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La Revista

“La privacidad es un espejito de colores”

Mariano Feuer dirige una empresa de marketing viral y es especialista y casi militante en redes sociales. Sostiene que la humanidad se aproxima a una nueva era en la que no tendrán valor la intimidad, el trabajo ni las construcciones individuales. ¿Un mundo perfecto?

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Foto Foier
Dibujo Foier 2
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Por Marcos Puerta. Hasta dónde se encogerá la privacidad en la era de las redes sociales y las apps? ¿Cuál es el límite entre la vida de las personas y las estrategias de las corporaciones y/o los Estados? ¿Somos todos  apenas datos en una vidriera global? El futuro ya llegó y las preguntas se acumulan y atropellan. No es requisito ser filósofo. Las reflexiones pueden tener lugar en un ya casi anacrónico bar, en un asado entre amigos y/o casi siempre –símbolo exacto de los tiempos– en las propias redes sociales. Mariano Feuer considera que todas estas preguntas tienen un tono arqueológico. Serían, en todo caso, ecos de un pasado efímero, resuelto en la práctica cotidiana sin detenerse ante ninguna pregunta.

Dicen que Feuer estudió Comunicación, dramaturgia, periodismo y marketing. Pero definitivamente encontró su lugar en el mundo –virtual y quizá también real– como director creativo de esViral, una empresa dedicada a viralización, el community management y demás servicios contemporáneos. Feuer es hiperactivo, cáustico y tiene alma de polemista. Sentencia sobre pasado, presente y futuro, y rara vez deja discurrir alguna duda. Sostiene que la experiencia de consumidor mató a la privacidad, que el trabajo como hoy lo conocemos tenderá a desaparecer –con esto no se refiere específicamente al macrismo– y que en un futuro cercano nuestra vida será muy diferente y bastante más larga. Pasen, lean y, compartan o no compartan, es probable que Feuer los deje pensando.

–¿Cuántas personas utilizan las redes sociales en la Argentina?

–Se calcula que hay 25 millones de cuentas de Facebook y cinco millones de Twitter. Como se verá, la diferencia cuantitativa es grande. Sin embargo, el impacto social de Facebook y Twitter funciona muy diferente. En Twitter están todos los argentinos que toman decisiones que influyen en otros argentinos. Si vos querés intervenir en la agenda pública, tenés que trabajar desde Twitter. Si pretendés llegar a la mayor cantidad posible de personas, te conviene Facebook. La forma en que interactúan los usuarios varía. Algunos publican cada hora, otros una vez por día, menos una vez por semana… Lo determinante es que todos están influidos por esos espacios.

–¿El hecho de que tendamos a relacionarnos con gente que comparte gustos y hasta posiciones ideológicas no distorsiona la representatividad que creemos que expresan las redes sociales?

–Nuestra experiencia personal no exige que nuestros contactos o seguidores construyan una mirada representativa. En general, solemos armar marcos afines y cada cual tendrá un margen de apertura o tolerancia más o menos amplio. Pero cuando se habla de trabajos profesionales considero que hay menos margen de error que en las encuestas tradicionales. Se puede trabajar con universos más amplios e información más completa.

–Se habla de que el gobierno nacional utilizaría una plataforma especial de Facebook como herramienta laboral. ¿Cómo funciona?

–Es un servicio extra que ofrece Facebook para gobiernos o entornos laborales amplios. Son grupos cerrados que aplican prácticamente las mismas herramientas que todos conocemos de Facebook y algunas más específicas. Favorece el ida y vuelta y puede agilizar el trabajo.

–Suena raro que un gobierno soberano entregue tanta información a una empresa particular y con su sede en el exterior.

–En principio deberíamos definir qué es un gobierno soberano. Y después pensar quién tiene más datos. En este caso, considero que Facebook tiene más datos para entregar que el gobierno argentino. No voy a decir que estoy totalmente a favor, pero puedo asegurar que quien sale más beneficiado a nivel datos es el Estado. El Gobierno podría hacer un seguimiento mucho más exacto de las acciones de sus trabajadores.

–¿Se puede mantener la privacidad en las redes sociales?

