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La Revista

LA OPINIÓN DE SUS COLEGAS

El inconfundible humorista conquistó la máxima popularidad y luego devino en mito. ¿Pero qué lo transformó en una figura única de nuestra cultura y cuánto de su impronta trascendió hasta nuestros días? Reflexionan Dady Brieva, Fátima Flórez, Coco Sily, Sebastián Presta, Ana Acosta y El Cadete.

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La opinión de los otros

Por Juan Manuel Strassburger. Algunos lo recuerdan por El Capitán Piluso, su primer éxito apuntado al público infantil. Otros, por El Manosanta o Rucucú, icónicos personajes de No toca botón y Operación Ja-Ja. O por Mi novia el…, Departamento compartido o sus películas con Porcel: tantas veces pasadas en la tele de los sábados o domingos por la tarde. Lo que es seguro es que ninguno deja de recordarlo. Para los humoristas actuales (y de ayer), la figura del Negro Olmedo, a 30 años de su muerte, es una presencia ineludible, más allá de haber intentado seguir sus pasos o no.

“Fue el Niní Marshall de su época por su capacidad de extraer arquetipos sociales y llevarlos a un personaje de humor”, sostiene Ana Acosta, actriz y humorista que despuntó en Peor es nada a principios de los 90. “Tenía un ojo especial para detectar a esas personas entre sus amigos y conocidos, y con eso hacer un sketch que interpelara a la sociedad. Ya con eso, además de otras cosas, por supuesto, se colocaba un escalón por arriba de los demás.” Sin duda, esa capacidad de radiografiar la idiosincrasia ¿porteña-rosarina?, ¿argentina sin más?con picardía, acidez y, por qué no, algo de ternuraes una de las cualidades más destacada por suspares, hayan tenido oportunidad de conocerlo enpersona o no. “Con los Midachi pudimos tratar con él cuando estábamos en Carlos Paz y él hacía El mito tuvo la culpa, cuenta Dady Brieva, que lo recuerda con cierto habitual semblante “triste” una vez que se apagaban las cámaras. “Es algo que pude hablar con uno de sus hijos. La melancolía que a veces mostraba fuera de la tele. Pensándolo desde hoy creo que él pagó las consecuencias en su cuerpo, su salud y su espíritu de haber sido parte de esa avanzada cultural que vino a derribar muchos tabúes. Nos despertó en muchos aspectos.” Entre las varias cualidades que lo hicieron la gran figura cultural que fue, Brieva subraya “el no tener filtro, el ser incorrecto, el cagarse en todo”. Y agrega: “Uno como humorista está en esto para un poco poner el palo en la rueda del sistema. Generar con las risas algo de malestar. Si no, no hay diferencia entre nosotros y el gerente del Banco Provincia. Y el Negro lograba meter esa cuña de manera natural. Lo tenía incorporado. Siempre hacía lo que nadie esperaba que hiciera”. Ese repentismo, la famosa “impronta” tan destacada entonces y a veces confundida con mera improvisación, está sin duda entre las fortalezas trascendentes de Olmedo. “Cuando todo el humor pasaba por un guión y los humoristas se adecuaban a lo que les escribían los autores, el Negro fue el primero que, sin llamarlo improvisación, no tenía nada que ver con eso, le imprimía algo suyo: una palabra, un gesto, un guiño, un pie de diálogo con el compañero”, pondera Coco Sily, actor, conductor y reconocido monologuista de espectáculos y unipersonales. “Creo que esa impronta y la famosa ruptura de ‘la cuarta pared’, cuando miraba a cámara o mostraba lo que había detrás del decorado, está entre lo fundamental que nos dejó a nivel oficio a los que hacemos humor hoy”, señala.

En el caso de las humoristas mujeres, ¿influye el género a la hora de poder retomar esa herencia que valora Sily? “A mí me transmitió ese espíritu de libertad, de no casarse con nadie, y la alegría que proyectaba cada vez que se subía al escenario”, asegura Fátima Flórez, tal vez la mayor humorista de imitación actual por su capacidad para la mímesis interpretativa y su genuina gracia para encarnar a figuras que dividen las aguas de nuestra política. “Es un intocable que llegó al corazón de todos. En mi caso, a través de mi viejo, cuando enganchábamos alguna película en la tele y la terminábamos viendo”, cuenta con añoranza.

