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La Revista

LAS COPAS MUNDIALES INMOBILIARIAS

Ya nadie duda de que el fútbol es un gran negocio. El autor devela algunos  de los casos más estrepitosos y  adelanta, a la pasada, quién será el ganador de Rusia 2018.

 

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Negocios

Por Alejandro Wall. Al Mané Garrincha de Brasilia, un  estadio para más de setenta mil  personas, donde la Argentina  jugó en el Mundial 2014, lo usan  tres equipos, ninguno de la élite de Brasil. Pero cuando ninguno juega, se aprovecha para otros fines. Un estadio cuyo costo se calcula en más de 400 millones de dólares es también un garaje de colectivos.

El periodista escocés Andrew Jennings, sabueso de los trapos sucios de la Fifa, lo resumió así alguna vez: “Un Mundial es un gran negocio inmobiliario”. Un negocio que nunca es redituable para los Estados que lo organizan. “El hecho de celebrar estos eventos no genera grandes beneficios económicos”, dice el economista inglés Stefan Szymanski, coautor del libro Soccernomics junto a Simon Kuper. No sólo eso. Lo que queda, muchas veces, son deudas y elefantes blancos, estadios inutilizables o poco utilizables, como el Mané Garrincha, que derivó en una denuncia contra dos ex gobernadores de Brasilia, José Arruda y Agnelo Queiroz, acusados juntos a otros diez ex funcionarios por los delitos de corrupción, asociación ilícita, fraudes con licitaciones y lavado de dinero.

El Mané Garrincha fue el estadio más caro de los doce que se construyeron o remodelaron para el Mundial 2014, pero no es el único elefante blanco. También en Manaos, Curitiba y Natal duermen esos monumentos al negocio inmobiliario que la Fifa organiza cada cuatro años. El costo de Brasil 2014 fue récord: 11 mil millones de dólares. Pero al Mundial no le siguió un período de expansión económica, sino uno de recesión –el PBI se contrajo 0,6% en el segundo semestre de ese año–, más allá de una crisis política que derivó, luego de su reelección, en el golpe contra Dilma Rousseff. La ganadora de ese Mundial no sólo fue la Selección alemana, también Odebrecht, la empresa que hoy está en el centro de la escena latinoamericana por el escándalo de coimas y que fue la gran beneficiada en la entrega de obras.

Si Brasil 2014 fue récord en los costos, Rusia 2018 compite por superarlo. En los meses previos al inicio de la competencia ya se acercaba a esa cifra. Sólo en el estadio de Sochi, la ciudad que fue sede de los Juegos Olímpicos de Invierno 2014, se gastaron 780 millones de dólares, aunque el único equipo de la Liga rusa que lo utiliza es el FC Krasnodar, ubicado a 160 kilómetros de la ciudad del sur ruso.

El debate sobre a quién convienen los mundiales tiene tantos años como la explosión del gran producto de la Fifa, una escalada que acaso haya despegado en el Mundial 94, en los Estados Unidos. Si esa competencia, al igual que Francia 98, costó alrededor de mil millones de dólares, Corea-Japón 2002 marcó un salto de 7.500 millones, aunque con la excepción de haber sido una doble sede y haber arrancado casi de cero. Por eso, Alemania 2006 tuvo un costo de dos mil millones, pero Sudáfrica 2010 reportó gastos por seis mil millones. Pero las pérdidas del país africano llegaron a los tres mil millones de dólares. Con consecuencias insólitas, como no poder sostener ni siquiera el mantenimiento de la luz del estadio Soccer City de Johannesburgo, donde España le ganó la final a Holanda.

BILLETERA MATA PAÍS

A la Fifa, en cambio, los mundiales le agigantan la billetera. “La Copa Mundial de la Fifa Sudáfrica 2010 fue un gran éxito. En total, la Fifa logró un resultado cuatrienal (2007-2010) positivo de 631 millones de dólares. Este resultado se basa en un ingreso total de 4.189 millones de dólares y un total de gastos de 3.558 millones de dólares”, explica el informe oficial de diciembre de 2010.

Los beneficios que la Fifa obtuvo en Brasil 2014, se calcula, superaron los 4.000 millones de dólares, y espera un récord para Rusia 2018 entre derechos de televisión, patrocinadores, merchandising y venta de entradas. Según un informe de la empresa Swiss Appraisal, el país organizador podrá recuperar una décima parte de lo invertido, pero la Fifa se quedará con 6.400 millones de dólares.

Pero Rusia, además, marcará acaso el final de un formato mundialista, de un modo de organización. Será el primer Mundial después del estallido del Fifagate, la intervención del FBI en las cuentas del fútbol que terminó con dirigentes y empresarios presos, además de derrumbar el reinado de Joseph Blatter, quien acaso comenzó a trastabillar cuando decidió entregar dos mundiales en un día: 2018 y 2022, del que todavía no se puede confirmar que sea sólo organizado por Catar. Gianni Infantino, el sucesor de Blatter, apuesta ahora por mundiales de 48 equipos y sedes triples, una forma de ampliar el negocio y (supuestamente) de revitalizarlo después del golpe que significó el escándalo de coimas. Es muy probable que eso ocurra en 2026, algo que se definirá antes del inicio del Mundial, en el Congreso donde se elija entre las candidaturas conjunta de los Estados Unidos, México y Canadá, y la solitaria de Marruecos. Pero aún está abierta la chance de que el de 2022 albergue a 48 equipos, sumando a Baréin y Emiratos Árabes Unidos como sedes junto a Catar.

La voracidad de la Fifa siempre quiere más.Tiene ahora sobre la mesa hasta una propuesta de un consorcio asiático para organizar una liga mundial de selecciones y un mundial de clubes, una tercerización que le podría entregar unos 25 mil millones de dólares. Pero mientras sus dirigentes discuten esos proyectos, la multinacional del fútbol sabe que será la ganadora de Rusia. O mejor: que siempre será la gran ganadora de los mundiales.

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