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La Revista

La encrucijada después de Repsol

Un nuevo escenario se abre tras el acuerdo con la empresa española por la expropiación de YPF, que propicia inversiones de riesgo en Vaca Muerta. Perola competencia internacional y los precios del gas y el petróleo apuran los tiempos. 

Por Sin Firma
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El acuerdo que el gobierno argentino alcanzó en febrero con la española Repsol por la expropiación en 2012 del 51 por ciento de las acciones que tenía en YPF fue leído por los mercados y el mundo inversor como una buena señal de cara al futuro. Un paso inevitable y necesario, aunque tardío –afirman algunos analistas– pero que pone al país en la dirección correcta para movilizar inversiones hacia el sector energético, en especial destinadas a la exploración y producción de gas y petróleo. Esto es crucial si se observa el incalculable potencial que tendrían las formaciones Vaca Muerta y Los Molles, en la cuenca neuquina, y que requieren de ingentes recursos financieros para una explotación de tipo no convencional (shale oil, shale gas, tight sand gas). El último informe de la Agencia de Información Energética de Estados Unidos (junio de 2013) consigna que la Argentina tendría las segundas reservas mundiales de shale gas (802 trillones de pies cúbicos, Tcf) detrás de China, y las cuartas de shale oil (27.000 millones de barriles), en un ranking encabezado por Rusia, Estados Unidos y China.

Pero más allá de los detalles y del gesto de confianza y madurez política que denota el entendimiento con la firma española, el acuerdo desactiva –y esto es lo más relevante– la amenaza de juicios en tribunales internacionales por parte de Repsol contra aquellas compañías que cerraran acuerdos de asociación con YPF o realizaran inversiones en áreas adjudicadas a la compañía argentina.

Un pie en el bote. “El acuerdo con Repsol despeja el escenario para que lleguen inversiones petroleras, esto levanta uno de los a plazos que tiene el país, pero quedan otros, especialmente en materia energética”, asegura el ex secretario de Energía Daniel Montamat. El experto destaca que “se requiere de otra política energética”, cuyos pilares deberían ser una estrategia de largo plazo, definida para los próximos veinte años; señales de precios distintas para la producción de petróleo y gas, para el transporte y la distribución, reduciendo los subsidios y con tarifa social; y por último, reglas de juego claras para que vengan las inversiones. En este marco, Montamat puntualiza que también “hay que levantar el aplazo económico”, combatir la inflación y hacer lo necesario para volver a los mercados internacionales de crédito.

El geólogo y consultor petrolero Daniel Kokogian destaca que “por el momento los no convencionales son recursos, no reservas, van a ser reservas con los años”, pero aclara que “siempre va a ser una energía cara”. Hasta hace unos meses se estimaba que el costo de hacer un pozo para explorar en forma no convencional (fractura hidráulica y perforación horizontal)era de unos 10 millones de dólares en el país, diez veces más que un yacimiento tradicional; sin embargo, las nuevas tecnologías utilizadas por YPF en los últimos meses permitieron bajar el costo a 7,5 millones de dólares por pozo.

De cualquier modo, para explorar si hay recursos atrapados en la roca madre a más de tres mil metros de profundidad –de esto se trata la explotación no convencional– se requieren miles de millones de dólares anuales, en una inversión de alto riesgo y sin certeza de rentabilidad al final del camino. En este marco, admite Kokogian, “la idea de las multinacionales petroleras que vienen al país es poner un piecito y entrar (en el negocio) para después ver cómo seguir”.

“La pérdida de reservas de la Argentina requiere de mucha exploración y explotación de hidrocarburos, y hacer eso en Vaca Muerta obliga a tener un flujo de recursos de entre 15 mil y20 mil millones de dólares por año”, calcula el especialista enmercados energéticos Francisco Mezzadri. Esto en un contexto en el que todavía no se conocen totalmente la geología del terreno ni el potencial de recursos recuperables.

