Juanse nació el mismo año que los Stones y cumplió el sueño del pibe, cuando pibe: tocar con ellos, compartir productores, mezclas, aprender de los grandes. Hoy, maduro y distanciado de esos embelesamientos, reconoce la apertura que operaron los Rolling y los Ratones Paranoicos para bandas que se hicieron “de abajo” y convoca a dejar de lado las idolatrías.
lunes 29 de mayo de 2017 | 4:06 PM |Por Maitena Aboitiz. Muy lejos de la adoración a la banda renombrada como Sus Majestades Satánicas y muy cerca de su ferviente fe en Dios, Juanse hoy mira su pasado con desapego. Se muestra muy consciente de la influencia que dejó con los Ratones Paranoicos e bandas como Jóvenes Pordioseros, Viejas Locas y otras, surgidas en la década del 90.
Y al escucharlo hablar de sus momentos compartidos junto a los Rolling Stones, transmite una sensación de cercanía, con quienes para muchos son las máximas –e inalcanzables– estrellas del rock and roll inglés. También recuerda con cariño experiencias vividas junto a Mick Taylor, Ron Wood, Keith Richards, remarcando la excepción de Mick Jagger, de quien prefiere no hablar.
Pero a quien destaca en importancia por encima de los integrantes de los Rolling Stones es al productor Andrew Loog Oldham, el mismo hombre que atrapó su atención cuando conoció a través de libros en su juventud la historia de los Stones, y quien marcó un antes y un después en su carrera cuando produjo el disco Fieras lunáticas, de los Ratones Paranoicos, en 1991.
–Andrew Loog Oldham prácticamente inventó a los Stones, porque no sólo los encontró en ese show en Richmond, sino que les modificó la formación, echó a un guitarrista y al pianista y los armó de nuevo. Es el que los obligó a componer. Imaginariamente comencé a dialogar con él a través de una novela llamada Mick Jagger, de Anthony Scaduto, donde contaban una historia de los Stones de la década del 60/70, pero en forma novelada, y Andrew era un protagonista. Me quedé pegado con ese personaje. Y se dio que esa especie de focalización que hice con respecto a Andrew se transformó en una realidad porque no pasaron más de ocho años que estaba en un estudio con él trabajando, produciendo, grabando y mezclando.
–Mucha gente de acá, más allá del fenómeno de los Rolling Stones en la Argentina, conoció a los Stones por vos y por los Ratones, así que fueron como un puente. Es un fenómeno doble: esa cosa argentina con los Stones y una huella propia que dejan ustedes más allá de la influencia.
–Es que la influencia en un gran punto es haberlos escuchado, casi a la par de los Beatles y de admirarlos en una etapa, de los 60 a los 70 y principios de los 80. Pero nuestro sonido no se parece en nada, tiene alguna influencia un poco punk, el rock and roll es parecido. Nosotros nos diferenciamos de los Stones en que nunca hicimos covers en los discos, salvo mucho tiempo después, que grabamos “Me gusta ese tajo”, de Spinetta. Siempre tuvimos nuestras propias canciones y eso, de alguna manera, determinó que la banda fuera la elegida para actuar con ellos acá la primera vez; y con Richards, él nos eligió. Porque Richards había venido a tocar con nosotros en el 92 en Vélez y él fue el que propuso a la banda para cuando se hicieron los River.
–¿Cómo recordás esos shows?
–Hoy los veo como una historia vacía, no me generan nada desde el punto de vista emotivo. Sí considero que fue una apertura muy grande para lo que vino después, muy importante. Se abrió un amplio espectro de posibilidades para bandas de bajos recursos, para formaciones no tan experimentadas, que sí fueron adquiriendo solvencia a través del tiempo. La Argentina estaba llena de prodigios, de tipos ya consagrados, tipos que ya sabían tocar antes de grabar su primer disco, en cambio nosotros hicimos que se llene de bandas de tipos que no sabían tocar y grababan e iban aprendiendo a tocar mientras grababan discos. Es bueno eso.
–¿Te gustan esas bandas?
–Es que nunca las escuché porque nunca les presté mucha atención. Soy amigo, fui conociendo personalmente a Pity [Álvarez], al Toti [Iglesias, de Jóvenes Pordioseros] y al Rolo [Sartorio, de La Beriso]. Esas son las bandas que tienen movidas. Me gustan, me parece que son excepcionales desde el punto de vista de lo que alcanzaron, desde la nada, desde esos barrios tan empobrecidos, empezaron a grabar discos.
