sobrevendrían discos tan determinantes en cuanto a su impacto e influencia. Pero Voodoo Lounge (1994), Bridges to Babylon (1997) y A Bigger Bang (2005) fueron efectivos para mantener la llama viva, e incluso el reciente Blue & Lonesome (2016) –un disco de covers de sus influencias primarias– no está nada mal. Pero queda claro que la eterna vigencia de los Stones se juega en los escenarios y ahí cuentan con un repertorio muy difícil de superar.

Cerca de los 55 años de carrera, con casi treinta discos de estudio y la voracidad casi intacta de seguir girando y conquistando el mundo, los Rolling Stones continúan ganándole al paso del tiempo y estirando su leyenda. Su público los disfruta agradecido y hasta se permite pensar que la decrepitud que llega inexorablemente a todo humano no hace mella en Jagger, Richards y compañía y acaso –por carácter transitivo– a quienes los escuchan. Otra sana mentira del rock and roll que estimula y sienta bien. Aunque sea por un ratito.

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