En 2013 se firmó un acuerdo entre YPF y Chevron para explorar Vaca Muerta, un plan piloto en Loma Campana con una inversión de 1.240 millones de dólares. En breve Chevron anunciará si continúa o no con el desarrollo de la explotación (podría invertir hasta 15 mil millones de dólares en cinco años).A principios de 2014 YPF y la malasia Petronas suscribieron un memorando de entendimiento para invertir en Vaca Muerta. A esto se suma el interés expresado por la japonesa Mitsubishiy Compañía General de Combustibles (Corporación América),y un acuerdo para hacer un piloto en la zona entre YPF y Dow Chemical. Pampa Energía, Pan American Energy, Exxon, la ecuatoriana Petro amazonas y Petrobras también están interesados. En febrero último salió a la luz el acuerdo alcanzado entre YPF y Pluspetrol para explorar Vaca Muerta, además de las actividades de Andes Energía en el sur mendocino, al norte de la formación estrella del sector petrolero nacional. También está avanzando la UTE (unión transitoria de empresas) formada por la alemana Wintershall y la estatal Gas & Petróleo de Neuquén una inversión de 110 millones de dólares en seis pozos, con posibilidad de llegar hasta los 3.335 millones de dólares si los estudios dan buenos resultados. Y más recientemente, durante su visita a París, Cristina Fernández de Kirchner se entrevistó con un alto ejecutivo de Total, que manifestó el interés en explorar shale gas.

Vaca Muerta tiene 30 mil kilómetros cuadrados, de los cuales YPF, la empresa más activa en la zona, tiene adjudicados unos12 mil, lleva más de 150 pozos perforados y tiene 19 equipos de perforación operando. Se estima que el 10 por ciento de la producción hidro carburífera de Neuquén se extrae de modo no convencional. La estatal YPF tiene un plan de atraer inversiones por 7.000 millones de dólares anuales, aunque por el momento no ha alcanzado esa meta.

CAMBIO DE ESCENARIO

“Necesitaríamos que vinieran más recursos, por ahora las empresas ponen un pie en Vaca Muerta pero para el futuro”, señala Mezzadri. Que vengan las inversiones “no depende sólo del acuerdo con Repsol”, dice Kokogian, y alega que hay algo mucho más macro que excede al mundo del petróleo. “Las inversiones están paradas o son limitadas porque no pueden girar las utilidades” a sus casas matrices. “Se necesitan políticas creíbles de largo plazo”, aduce Montamat.

 Si bien la tecnología para explorar estas formaciones no convencionales está disponible, aún no está claro que la explotación sea económicamente rentable a los valores internacionales actuales. La revolución del shale en Estados Unidos logró bajar el precio del gas a 2,5/3 dólares el millón de Btu (unidad térmica británica). Hoy está en 4,50 dólares por millón de Btu y podría llegar hasta los seis, según algunos analistas, pero ese valor no garantiza rentabilidad en las inversiones de shale gas en el país.

“Hoy tenemos ventajas respecto de China, Polonia o Argelia, porque los oleoductos y la infraestructura están, y las empresas de servicios operan hace décadas en el país”, pero bajo estas condiciones de mercado, “las inversiones irán donde convenga más”, asegura un experto que pide reserva de su nombre. Además, estamos en un escenario complejo. De hecho, las mayores reservas de Vaca Muerta son de gas pero hace algunos meses que el interés viró hacia el shale oil. “Los estudios en shale gas no dieron los resultados esperados y el precio del crudo hace que sea más rentable explotar petróleo que gas”, se sincera Kokogian. La paradoja es que hoy el mayor déficit, y la demanda más urgente, del país es de gas.

Por Carlos Boyadjian

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UNA OPORTUNIDAD PARA LA NUEVA YPF

Una vez ratificado por el Congreso, el Acuerdo de Compensación suscripto entre Repsol y el Estado argentino constituye un cierre razonable al conflicto iniciado en abril de 2012 con la decisión de expropiar el 51 por ciento de las acciones de YPF y tomar el control de la compañía. La nueva YPF continuará operando como una sociedad anónima, en la que convivirán el interés público de la Nación y las provincias productoras –expresado en el 51 por ciento de las acciones–, junto con el interés de los accionistas privados.

YPF, la primera organización petrolera estatal del mundo, nació como consecuencia inmediata del descubrimiento de petróleo del 13 diciembre de 1907 en Comodoro Rivadavia. La legislación vigente al momento del hallazgo preveía la explotación privada del subsuelo argentino, con concesiones mineras a perpetuidad que no contemplaban el pago de regalías al Estado. De no mediar la intervención del gobierno nacional, el descubrimiento habría disparado una lluvia de pedidos privados de cateo en la zona de Comodoro, iniciando una explotación privada del recurso cuya suerte es difícil imaginar. Lo cierto es que el 14 de diciembre de 1907, el presidente Figueroa Alcorta decretó una reserva de tierras a favor del Estado para una superficie de 200.000 hectáreas con centro en el pozo descubierto. Con esa decisión, el gobierno bloqueó el acceso de los privados a las reservas petroleras de Comodoro e inició de hecho la explotación estatal que hoy conocemos como YPF.

