Histriónico, con sobrados recursos para la comedia y una presencia escénica donde sobresale el manejo del cuerpo, Claudio Gallardou junto a La Banda de la Risa alcanzó el objetivo más importante: ser feliz actuando.
jueves 11 de julio de 2013 | 4:10 PM |Los retos lo tientan. A 25 años de la creación de La Banda de la Risa, su pasión sigue ubicada en la búsqueda de puestas originales, que exploren técnicas escénicas marginales. También en su trabajo como protagonista y director de Arlequino. Hace dos años y medio asumió la vicedirección del Teatro Nacional Cervantes y, junto a Rubens Correa, consiguió que el Cervantes saliera del pozo en el que se encontraba. Pero, en el futuro cercano, su principal desafío y el centro de todas sus pasiones se encuentra en la llegada de su primera hija.
–¿Cuánto influyó en la creación de La Banda de la Risa el contexto del país, la vuelta de la democracia?
–Mucho. Las necesidades de las personas se expresan a través de la forma en la que viven, entonces todos los movimientos teatrales han sido respuestas a circunstancias sociales. Por ejemplo, Teatro Abierto fue una respuesta a los gobiernos militares, Teatro X la Identidad surge ante la falta de resolución del robo de la identidad de personas desaparecidas. Cuando vuelve la democracia, un grupo de actores, jóvenes en ese momento, necesitamos expresarnos con técnicas que no eran las que estaban en uso durante el gobierno militar.
–¿Cuáles fueron las técnicas que eligieron?
–El clown, el circo, la comedia del arte, que son marginales y estaban prohibidas como algunos tangos o el teatro gauchesco. Cuando nos acercamos descubrimos que son muy liberadoras. La Banda de la Risa es una formación de aquellos resultados, es la concreción final de los estudios que se hicieron sobre los géneros marginales. Otro cambio fue que con la democracia comenzó el teatro del actor, que puede expresarse a través de su cuerpo y no sólo por lo que indica el autor. Diríamos que la dramaturgia la construyen los actores y el escritor pasa a un segundo plano.
–¿Qué cambios hay en esta nueva puesta de Arlequino con respecto a las anteriores?
–Ninguno. La puesta está intacta y eso es lo más atractivo del juego: que no está vieja sino intacta. Es una obra muy lúdica, Arlequino es una fiesta ardiente. Con el personaje de Arlequino me pasa algo único: la comunicación con el público es muy particular. Por imperio de su carácter me lleva a situaciones no planeadas. Eso genera una alianza con los espectadores, que aceptan divertirse sin prejuicios.
–Estamos viviendo un momento en el que la gente suelta muy fácil la bronca, ¿también suelta así la risa?
–Sí, incluso es más fácil, porque la bronca es energía contenida. Entonces, cuando le das un canal como la risa para que la libere, sale con todo.
–¿Cómo fue el acercamiento de La Banda de la Risa a formas más tradicionales del teatro?
–La primera consigna del grupo es el riesgo, que es un generador de adrenalina que el público percibe y hace interesante un trabajo. Cuando un actor se remite todo el tiempo a esquemas que lo contienen y le dan seguridad, el público se aburre. En la búsqueda de riesgo nuestro primer espectáculo fue Fausto, una versión de la obra de Estanislao del Campo con la estructura de la de Goethe y la música de Goudnot, todo hecho desde el clown. Después abordamos el teatro gauchesco tras una investigación de muchos meses. Así fuimos metiéndonos en géneros interesantes que no habían sido muy investigados y que no estaban en su momento de mayor auge.
–¿Las decisiones se toman en conjunto?
–Como director del grupo, yo voy tratando de trazar un camino a partir de las bases fundadas. Voy haciendo propuestas, los seduzco con una idea y la resultante es una voluntad conjunta. A lo mejor les planteo algo que no les interesa y se termina ahí.
–¿Considera que hay una reinvención del circo en este momento?
–La moda que se genera entre los actores que estudian acrobacia, por ejemplo, para mí no habría que llamarla circo. El actor puede estudiar artes circenses para conformar un teatro de ese estilo, pero que no pertenece al circo en sí mismo. Esta moda responde a una razón social que es sacarse de encima la limitación física. Pero yo creo que a ese actor muchas veces le falta mensaje: tienen el recurso pero no saben qué quieren comunicar. Hay una vacuidad social tan grande que hace que lo esencial no sea lo más importante, sino que el acento se pone en la forma.
–Esto también ocurre en la política.
–Creo que en ese caso se trata de un proyecto que no sabemos de quién es pero sí de qué lado viene. Un proyecto que manipula a la sociedad. La obra Un hombre es un hombre habla justamente de eso. La seducción continua de la sociedad consumista va transformando a la personalidad de tal modo que uno va dando pasos en falso hasta que llega un momento en el que no está parado sobre sí mismo. Volviendo al tema político, creo que es algo que va más allá del país, tiene que ver con la globalización y le sumo la manipulación que hacen los medios, que pueden hacer que una persona piense de una manera o de otra. Basta prender la televisión, saber a qué holding pertenece un canal y ver lo que dicen unos y lo que dicen otros. Muchas veces el periodismo miente porque está al servicio de una idea política.
–¿Mira televisión?