Esa transmisión de padres a hijos está muy presente en humoristas más jóvenes que no vivieron “la fiebre de Olmedo” de los ochenta (mucho menos el surrealismo beat en blanco y negro del Capitán Piluso en los sesenta), pero igual accedieron a sus personajes y tics más reconocibles vía repeticiones en la tele, videos en YouTube y programas de archivo. Y la admiración palpable de la propia familia. “En mi caso, mi viejo fue fundamental para llegar al mundo Olmedo. Él me contó, por ejemplo, que el Piluso de la canción de Fito Páez en Circo Beat, disco con el que yo me había copado, era el que veía todas las tardes en la tele mientras tomaba la merienda”, sostiene Pedro Rosemblat, también conocido como “El Cadete” en sus micros de humor en el programa El Destape y ahora presente con su unipersonal en distintos puntos del país.

Sebastián Presta, que se dio a conocer en Duro de domar y hoy encabeza la obra Entre ella y yo junto a Soledad García, también reflexiona desde lo personal: “A mí me pasa algo fuerte, y es que Alberto era muy parecido a mi viejo. El mismo corte de pelo, la misma sonrisa. Incluso a mí me han llegado a decir que tengo algunos rasgos suyos. Entonces ver sus sketches años más tarde en la tele significó acordarme inmediatamente de mi viejo. Me pegó bastante también ese lado”. Sily recuerda las salidas de su primera barra de amigos en el Gran Zaguán de San Cristóbal: “La noche consistía en ver una de Olmedo, una de Porcel y una de Olmedo y Porcel. Mejor no la podíamos pasar”.

¿Cuántos Olmedo había? Para el ojo no entrenado, no muchos. Para el que estaba familiarizado con su intuitiva y acertada construcción de personajes, bastante más de la media. “Era impresionante el abanico de personajes que tenía. Era muy versátil”, subraya Rosemblat. Y apunta: “En cualquier puestito callejero está la caricatura de Gardel, el Diego y Olmedo. Eso te da la pauta de lo grande que siguió siendo tras su muerte”. Y es cierto: en la memoria popular el nombre de Olmedo no dejó de estar presente.

Ahora, ¿cuánto de su “impronta” perdura en el humor de hoy? ¿Cuánto de sus rasgos y giros registrados? Para Presta, nada: “En el humor de hoy no lo veo. Hay un montón de humoristas muy buenos y hasta geniales que admiro. Pero no creo que su humor haya perdurado. Alberto fue único y no hay un heredero hoy”. En la otra punta, Brieva ve el vaso lleno: “Yo creo que no se perdió nada del Negro. Que la mayoría de los humoristas tenemos alguna impronta suya. Eso de ir detrás de cámara se relaciona hoy con sacarle el micrófono al notero, romperle el papel de las preguntas, descontracturarlo. La otra noche, por caso, me pasó que el Chino se me cayó encima en plena función y tuvimos media hora tentándonos en el suelo. Todo ese relax es Olmedo”. Para Acosta, en tanto, Guillermo Francella fue sin duda quien más cerca estuvo de encarnar su legado. “Sobre todo en la etapa de Poné a Francella. Eso de mirar a cámara o los latiguillos que instaló. Todo eso era muy del Negro”, elogia. Y remarca: “Hay que tener mucha autoridad para apelar a esos recursos y no quedar pedaleando en el aire; que no te endilguen que querés subirte al aura de Olmedo. Guillermo pudo”.

“¿Sabés lo que pasa? –interviene Sily, que coincide con Brieva en que la impronta olmediana es algo que todavía puede detectarse en el humor actual–. El Negro tenía un ángel que es irrepetible, pero las puertas que abrió pudieron aprovecharlas todos después. Fue un humor muy rupturista. Una locura.” Hace unos años, Brieva participó de El gen argentino, un programa que a través de debates y votaciones se proponía elegir al hombre nacido en estas tierras, ya muerto o vivo, con el que más se identificaban los argentinos. Conducía Mario Pergolini y al Midachi le tocó defender la postulación de Alberto Olmedo. “Me acuerdo de que había una cosa de querer ser Favaloro, San Martín o Fangio. Y la realidad es que casi todos llevamos un Mono Gatica dentro, más allá de que algunos luchen para no dejarlo salir. Olmedo fue muy famoso en vida y muy querido. Pero también fue lo grasa, lo que avergonzaba, lo que los modos cuidados y educados del establishment no se animaban a ser. El Negro sacaba todo eso a la luz. Y lo hizo con una gracia que no se volvió a ver.”

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