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La Revista

LA ENTREVISTA – Gonzalo Chaves

Gonzalo Leónidas Chaves fue uno de los militantes que John William Cooke recibió en La Habana, en pleno auge del triunfo de la Revolución Cubana. Relata minuciosamente su experiencia y analiza la influencia del Bebe.

 

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LA ENTREVISTA-Gonzalo Chaves

Por Damián Fresolone. Chaves entra y comienza a saludar a mozos y conocidos, se encuentra a gusto como nos pasa a todos cuando somos habitués de un lugar. Se acerca a una concurrida mesa y saluda a Carlos Raimundi y a otros militantes que reconoce de antaño. Saca unos apuntes impresos donde puede leerse parte del documento firmado como acuerdo final por el Movimiento Revolucionario Peronista, en 1968. Todo ocurre en la esquina de 49 y 6, donde alguna vez funcionara la antigua estación ferroviaria de La Plata. Allí transcurre la entrevista, en la ciudad que vio nacer al mismísimo Cooke, al propio Chaves y a un destacado sector militante de la resistencia peronista.

–¿Cómo describiría ideológicamente a John William Cooke?

–Cooke fue un adelantado, un vanguardista. El asumió el marxismo como una herramienta para cambiar la realidad, no como un dogma, y lo hizo muy bien. Perón dijo en un discurso, en 1973, que las fronteras del movimiento nacional se fueron extendiendo y pasaron a ser más amplias que las del propio peronismo. Hoy, a la distancia, esto parece obvio, pero el gordo Cooke lo había visto mucho antes.

–¿De qué manera se inicia su cercanía con Cooke?

–La primera proximidad no fue física, sino de conocimiento. La tuve mediante el sistema carcelario porque mi padre, Horacio Ireneo Chaves, estaba en la cárcel de Magdalena por haber participado del levantamiento del 9 de junio de 1956 contra la autodenominada Revolución Libertadora. Él intenta fugarse de allí y como castigo lo mandan a Río Gallegos. Es en ese penal donde se encuentra con Héctor Cámpora, Guillermo Patricio Kelly y John William Cooke que, a su vez, estaban planificando su fuga. Ellos sí la ejecutaron, en marzo de 1957, huyendo hacia Punta Arenas. Para la Revolución Libertadora fue un golpe muy duro que se les hayan escapado esas figuras destacadas  de la dirigencia. No olvidemos que Cooke ya había sido designado delegado personal de Perón, en una carta que el General le envía desde Caracas en noviembre de 1956.

–Entonces el primer vínculo físico llega con su viaje a Cuba.

–Sí, el gordo Cooke y Alicia Eguren, su compañera, viajan exiliados a La Habana en 1959. Comenzaron a crear un vínculo muy estrecho con la Revolución Cubana y por lo tanto se propusieron acercar el peronismo a la revolución y la revolución al peronismo. Una tarea muy difícil para la época ya que fuera del país se conocía al peronismo como un movimiento fascista. Así es como Cooke tenía posibilidades de invitar a diferentes dirigentes y compañeros, entre ellos a José María Rosa, Silvio Frondizi y lo llama también a mi padre a visitar la isla. Mi viejo no quiso ir por ocupaciones y compromisos personales que tenía en la Argentina. Entonces me propuso a mí, yo acepté y viajé a mis 23 años. Estuve cerca de cinco meses allí.

–¿Llega a La Habana y con qué se encuentra?

–En el aeropuerto me recibe Alicia, yo viajé con otro compañero de La Plata. Ella siempre con una presencia muy importante. Era una gran intelectual, escribía mucho. Apenas bajo, la veo con un libro de poemas de Paul Éluard. A los pocos días nos trajo unos cuantos libros a cada uno para que leamos, mientras nos acomodaban en Cuba. Vivimos en algunos hoteles y después en las clásicas residencias para extranjeros de La Habana.

–¿Con qué expectativa hizo el viaje?

–Fuimos con mucho embellecimiento de lo que era la Revolución Cubana recientemente ocurrida y lo que significaba eso para nuestra América. Estábamos ansiosos por conocer una revolución que efectivamente se había ejecutado. El grupo de argentinos que estaba en La Habana, todos invitados por Cooke, era muy bullicioso. Teníamos infinitas discusiones internas y debates muy profundos porque proveníamos de líneas diversas: del peronismo revolucionario, de la izquierda, del Partido Socialista de Vanguardia, etcétera. Pero todos con un mismo fin. Cuando estábamos en La Habana se produce la denominada crisis de los misiles (conflicto entre Estados Unidos, la Unión Soviética y Cuba por el descubrimiento de bases de misiles soviéticas en la isla) y el grupo de argentinos se alistó para defender a Cuba de cualquier invasión, entre ellos, obviamente, Cooke y Alicia.

–Mucho se habló de que la estadía en Cuba se utilizaba para realizar entrenamiento militar en distintos espacios que conformaban la Resistencia Peronista.

–Siempre se dijo eso. En mi caso particular no fue así, no necesitaba ir a Cuba para aprender a tirar, soy hijo de un suboficial del Ejército, imaginate, apenas cumplí 18 años me enseñó a tirar. El interés mío pasaba puramente por la experiencia política de la revolución, no veíamos que la práctica cubana pudiera ser trasladada mecánicamente y sin condiciones a la Argentina. Viajé por un compromiso de formación teórica y práctica, no estrictamente por el entrenamiento militar.