–Sí, mucha. Me gustan los programas históricos, los periodísticos y algunos políticos, para estar informado. También miro películas. Me gusta mucho el canal Encuentro, que es necesario así como Canal A. Encuentro te da la oportunidad de enterarte de cosas que nunca verías en otros canales donde todo es un tema de bombachas, y la verdad que dan asco, no es digno del medio artístico. Hablando de la televisión, me molesta mucho una publicidad de canal Volver en la que aparece una mujer al lado de una estantería con películas y dice que ahí viven Olmedo, Tato Bores, Niní Marshall, Pepe Arias, etc. y agrega que ya no se van a poder ver más porque la Ley de Medios no lo va a permitir. Eso es una enorme mentira porque, en todo caso, la Ley de Medios va a regular el robo a mano armada que hace por ejemplo Volver al pasar las películas sin pagar un solo peso a los intérpretes, violando la Ley de Intérpretes. Por eso algunos herederos, como Margarita Biondi, están en juicio con ellos para cobrar este derecho.
–¿Influyeron en su formación los personajes del carnaval, sobre todo por haber vivido en Montevideo?
–Sí, sin duda. Me crié ahí hasta los once años, anduve mucho por los barrios negros. Mi padre recitaba en los tablados durante el carnaval. El gramillero, el escobillero, la mamá vieja son personajes fascinantes. Yo quería tocar los tambores y a medida que fui viajando me compré la cuerda completa de tamboriles. Como me gustan las estéticas marginales aprendí el candombe, aunque en Montevideo no es marginal porque los uruguayos asumen su cultura. El carnaval es una burla de la muerte, y del de Venecia a mí me gusta Arlequino, no puedo evitarlo. También quisiera interpretar el personaje del Capitán Matamoros, de sus campañas gloriosas o Pantalone, que es el burgués.
–¿Qué rol tiene el Estado en el fomento del teatro?
–Con el Instituto del Teatro y sus subsidios, la Ley del Teatro, el Cervantes recuperado, se ve una intención de proteger a la cultura teatral. Por otro lado a nadie le alcanza. La cultura es el punto primordial de la vida de un país, el país se define cuando culturalmente es espeso, sabe quién es y asume sus antepasados. Yo destaco lo que hace el gobierno nacional, pero el de la ciudad me parece un desastre. Es sospechoso lo que pasa con el Teatro Colón, además de la cuestión edilicia es preocupante que se haya diezmado al personal de los talleres de peluquería, máscara, zapatería, vestuario, que despertaban orgullo. Y lo que están haciendo con el Teatro San Martín me parece criminal, están incendiándolo. Bajaron todos los presupuestos y quieren tercerizar toda la producción interna. El ministro de Cultura porteño entiende la cultura como algo más bien publicitario y se ufana en promocionar a un artista plástico que viene de afuera en lugar de ocuparse, por ejemplo, de los hechos culturales barriales, un circuito que era muy interesante pero quedó interrumpido. Me parece que Mauricio Macri no tiene idea de qué representa la cultura… O a lo mejor sí la tiene y por eso la oculta.
–¿Por qué se define como un obsesivo?
–Lo digo porque trabajo incansablemente hasta conseguir un resultado favorable, que después se puede ir mejorando. Gracias a Dios las obras de teatro siempre pueden perfeccionarse, a diferencia del cine. El día a día del teatro permite ir encontrando resortes que mejoren la actuación. Soy un obsesivo porque creo que el hecho artístico es casi científico, es el encuentro entre el espíritu y la mente, que se encarga de la parte técnica.
–¿Es cierta la historia del bebé 2 millones?
–Sí. Resulta que mi padre era director folklórico de la compañía de teatro de Homero Cárpena y mi madre, actriz, era la dama joven. Habían quedado varados en Madrid porque el representante huyó con el dinero de los pasajes. Justo entonces Francisco Franco había prometido premiar al niño número 2 millones que naciera en España con un millón de pesetas, para fomentar la ciudadanía después de la Segunda Guerra Mundial. Gracias a Dios fui justo el anterior, porque si no habría sido ahijado de Franco ¡y vaya a saber mi destino! Cuenta la leyenda que Cárpena, militante peronista, fue a Puerta de Hierro a pedirle dinero a Juan Perón para volver y que así fue como embarcaron en el Eugenio C.
–¿Cómo se imagina a usted mismo como padre?
–Va a ser un cambio de vida. Tengo 50 años y, si bien antes me había enamorado, no había formado una familia. Durante toda mi vida me dediqué a divertirme, no me privé de nada. Pero llega un momento en que las necesidades cambian y esa vida es muy solitaria. En medio de esa sensación conocí a una persona de la que me enamoré y… lo buscamos, fue buscada esta hija. Ahora siento que empieza algo nuevo y me gusta porque es el riesgo de vivir.
–¿Qué tipo de padre proyecta?
–A uno parecido a mi papá, lo más lindo que aprendí de él fue la ética, la verdad y el respeto hacia la identidad. Fue un hombre del interior que todo el tiempo le cantó a su historia y su raza. Ojalá yo pudiera parecerme un poco.
–Viniendo de una familia con tanto sello artístico, ¿hay manera de no condicionar a un hijo?
–¡No tengo ganas de evitarlo, quiero condicionarla, la voy a obligar! (risas). Qué sé yo, es muy difícil zafar. La madre es una bailarina muy talentosa, se destaca en las danzas folklóricas. En nuestra casa rebota el arte entre las paredes.