Entrevista al historiador Hugo Chumbita
jueves 10 de septiembre de 2015 | 1:52 PM |
Los derrocamientos de Yrigoyen y Perón fueron dos de las experiencias más trágicas e influyentes de la Argentina. El historiador Hugo Chumbita destaca que apuntaron a restablecer el predominio oligárquico y a alinear al país en un orden internacional regido por las potencias capitalistas.
La historia marca la vida de todos. En forma más o menos elocuente, menos o más legible. Es inevitable. Pero en algunas personas la vida privada y los procesos sociales se entrelazan con mayor profundidad hasta hacer que las líneas parezcan cada vez más borrosas. Estas circunstancias tienen que ver con el momento histórico que le toca vivir a la persona en cuestión, pero sobre todo con sus convicciones, compromiso y capacidad. Todo eso y más marcaron el derrotero de Hugo Chumbita. Historiador y doctor en Derecho por la Universidad de Barcelona, profesor de Derecho Público e Historia Argentina en las universidades de Buenos Aires y La Matanza y miembro del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano “Manuel Dorrego”, Chumbita escribió los libros El enigma peronista (1989), Última frontera. Vairoleto (1999), Jinetes rebeldes. Historia del bandolerismo social en la Argentina (2000), El secreto de Yapeyú. El origen mestizo de San Martín (2001), Hijos del país. San Martín, Yrigoyen y Perón (2004) y Diccionario de Ciencias Sociales y Políticas (1989), entre otros.
Pero además de escribir sobre historia la vivió en plenitud. Participó de la fundación de la Juventud Universitaria Peronista (JUP), formó parte del grupo de abogados de la CGT de los Argentinos durante la resistencia peronista, fue secretario académico en la Universidad de La Pampa y estuvo preso sin causa judicial entre 1975 y 1978 en el penal de Rawson. Luego, inevitablemente, marchó al exilio. Su regreso a la Argentina, auspiciado por la vuelta de la democracia, lo vio inmerso en múltiples proyectos periodísticos y editoriales.
Caras y Caretas habló con el historiador para analizar las particularidades, coincidencias y enseñanzas que pueden dejar los golpes de septiembre: los sufridos por los gobiernos populares de Hipólito Yrigoyen (1930) y de Juan Domingo Perón (1955).
–¿Qué condiciones políticas y sociales permitieron que se concrete el golpe contra Hipólito Yrigoyen?
–Aquel golpe aprovechó el malestar provocado por la crisis mundial que se desató en 1929. A pesar de haber sido reelecto dos años antes por una gran mayoría, la gestión de Yrigoyen decepcionó por su lentitud para responder a las urgencias de la crisis. La caída de las exportaciones puso en rojo las cuentas públicas y se atrasaron los pagos de sueldos y obligaciones del Estado, se extendieron las protestas y la prensa opositora arreció sus ataques. En esas circunstancias encontraron terreno propicio los grupos oligárquicos conservadores que resistían los empujes democratizadores del yrigoyenismo y los políticos adversarios, incluyendo a los que anidaban en el mismo partido radical. La logia golpista que seguía al general Uriburu contaba con la adhesión de un sector del Ejército, además de los partidos opositores, y también de las compañías petroleras extranjeras, a las que afectaban los proyectos en marcha para controlar el mercado de los combustibles.
–¿Qué fortalezas y debilidades mostró el segundo gobierno de Yrigoyen?
–Los gobiernos radicales habían logrado terminar con el fraude oligárquico y hacer realidad el sistema político constitucional, con medidas en favor de las demandas populares, de los agricultores y de los trabajadores, pero tropezaba con sus propias contradicciones frente a los problemas de fondo: vacilaba ante las propuestas de industrializar el país, y ante los desafíos de la agitación social delegaba el control a los militares o a los extremistas de derecha, de donde surgieron sus peores enemigos.
–¿Cómo recibió el golpe la ciudadanía?
–El “desfile” militar para tomar el poder en la Capital Federal fue acompañado por una multitud alborozada, y la instauración del gobierno dictatorial estuvo rodeada de expectativas favorables, incluso entre quienes serían sus primeras víctimas.
–¿Qué cambios políticos, económicos y sociales determinó?
–El proyecto autoritario de Uriburu era reformar la Constitución para establecer un sistema corporativo, con representación de los diversos sectores de la producción en lugar o a la par de los partidos, como alternativa para impedir el gobierno de “la plebe” o “la chusma” que veían encarnada en el yrigoyenismo. Pero este plan no encontró sustento y se diluyó. Frente a la crisis económica comenzaron a intervenir en los mercados para preservar los intereses de los grupos dominantes. Lo que hizo la dictadura fue perseguir y reprimir violentamente a los obreros, a los anarquistas y a los radicales, a los que se proscribió cuando las elecciones de 1931 en la provincia de Buenos Aires demostraron que seguían siendo mayoría.
–¿Hubo algún tipo de resistencia?