–Y a ser cronistas de una época también, ¿no?
–Exacto. Es el relato de una descripción. Es muy válida. Yo ahora estoy mucho con el Evangelio y las personas de las cuales se había rodeado Jesús eran personas a las que no les faltaba un jugador, les faltaba medio plantel, pero tenían un corazón enorme, y eso fue lo que les posibilitó ser transformados en lo más alto. Ni siquiera la teología puede entender qué es lo que dicen. Hay explicaciones simples, pero complicadas de aceptar: la intervención del Espíritu Santo hace que todo cambie, que todo se transforme, que todo se renueve, que todo parezca distinto y altísimo e inalcanzable. Entonces, bajando, nos encontramos con que todo sigue una matriz, y en esa matriz ellos fueron trabajando, fueron bastante duchos dentro del desenvolvimiento técnico y creativo. Y los Ratones la diferencia que tienen es esa, es un grupo que estuvo sumamente preocupado por el aspecto técnico. Es una música simple, elemental, con letras que están buenas, pero fundamentalmente es muy complejo el armado de la construcción técnica de lo que hacemos, porque lo vamos demostrando con los años, ya pasaron treinta y los discos siempre se adaptan a cualquier sistema de reproducción.
–¿Qué aprendiste de Andrew Oldham?
–Todo. Aprendí a ser productor, a mezclar, igual que él, porque él aprendió de la nada, y yo aprendí de verlo a él, de verlo a Steve Rosenthal, de tipos que conocen realmente lo que es una consola, el estudio, el sonido, las curvas, las mediciones, las distribuciones, la orientación.
–¿Y más en lo personal? Me refiero al modo, a esa cosa inglesa.
–Con el inglés somos bastante parecidos, vos pensá que cuando Andrew llegó al país no hablaba una palabra de español y yo hablaba mal inglés. Pero nosotros no necesitábamos hablarnos, había una comunicación, vos te das cuenta de que tenés una comunicación con alguien cuando podés estar horas en una habitación a solas escuchando música, mirándote, tocando, cantando, recordando, o sea, solamente me pasa con él y con muy pocas personas más. Me pasó con Mick también, nos reíamos porque no hablábamos, nos mirábamos y nos entendíamos todo.
–Tienen algo físicamente, ciertos rasgos hasta familiares.
–Es que somos iguales, es como un recorte, no sé, Dios agarró una plancha, recortó y tiró dos acá y dos allá.
–Y otro momento clave fue la grabación con Mick Taylor, ¿cómo fue?
–Hubo varios momentos, hemos grabado con muchos artistas, Al Kooper, Mick Taylor, hasta el mismo Jimmy Rip, un compositor increíble, productor de Jerry Lee Lewis; hizo muchas canciones de los Stones, que obviamente están firmadas por Jagger y Richards pero son de él. Lo de Mick Taylor fue muy bueno, se bajó con la viola colgada del avión, estuvo veinte días con nosotros prácticamente ensayando, nueve días ensayando para Obras. La primera parte la ensayamos en un Prix D’Ami que hubo durante una época en Ciudad de la Paz y Blanco Encalada y después nos fuimos a TNT a ensayar, y ahí se armó el Obras afuera y después hicimos dos shows en Prix D’Ami con Mick Taylor y Pappo.
–Y cuando lo conociste a él o a Richards o a alguno de ellos, ¿te sentías identificado?
–Eso me pasó con Ronnie Wood y con Richards. Yo era muy joven, ellos mucho más viejos que yo, pero fue así, al toque. Después todas las veces que vinieron nos vimos, menos la última porque a mí ya no me llamaba la atención. Pero cuando sos chico es lindo. Me acuerdo de la segunda vez que vinieron, yo volvía de Bariloche, de actuar, me habían llamado de un lugar que se llamaba Roxy en Bariloche y venía en el remís del aeropuerto, y me suena el celular, lo atiendo y era Roy Martin, que era una especie de hermanastro de Keith, y era él que me estaba llamando, avisándome que había llegado, que estaba en el hotel y ya estaba todo listo para que yo fuera. Para un chico es raro meterte en un auto e ir ahí a perder el tiempo. Pero son épocas, ya pasó una cantidad de tiempo y ya eso es como que no significa mucho.
–Te quería hacer volver a esa etapa del Juanse chiquito, que escuchaba su música por primera vez. El impacto debe de haber sido muy fuerte.