–La privacidad no es un derecho humano. Tampoco se la conquista. Es un espejito de colores que nos regalaron a cambio de quedarse con todo el continente. Si prestamos atención, hoy cuanto más nos exponemos mejor nos va. En la época victoriana la privacidad prácticamente no existía. Y a nadie le importaba. No se verificaba en las costumbres cotidianas –los baños eran públicos, por ejemplo– ni en los bienes. En Roma y en Grecia no existía el concepto de privacidad. En el feudo tampoco. Pero con la Revolución Industrial y el capitalismo nos hicieron trabajar muchas más horas para comprar lo que teníamos antes. Aparecen la propiedad privada y, como extensión, la privacidad. Con la modernidad se supone que llega la libertad, pero resulta que todos somos esclavos de un sistema que explota mucho más. El fenómeno de los luditas, que rompían todas las maquinarias, era el del rechazo al nuevo orden económico y social. Ahora estamos avanzando hacia una nueva era.

–¿Cómo será el nuevo orden económico social?

–Ya no se necesita tanto empleo. Las fábricas cada vez son más automatizadas. La inteligencia artificial ya existe y va a avanzar a pasos agigantados. Si comenzamos a solucionar el tema alimentario con proteínas generadas de una forma mucho más eficiente, definitivamente estaríamos ante un escenario completamente nuevo. El trabajo no será necesario. En Noruega ya se está implementando una asignación universal de mil euros. No habrá trabajo para todos, pero el Estado garantiza un piso de calidad de vida. Es un camino. No digo que todos los Estados lo tomen. Pero en todo caso deberán discutir los caminos posibles ante un nuevo statu quo. La necesidad de trabajar es parte de un relato de un modelo que va a desaparecer. Hasta el libre albedrío está sobreestimado. ¡Nada genera más angustia que tener que tomar decisiones!

–¿Qué lugar tienen las redes en esta nueva etapa?

–Este mundo pos-posmoderno es en red. No se puede entender de otra manera. La figura del genio, del artista, del científico loco aislado del mundo no existe más. Las creaciones son cada vez más colectivas. Lo vemos en las grandes series que nos encantan a todos. Tienen 25 guionistas y 25 directores. Los premios Nobel ahora los recibe un compendio de científicos de diversos países. No quiero exagerar, pero Twitter es un protoejemplo de lo que sería un cerebro colectivo. Marchamos hacia ser una raza conectada cerebralmente. Lo que estamos viviendo hoy es como un dibujo de mi hija de cuatro años de lo que vendrá.

–¿Entonces no nos para nadie? ¿Vamos hacia un mundo casi perfecto?

–No estoy diciendo que todo es un paraíso. Pero todo será muy diferente. Estábamos acostumbrados a que podíamos ser distintas personas según el ámbito donde estuviéramos. Uno en tu trabajo, uno con los amigos del club, otro con los amigos de tu infancia… Eso va a desaparecer. Eso puede ser usado a tu favor o en tu contra. No importa. Hablamos de distintas reglas de juego. Antes jugábamos al fútbol, ahora al rugby. Google es nuestro oráculo y todos somos nuestras propias marcas.

–Los que pueden administrar toda esa información siempre son unos pocos. ¿No es peligroso que cada persona esté tan expuesta?

–Es así. Es inevitable. Si no hago nada ilegal no tengo nada que ocultar. ¿Qué puede pasar? ¿Que Amazon sepa que compré dos libros de un autor y me ofrezca el tercero que recién salió? ¡Gracias! ¡Yo quiero eso! ¿Para qué consumir todo el tiempo publicidad al boleo si me pueden mandar lo que me interesa? El consumidor mató la privacidad. De los celulares vamos a pasar a los relojes inteligentes y después a la ropa. Ya se está probando insertar chips en ratas, a modo de memoria auxiliar. Y los experimentos están arrojando muy buenos resultados. En diez o quince años vamos a tener chips con un banco de memoria infinito. A mí me gustaría tener cargada toda Wikipedia, saber si tengo algún violador o ladrón sentado al lado en un bar… Dentro de treinta años será otro mundo. Sentíamos que no había futuro porque en 2000 no pasó gran cosa. Pero ya empezó. Va a crecer la expectativa de vida a un promedio de 100 años. Y el campo virtual será gran parte o casi toda nuestra vida. Yo no puedo estar más entusiasmado.

–Pongámoslo en términos de Matrix. Vos jamás tomarías la pastilla azul.

–¡Obvio! ¿Vos viste cómo vivían afuera? Comían todos los días una baba espantosa y añoraban un bife. Matrix fue una película exitosa porque la sociedad compró hace décadas el verso de la libertad. Si lo analizás no hay duda. La vida “real” era horrible. A mí no me importa si algo es real o no. Quiero sentir la sensación. Mi objetivo es ser feliz. No vivir en la real realidad. En Matrix la vida te ofrecía frío, hambre y unas máquinas que te querían matar. Pero podías optar por confort, paz y taiwanesas a gusto. Yo quiero esa libertad.

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