Durante estos más de cien años de existencia, YPF no pudo aislarse de la gran volatilidad de la política y la economía argentinas. Intervenciones, reestructuraciones, privatizaciones, argentinizaciones y estatizaciones; a lo largo de las décadas, la empresa padeció los profundos virajes en la orientación de la política petrolera nacional, en una industria que, por sus características, requiere de horizontes largos y previsibles para desarrollarse. Hoy el inicio de esta nueva etapa para YPF coincide con la enorme oportunidad que representa el desarrollo de los recursos no convencionales (shale), con epicentro en sus áreas concesionadas en Vaca Muerta, en la cuenca neuquina. La explotación de estos recursos no convencionales, que en Estados Unidos revolucionó a la industria gasífera, es la llave para que, con el liderazgo de YPF, la Argentina recupere el autoabastecimiento perdido en los últimos años, deteniendo la sangría de divisas y subsidios que hoy provoca el déficit energético.

Por Nicolás Galano

Investigador del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec)

 

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AJUSTANDO EL AJUSTE

Lentamente, el equipo económico va cerrando el cerco del ajuste ala economía. Primero fue permitir subas de precios en diciembre y parte de enero; luego, 2014 comenzó con un importante aumento en los pasajes de colectivos, y en la tercera semana de enero fue el turno de la devaluación. Con poco tiempo de diferencia, la suba detasas de interés, que llegaron a un 30 por ciento, y el silencio más absoluto sobre algún alivio a través del aumento en el mínimo no imponible en Ganancias, por caso.

Ahora es el turno de la suba en las tarifas de gas y de agua, cuyos aumentos aún se están discutiendo y que si bien se pensaban aplicar durante el Mundial de Fútbol, la necesidad fiscal haría que se anticipen. El Gobierno necesita enfrentar dos grandes fantasmas: el déficit fiscal y la falta de divisas. De manera casi increíble, el Ejecutivo perdió las dos grandes herramientas que le permitieron superar las rispideces del fin de la convertibilidad, la devaluación y el default. Los superávits gemelos, fiscal y comercial, heredados por el gobierno de Néstor Kirchner de su antecesor y legados a la actual administración, fueron los que permitieron mantener algunas de las políticas virtuosas, como el des endeudamiento real (no el actual, que es mentiroso) con incremento de las reservas, tasas de interés bajas e inflación controlada.

Si por alguna extraña resonancia al lector esas situaciones le parecen la contra cara del momento actual, podría decirse que tiene toda la razón del mundo. Y no se trata de ninguna crisis externa, como sí sucedió en 2009, sino de un conjunto de extrañas medidas de política económica. Por ejemplo, mentir sobre los índices de inflación o dejar que bajos precios en los combustibles arrastren al país a importar energía por más de 12 mil millones de dólares.

Y las tarifas están directamente vinculadas con los subsidios al consumo de energía, que fueron indiscriminados y, por lo tanto, totalmente injustos. Un reciente trabajo de la Dirección de Estudios y Proyecciones Económicas de la provincia de Buenos Aires indica que de los 134.114 millones de pesos en subsidios que desembolsó el Gobierno en 2013, 39.500 millones fueron a parar a los sectores de mayores ingresos y apenas 16.200 millones llegaron a los sectores más vulnerables. Por otra parte, y según el mismo estudio, el 20por ciento más rico de la población recibió el 29,5 por ciento de los beneficios tarifarios, mientras que el 20 por ciento más pobre apenas recogió el 12,1 por ciento de los dineros públicos.

Lo curioso es que una parte importante de la inflación, que castiga mucho más a los sectores humildes, se debe a la emisión monetaria para sostener niveles de gasto público cada vez mayores. Gasto que en buena parte se destina a subsidios que, a su vez, disfrutan los más ricos. O sea, nada nuevo bajo el sol.

Por Oscar Martínez

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