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La Revista

¡Yo también quiero ser Asís!

El Turco es una rara avis: no quiere entrar al panteón de la literatura argentina y no le da vergüenza conquistar lectores desde la mesa de saldos, un lugar al que nadie quiere ir.

Su obra es tan vasta y variada que merece una reivindicación, aunque a él no le guste.

Por Sin Firma
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2-95-84

Pocas, poquísimas veces, me dediqué en este espacio a hablar de literatura, de algún librito en especial que me haya gustado y que, por alguna extraña razón, hubiera querido compartir con los lectores. Pero estamos en diciembre y el tiempo comienza a sobrar para leer un buen libro.

Osvaldo Lamborghini, uno de los escritores más controversiales, atractivos y violentos que dio nuestra literatura, tenía una frase genial para referirse al invitado de esta página:“Como quisiera Asís y no así”. Y hay mucho de razón en es a frase, cualquier escritor argentino quisiera ser Jorge Asís. Admirado por los nuevos y denostado por sus compañeros de generación, Jorge Asís es uno de los escritores más importantes de nuestra literatura. Su gigantes caobra de novelas y cuentos, separados en distintas etapas o series, como la Rivarola, la Zalim, sólo es comparable con la obra de Arlt, Conti, Wernike,Walsh y Puig.

Ya no hay una polémica para Asís, hasta sus más sólidos detractores reconocen que el Turco desarrolló una obra interesantísima que no se acaba en una sola lectura. Por ahí leí, en uno de sus últimos reportajes, que no quiere que lo reconozcan, que no tiene ni el más mínimo interés con esa jugadita cultural del rescate. Es cierto, este cada día más joven escritor argentino no necesita nada de eso. Sus libros están ahí, son reeditados una y otra vez, y una y otra vez vuelven a su lugar de resistencia: los saldos. Asís es el único escritor argentino que ha conquistado a sus nuevos lectores desde las mesas de saldos. Como un gurú, como un mesías irrepetible de nuestra contemporaneidad, ha sabido seducir a todo el mundo desde esas mesas a las que ningún escritor quiere mandar un libro porque “es un quemo”. Hay escritores que prefieren comprar sus propios libros antes que verlos en los saldos. Asís, que tiene una literatura que se banca cualquier parada, una verdadera literatura de guerrilla, hace años que se ríe de todos: se parapetó en las mesas de saldos de Corrientes y desde ahí controla el mundo.

Sus títulos emblemáticos son Flores robadas en los jardines de Quilmes, Diario de la Argentina, Los reventados y muchos más. Sin embargo, hay un Asís que no se ha leído con tanta atención. Me atrevería a decir una barbaridad, casi hay un Turco que no se conoce y que, tal vez, sea uno de los más interesantes. Me refiero al Asís de Canguros, de los cuentos excelentes de Fe de ratas o del inolvidable Asís periodista que aparece en Rescate en Panamá. Hace poco releí uno de sus grandes libros, Cuaderno del acostado. Voy a exagerar y voy a afirmar que es una pequeña obra maestra. Exageración a parte, es así. O mejor dicho es Asís. Este libro, editado por Sudamericana en los años 80, nos muestra a un Asís en el colmo de la sinceridad, desnudándose e insultando a todo el mundo sin importarle nada. Aparece un escritor venido a menos, pateando las calles de Buenos Aires, con un cuadernito Rivadavia debajo del brazo.

El autor no deja títere con cabeza, arrasa con todo el aire alfonsinista cuando este era un furor de espíritu cívico y democracia. Un escritor desesperado, caído en desgracia, jura vengarse de todos y al escribir ya lo está haciendo. Un “acostado” tomandola palabra y vengándose de todos, un acostado que necesita escribir para salvarse, para reponerse de la mala. Y en ese acto, el escritor reconoce a los amigos y a los enemigos, a los oportunistas y a los acomodados por el alfonsinismo. De cierta manera, es un libro acostado por los acomodados. Y en ese manotazo de ahogado final, Asís escribe un libro espectacular, imperdible, una de esas joyas que se encuentran en el centro, en cualquier librería de saldos, a sólo veinte mangos. Por eso escribo esto, primero porque es un libro que se escribió hace treinta años y tiene una vigencia notable, un libro al que no le sobra el humor, el cinismo, la burla hacia sí mismo. Un libro de apenas 130 páginas que no tiene desperdicio y sé que un lector que no lo conoce leerá esto e irá a encontrarse con ese libro. El precio también permite ese encuentro.

Por Washington Cucurto

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