Entrevista al sociólogo y especialista en migraciones Lelio Mármora, quien analiza la crisis de Siria y la región, la respuesta de Europa y los vasos comunicantes que unen a las grandes potencias con los movimientos insurgentes. ¿Es posible aprender de esta situación para que no se repita a futuro?
viernes 13 de noviembre de 2015 | 10:11 PM |Lelio Mármora no sólo es sociólogo y especialista en migraciones. Su vida fue y es particularmente intensa, atravesada por el nervio político que marcó buena parte de la última etapa de la historia de la Argentina. Fue cercano a Juan Domingo Perón en su etapa de exilio en Puerta de Hierro, funcionario en su último gobierno, perseguido de la Triple A y bastante más. Vivió en Perú, Colombia, Ecuador. Hoy es director del Instituto de Políticas de Migraciones y Asilo (Ipma) de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Además de su gestión política y docente, escribió más de cien ensayos referidos a temas migratorios, de población y de relaciones internacionales. Su libro Las políticas de migraciones internacionales (1997), editado por las Naciones Unidas, obtuvo una gran repercusión y fue traducido al inglés y al francés. Las crisis migratorias que desangran a parte de África del norte y del Medio Oriente son parte de sus actuales obsesiones.
La hipocresía de Europa y las injerencias de EE.UU., Rusia y otras potencias globales conformaron una situación en extremo volátil y compleja. Mármora considera que volver a un equilibrio no será nada sencillo. Pero que antes que nada se deben comprender las situaciones que llevan a millones de migrantes a huir desesperadamente de sus países dejando todo atrás. Primero deberán resolverse las cuestiones humanitarias, pero las causas que determinaron este brutal desequilibrio también tendrán que ser atacadas para desarticular el combustible de esta crisis.
–¿Cuáles son los orígenes de esta crisis migratoria?
–Tenemos por lo menos dos grandes motores que empujan estas migraciones masivas. Uno tiene que ver con los conflictos bélicos y étnicos que se desarrollan en el norte de África, en el Medio Oriente y Afganistán; el otro gran movilizador de las migraciones es la pobreza y la miseria. La gente quiere escapar de un presente muy duro y encontrar un futuro por lo menos esperanzador para ellos y sus hijos, por ejemplo, los subsaharianos de África.
–¿De qué cantidad de personas estamos hablando?
–Solamente de Siria proceden cuatro millones Refugiados sirios recién llegados a la isla griega Cos. Las precarias embarcaciones en las que se ven obligados a viajar no siempre logran sortear las inclemencias del mar mediterráneo. de migrantes forzosos. Es gente desesperada que necesita huir del horror de la guerra. No se trata de una búsqueda de nuevos horizontes, un cambio o una mejora en sus vidas. Es cuestión de vida o muerte. De ahí la magnitud y la desesperación. Pagan cifras millonarias a los traficantes de personas, arriesgan sus vidas y, como se pudo ver, muchos mueren intentando escapar en transportes que no respetan las normas básicas de seguridad.
Y tienden a ir a Europa por una cuestión de proximidad y porque es una región que tiende a garantizarles paz y cierta ilusión de prosperidad económica.
–¿Cómo sería la mejor forma de manejar esta situación?
–No es sencillo encauzar dentro de cierta gobernabilidad estos flujos tan grandes y complejos. La primera reacción de Europa fue de desinterés y falta de solidaridad. Hay que tener en cuenta que Europa no está recibiendo el mayor volumen de migrantes. El 25 por ciento de la población de El Líbano son migrantes. Los que recibió Europa no superan el 0,25. El tema es que se haga de una manera coordinada y consensuada. Cosa que parecería empezar a buscarse en el Viejo Continente, a pesar de muchas resistencias internas. Pero la crisis de los migrantes no debería hacer que olvidemos sus causas. Las guerras en estas zonas no son casuales ni esporádicas. Responden a injerencias múltiples y reiteradas de países occidentales que desde hace décadas, incluso en algunos casos desde la formación de estos países, condicionan su independencia, agitan escaladas armamentistas y finalmente conflictos con la única vocación de hacer más fuerte su influencia política y dominación económica de regiones con muchos recursos naturales y enclavadas en lugares estratégicos a nivel geopolítico.
–¿La hipocresía de Europa se torció con la foto de Aylan Kurdi, el niño sirio muerto en las costas de Turquía?
–Es muy probable que hubieran tenido que cambiar igual su política de persecución y falta de solidaridad para con los migrantes. Pero es cierto que la foto sacudió a la opinión pública europea y de todo el mundo. La actitud inicial en el Viejo Continente cuando menos exhibía una falta de memoria histórica alarmante. La mayor migración registrada en la historia de la humanidad provino de europeos que escapaban de la Segunda Guerra Mundial y, después, de la destrucción y la miseria. Y fueron recibidos en las más diversas naciones del mundo. El desastre que múltiples gobiernos europeos generaron y en muchos casos siguen generando en África es otro asunto insoslayable. Desde el tráfico de esclavos hasta el de diamantes, el robo de petróleo y gas, pasando por el apoyo a gobiernos dictatoriales y guerras. ¡Europa debería ser solidaria aunque más no sea por culpa!