–¿Cuáles eran las actividades de Cooke en la isla?

–Él estaba viajando mucho. Sus intenciones eran dos: que Juan Domingo Perón deje el exilio en España y vaya a Cuba y afianzar el vínculo entre el general y la Revolución Cubana; pero no tuvo éxito. Perón en aquel momento estaba muy rodeado, no era fácil convencerlo de algo.En lo que sí triunfó el Bebe fue en describir y resignificar lo que era el peronismo fuera de Argentina. Logró explicarles el peronismo a los cubanos y la Revolución Cubana a los peronistas. Le dedicó

mucho tiempo a eso. Cooke también tuvo un vínculo muy estrecho con el Che. Creo que no tanto con Fidel Castro, no por mala relación, sino por una cuestión de ocupaciones y responsabilidades.

–Cooke llega a la isla meses después del triunfo revolucionario y vos sólo dos años más tarde.

–Claro, a principios de los años 60 la revolución se palpaba en la calle, al caminar por La Habana. Recuerdo que un día fuimos al cine en El Vedado y lo vimos al Che Guevara, estaba sentado en el cordón de la vereda, con el uniforme, era un espectáculo de película para nosotros en plena juventud.El pueblo cubano es muy solidario. En aquel momento, cada complejo habitacional que se construía tenía que destinar una unidad a un exiliado latinoamericano. Recuerdo también que fue Cuba el único país que permitió a mis hijos ir a la escuela con sus nombres y apellidos reales. La experiencia fue inolvidable para todos los militantes y dirigentes de la Resistencia que estuvimos allí. Vimos con nuestros propios ojos que la Revolución Cubana fue una revolución del pueblo, y de allí que la comparábamos con la experiencia peronista.

–Luego de los cinco meses regresa a la Argentina. ¿Con qué idea?

–Casi todos los argentinos fuimos volviendo en ese lapso. Yo regresé desde Chile y a pesar de no conocer ese país pasé de largo, sin parar, tenía mucha urgencia por llegar a la Argentina y arribar con el sabor de la revolución en la piel para poder transmitírsela a los compañeros. En mi caso volví con la idea bien concreta de llegar a La Plata y recomenzar la militancia desde abajo, principalmente reunificando a la Juventud Peronista de la ciudad. El espacio estaba diezmado, necesitábamos rearmarlo. Cuando arribo me encuentro con que una parte de los compañeros estaban presos, otros exiliados y otros dispersos por el país por la persecución sufrida. Nunca me olvido de que comenzamos tocando la puerta casa por casa. Éramos cuatro a mediados del 63 y en los setenta éramos miles.

–¿En Buenos Aires vuelve a tener relación con Cooke?

–No inmediatamente, porque al año siguiente de volver al país, en 1964, me incorporo al Movimiento Revolucionario Peronista (MRP) que conformaba una línea de pensamiento con una vertiente diferente. Mientras que, en paralelo, el Bebe y Alicia estaban organizando la Acción Revolucionaria Peronista (ARP) y congregando compañeros para ese espacio.

–¿Lo vuelve a ver en 1968 recién?

–Claro, en agosto de 1968, se realizó el Plenario de la Militancia Revolucionaria en el Sindicato de Farmacia, con una magnitud tremenda. Fue un acuerdo de unidad formidable por las figuras que se hicieron presentes. En ese plenario se resolvió promover la “lucha frontal” contra la dictadura de Juan Carlos Onganía, no convenía decir “lucha armada”, pero todo el mundo entendía de qué se trataba. Y al final de aquella jornada, que duró todo el día, se presentó el Bebe Cooke con Alicia. Fue para el cierre, sólo para dar su aliento. Al gordo ya no se lo veía bien, caminaba con mucha dificultad. Él no habló, no podía, no tenía condiciones. Efectivamente, un mes después falleció.

–¿Cuál cree que fue la mayor influencia que dejó Cooke para la militancia de la época?

–En el peronismo de fines de la Resistencia Cooke tuvo una repercusión muy grande. En la década del 70 nos abrimos hacia la lectura de Mao Tse-tung, de Lenin, comenzamos a ligarnos a la revolución argelina, etc. Cooke, con su accionar, legitimó que nosotros podamos leer a estos autores sin ser acusados de nada. Otra cosa que al gordo le apasionaba muchísimo era el revisionismo histórico. Eso sirvió para formarnos y entender que la historia no empezaba con nosotros. Lo que hizo Cooke, fundamentalmente y con una gran utilidad, fue abrir las puertas para acercarnos a otras experiencias y formas de pensamiento no tradicional dentro del movimiento, en un momento donde el peronismo estaba un poco cerrado. El gordo, a pesar de su alto nivel intelectual, se caracterizó por su sentido práctico. Siempre vinculó la teoría revolucionaria con la acción revolucionaria: si no hay traducción a la praxis, son sólo charlas de café, decía él. Chaves acomodó los sobres de azúcar, sus papeles y dio el último sorbo. Saludó a los mozos, a aquella mesa concurrida y se fue. Muy a gusto, como cuando nos sentimos habitués de un lugar.

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