–Sí, era muy entretenido, obviamente había algo que era atractivo como podría ser hoy para un bebé de ocho meses escuchar a Lali Espósito (risas). El cerebro que está en formación puede creer que es atractiva esa música. Mi cerebro tenía ya cuatro años y me gustaban los Beatles, después me gustaron los Stones. Obviamente los Stones son la mejor banda de rock and roll en inglés, la mejor banda de rock and roll en español ya sabemos cuál es, por eso estamos acá sentados hablando. Entonces, con base en el rock and roll, es todo lo que quieras construir en la unión con respecto a ese concepto. Es un concepto que no requiere lenguaje. Si vos prestás atención, nosotros, como banda, logramos que se pueda exteriorizar sin pudor que una banda de rock and roll inglesa sea masiva y popular en el país que más odia a los ingleses en todo el mundo, siendo el país de menor entendimiento del idioma inglés que hay en el mundo, 90 mil personas coreando una canción que no se sabe lo que dice. Ese es el mérito de la relación entre los Ratones y los Stones.
–Quiero que me cuentes alguna de esas conversaciones lindas que hayas tenido con estos personajes.
–Es que las conversaciones estaban concentradas en el silencio, eso es algo que la gente no lo comprende, nuestras conversaciones eran agarrarle los cigarrillos a Richards o que me pidan que les lleve una mesa de snooker a la habitación, a la mansión, cosas insólitas. Es una intimidad doméstica que no tiene relato, es un misterio.
–Y vos tuviste la oportunidad de verlo más de cerca.
–Sí, pero en una época. El último contacto que tuve con ellos fue en 2006, cuando vinieron por penúltima vez. Yo ahí estaba en esa frecuencia, pero después no.
–¿Qué opinás de esa fascinación argentina?
–A la gente le gusta, es el espectáculo. Hay cierto atractivo entre los dos pueblos. Yo ahora voy mucho a Londres porque estoy en el Abbey Road Project, que es una selección durante todo el año, se elige una banda para que grabe en Abbey Road y la banda viaja, nosotros vamos y la elegimos, a veces le meto violas a la banda que va. Cuando fui en diciembre o noviembre, habían hecho una encuesta en Londres donde se preguntaba qué tres deseos pedirían los encuestados, entre 60 o 600 mil personas, no me acuerdo, el 80 por ciento el primer deseo era ver Boca-River en la cancha de Boca. O sea, ven por televisión y después la realidad no es tan así. Los Stones lograron algo muy importante, nosotros con los Ratones también lo logramos y en eso nos parecemos, la gente prefiere saber qué hacemos en la intimidad que por ahí ir a vernos en un show. Y eso no fue intencional, es algo que inventa la gente. Andá a saber qué piensa esa nena de ocho meses que está escuchando a Lali Espósito.
–¿Te gustó el último de los Stones?
–Ni lo escuché. Escuché un par de bluses, pero son sesiones recauchutadas de lo que sobró, ahora volvieron a grabarlas. Pero esas canciones son las que se vienen escuchando hace 50, 60 años en el blues, son temas tradicionales de blues, que ya no pienso escucharlos de nuevo. A mí me gusta pasar rock and roll por la radio, eso sí, porque veo que nadie pasa, entonces pongo a Chuck Berry, a Little Richard, pongo a Pescado Rabioso, Pappo obviamente, en la Nacional Rock.
–Pensaba en cosas que tal vez te hayan quedado de estos personajes que para vos son gente muy al alcance de la mano, que son pares, pero no para el lector.
–Claro, pero al lector de la nota hay que instruirlo también. Si seguimos martillándole el cerebro con cosas que no son, terminamos todos corriendo por la calle con la remera de la lengua.
–¿Y cómo hacemos para que eso no suceda?
–Decirles que todo es pasajero, que todo es una gran industria y a ellos lo que menos les preocupa es saber qué está pasando con el rock and roll en el mundo. El mundo va yendo en una dirección en la que hay que tratar de abrir el marulo, hay que abrirse a todo. Los ídolos se construyen para reemplazar a Dios. A veces el bien no es hacer lo que nos gusta, es hacer lo que tenemos que hacer, entonces reemplazar a Dios por una pelota de fútbol, hacer diez cuadras de cola por entrar a ver a un equipo a ver si le gana al otro… Después, cuando te enfermás, ¿a quién le vas a pedir que te sane, a Perfumo? No, cuando vas al hospital se te llena el respaldo de estampitas y no tienen la cara ni de Richards ni de Jagger.