–Los países más ricos de la región no parecen demasiado interesados en aportar una solución al problema.
–No. Cada cual juega su juego. Los países del Golfo incluso han contribuido a estos conflictos. No reciben ningún migrante y en algunos casos envían armas para derrocar al presidente de Siria, Bashar al-Asad, lo que profundizó el conflicto y la crisis humanitaria.
–¿Cómo influye el tema de la desigualdad?
–Cada vez en forma más determinante. El condimento más fuerte de estas migraciones masivas es la guerra. Pero la miseria es un factor continuo y cada vez más importante. Toda persona quiere salir de la pobreza, tener una vida mejor, o al menos expectativas de conseguirla, para él, ella y sus seres queridos. Hoy la desigualdad entre Europa y la mayoría de los países de África y algunos del Medio Oriente es muy grande y, más que nunca, imposible de ocultar. Esa gente postergada ve por televisión, Internet o cualquier otro canal de comunicación que existen lugares donde se puede vivir muchísimo mejor. Y aspiran a acceder a esa calidad de vida y oportunidades.
–¿Cómo se puede encauzar la situación en Siria?
–Es muy difícil. Se trata de una situación muy compleja. Es una guerra interna entre un régimen dictatorial (que lleva bastantes décadas en el poder y que por el otro lado llevó al país al camino del desarrollo) contra insurgentes amparados por potencias occidentales. Ahora la presencia de Rusia se hizo mucho más visible y directa para apoyar al gobierno. Rusia tiene bases militares y un interés geopolítico y económico en Siria. Defiende sus propias ventajas. Por eso intervino en forma tan decidida. La situación para el pueblo sirio es terrible. Nadie sabe en qué momento le va a caer una bomba en la cabeza. Es un cóctel de muerte espantoso. Por eso huyen desesperados, más allá de que muchos son universitarios, tenían un buen poder adquisitivo y una vida plena. En Siria no queda casi nada. El primer paso para encauzar el drama sirio es la paz.
–¿Sería muy ingenuo imaginar que esta crisis de migrantes puede hacer que las grandes potencias piensen mejor el costo que pueden tener sus políticas intervencionistas?
–Ha habido cambios. Aunque es muy temprano para saber su real profundidad y convicción. Las posiciones iniciales de Alemania y Francia han cambiado. La casi total indiferencia del principio quedó atrás. La política de redistribuir a los migrantes según las posibilidades económicas y territoriales de cada país de la Unión Europea parece bastante razonable. A pesar de que enfrenta posiciones muy duras de rechazo por parte de países como la República Checa, Polonia y Hungría, por ejemplo. Es muy triste porque estos países exportaron refugiados a muchos lugares del mundo cuando huían de la dominación de la Urss. Son cuestiones difíciles de aceptar. Hasta en la Argentina se recibió una nutrida colonia de húngaros, entre muchos otros. Pero quizás haya más cambios estructurales de las grandes potencias a futuro. Ojalá.
–En Europa se justifica el rechazo a los migrantes por miedo a que entre ellos se oculten extremistas con capacidad de generar atentados. ¿Es verosímil esa hipótesis?
–Todo es posible. Pero según mi entender se agita ese fantasma por interés o ignorancia. Ese peligro se puede controlar con información. En el caso de Siria vienen de ciudades generalmente medianas y se conocen. No sería tan fácil que se infiltren justamente quienes luchan contra esos migrantes.
–¿Cuál es el verdadero poder e influencia del Estado Islámico?
–Estamos frente a la utilización de una religión por parte de algunos fanáticos y muchos mercenarios. El sostén del Estado Islámico es eso: fundamentalistas y mercenarios que aprovechan la situación geopolítica para ocupar tierras repletas de gas y petróleo que luego venden, lo que les da un poder económico muy importante. Detrás de todo esto están los intereses de las grandes potencias y una coyuntura donde las fábricas de armamento estadounidenses tienen un excedente y estimulan estos mercados. El oportunismo y el fundamentalismo son parte de las claves del Estado Islámico.
–¿Sería positiva la intervención de algún organismo multilateral?
–Siempre puede ser importante. Ojalá fuera posible que participara algún tipo de organismo multilateral para ordenar la situación. Pero donde se debe trabajar muy fuertemente es en las causas de la desigualdad. En un mundo tan globalizado es imposible mantener o profundizar las diferencias entre los Estados nación. De alguna forma los modelos de explotación y acumulación de los países centrales terminan recibiendo las crisis que ellos mismos generaron o ayudaron a profundizar. Es un tema muy complejo que exige una mirada muy amplia y meticulosa.