Por Felipe Pigna – Director General
miércoles 17 de febrero de 2016 | 12:55 PM |Los argentinos hacemos un culto de la comida. Todo se hace comiendo, desde los desayunos, almuerzos y cenas de trabajo hasta los asados domingueros, pasando por las pizzas con amigos para ver un partido o las mateadas o tés entre amigas. Los casamientos y los cumpleaños de 15 concluyen, tras una suculenta cena y mesa dulce, con pizzas, sandwichitos de lomo y desayuno con medialunas. El menú argentino, producto ecléctico de diversas culturas, es realmente amplio.
Del acervo indígena nos vienen el maíz y sus derivados, la quínoa, el consumo de los pescados de río en el Litoral y de mariscos en el sur. Recordemos también que la papa y el tomate son originarios de América. De la tradición criolla, que tomó elementos indígenas y europeos, nos vienen el asado, el locro y las empanadas. La masiva oleada inmigratoria llegada a partir de 1880 produjo grandes cambios en el menú nacional. Masificó la producción y el consumo del vino, instaló la tradición de las pastas, el consumo sistemático de pan y facturas y la pasión por la pizza, estimuló el consumo de pescados y pollos. Esta nueva demanda modificó y especializó en su momento el mapa productivo nacional y al calor de la extensión del ferrocarril zonificó la producción nacional. Las sucesivas crisis y los cambios violentos de modelos económicos fueron modificando los hábitos de consumo y arruinando las producciones locales, lo que hizo variar el mapa original de producción de alimentos.
El incremento feroz de la producción de soja ocupó millones de hectáreas y reemplazó cultivos tradicionales y zonales. La Argentina está semidespoblada y, con políticas patrióticas y justas, estaría en condiciones de producir alimentos para 400 millones de personas, lo cual torna aún más escandaloso que siga habiendo mucha gente que no alcanza a cubrir sus necesidades básicas alimentarias en medio de promesas de pobreza cero, objetivo no logrado hasta el presente por ningún país del mundo capitalista, y menos por aquellos que hacen del ataque al salario una política de Estado.
CyC/sc