–El golpe provocó escasa resistencia el 6 de septiembre, poco más de algunos tiroteos. Pero luego se tramaron varias conspiraciones de los militares radicales que fueron abortadas.
–¿Qué influencia tuvo el golpe del general Uriburu a futuro?
–Esta experiencia contribuyó a introducir a los militares en la escena política como un factor de poder que iba a intervenir reiteradamente en coyunturas propicias. Por otra parte, abrió paso a una larga década de gobiernos fraudulentos que intentaron restablecer el sistema oligárquico.
–Pasemos al 55. ¿Cómo un gobierno apoyado por los trabajadores y de gran popularidad no pudo resistir el golpe?
–La política industrialista y de redistribución social de Perón era hostilizada por los grupos patronales, y los partidos tradicionales protestaban por las restricciones a las libertades públicas, con el apoyo de la gran prensa y de las agencias del imperialismo norteamericano. No podían vencer al justicialismo en las urnas, y la posibilidad de derrocar al gobierno se presentó cuando este perdió consenso en dos factores de poder en los que hasta entonces había encontrado respaldo: la Iglesia y las fuerzas armadas.
Ante la creación de un Partido Demócrata Cristiano opositor, Perón respondió con un conjunto de medidas laicistas que eran perfectamente razonables pero agudizaron los choques con los adversarios y causaron fisuras en el oficialismo.
–¿Cuáles fueron los principales focos golpistas?
–Con el antecedente de otras tentativas, la fracción nacionalista encabezada por el general Lonardi, alentada por la movilización de los sectores católicos, tomó la iniciativa que acompañaron otros jefes antiperonistas del Ejército y la Marina.
–¿Cómo era el clima político-social antes del golpe?
–El conflicto con la Iglesia agravó el clima de intolerancia entre el gobierno y la oposición, y la dinámica de ataques, provocaciones y amenazas dificultaba canalizar la lucha política por los carriles del orden constitucional. Además, en el contexto sudamericano se acentuaba la presión de los Estados Unidos contra los gobiernos populares, como fue palpable en el acoso que llevó al suicidio de Vargas en Brasil y la invasión encubierta que derribó a Árbenz en Guatemala.
–¿Cuál fue la reacción de la gente ante el derrocamiento de Perón?
–En las clases altas y medias hubo entusiasmo, y desconcierto en las bases obreras que se encontraron impotentes para enfrentar la fuerza militar.
–¿Cuáles fueron los cambios más notorios que instauró el régimen de facto?
–La autodenominada Revolución Libertadora, después de purgar a los militares peronistas, inauguró un ciclo de tutela del proceso político por el “partido militar”, que se unía por sobre sus matices para excluir al peronismo y aplicar la línea anticomunista de la Guerra Fría impuesta por los norteamericanos. Retrogradando los avances anteriores en la independencia económica, comenzaron a desmantelar el proyecto industrial basado en las empresas estatales y reprimieron las crecientes demandas sindicales.
–Perón tenía armas y grupos de militares que lo respaldaban. ¿No impulsar una resistencia expresó su voluntad de no acercar a la Argentina a una guerra civil?
–Pese a tener suficientes medios para sofocar el golpe, Perón desistió para evitar los costos de una guerra civil.
–¿Se puede decir que el golpe del 55 fue el de mayor influencia en la vida política argentina por la larguísima proscripción del peronismo?
–La obsesión por excluir y abatir al peronismo pone en evidencia la línea de continuidad entre los golpes de Estado de 1955, 1966 y 1976.
–¿Qué similitudes podemos encontrar entre los golpes contra Yrigoyen y Perón?
–Ambos golpes fueron reacciones antipopulares contra gobiernos constitucionales electos por las mayorías: apuntaban a restablecer el predominio oligárquico y a alinear al país en el orden internacional regido por las potencias capitalistas. Ambos fueron iniciados por generales del nacionalismo de derecha, que se vieron forzados a dejar paso a los de fachada más “liberal”. Los dictadores no lograron consolidar sus objetivos, y en la salida electoral tuvieron que traspasar el gobierno a quienes habían sido sus rivales internos: el general Justo con la Concordancia conservadora-antipersonalista en 1932, y Aramburu con el radicalismo intransigente en 1958.
–¿Cuáles serían las diferencias más trascendentes?
–El golpe del 30 no pudo congeniar con los partidos políticos por su corporativismo, mientras que el del 55 encontró respaldo en los radicales, socialistas y otros partidos minoritarios. El derrocamiento de Yrigoyen produjo un debilitamiento progresivo del radicalismo en los años siguientes, mientras que a la caída de Perón el movimiento se fortaleció en la adversidad, desestabilizando el sistema político de la proscripción.
–¿Qué podemos aprender de esas experiencias?
–La lección histórica que se desprende de estos golpes de Estado es su incapacidad para destruir por la fuerza a los movimientos que pretendían erradicar, y el engaño de quienes de buena fe los celebraron como una solución para los problemas políticos de su tiempo.