Por Felipe Pigna (Director General). El sistema monopólico de medios se jacta de que las redes sociales constituyen un ámbito de plena y absoluta democracia que actuaría como contrapeso de su monolítico control de la llamada opinión pública. El tema, como les gusta decir a ellos, es por lo menos polémico ya que uno puede percibir claramente la influencia de estos demócratas, por ejemplo, en la fijación cotidiana de la agenda, que no surge democráticamente de los que interactúan en las redes sino que responden confirmando o demoliendo las posturas enunciadas por la “prensa seria”. Desde ya que se agradece la presencia de estas redes que permiten morigerar este fenómeno mundial de discurso único que hoy, gracias justamente a internet, podemos constatar diariamente. Así, podemos ver las mismas omisiones y las mismas obsesiones en Madrid, París y Buenos Aires con alguna tonalidad local. El enfoque es el mismo, y claro, no por casualidad. El “drama” de los refugiados es básicamente un problema de ellos, de los “perdedores”, sin que Europa tenga mucho que hacer más que repartirse “cuotas” que ni siquiera cumple. Es muy fuerte comprobar, aun en cierta prensa que supo ser progresista, la más absoluta falta de autocrítica en cuanto a quiénes son los verdaderos causantes de este desastre humanitario. No hay menciones al colonialismo, al centenario saqueo de las fuentes de riqueza en los países de origen de esta gente que hoy les resulta tan molesta. En este sentido, las redes tienen un rol fundamental junto a cierta prensa alternativa que se difunde exclusivamente por la red. Latinoamérica es calificada por los periodistas, pensadores y editorialistas europeos de los “grandes diarios” con una dureza que ahorran para personajes tan impresentables y corruptos como Esperanza Aguirre, Mariano Rajoy, Sarkozy y demás estrellas del firmamento del Viejo Continente. Todo lo nuestro los horroriza y a lo de ellos le encuentran alguna manera elegante para convertirlo en natural y producto de las fallas de la democracia. Si no fuera entonces por los miles de personas que a diario dan otra versión de la historia y de la coyuntura en una guerra tremendamente desigual, viviríamos en el más despótico e ilustrado mundo del pensamiento único.
Las empresas que permiten el uso de sus plataformas tienen un interés relativo en la libre expresión democrática, y algunas de ellas, como Facebook, ejercen la censura cuando consideran que así lo deben hacer. El interés de los fundadores y dueños de estas redes es obtener la mayor cantidad de datos lo más precisos posibles de los usuarios. El uso de estas páginas para dar rienda suelta a cierto exhibicionismo consumista da lugar a que por un lado las empresas sepan qué más les pueden vender, a dónde y cómo les gusta viajar, etcétera. Al mismo tiempo, cierta irresponsabilidad de los ususarios los expone a ser víctimas de todo tipo de delitos ya que a la misma información suministrada por los potenciales perjudicados accede cualquiera y la puede usar como quiera.
Hay un vacío legal enorme en cuanto a los derechos de los usuarios mientras están explicitados y avalados por los tribunales internacionales los derechos que tienen los propietarios de las redes sobre el uso de las imágenes y la información subida por los usuarios. A todos nos ha pasado que luego de comprar un pasaje a cualquier lado, Bariloche, digamos, nos llueven ofertas de hoteles, alquiler de autos y restaurantes del lugar. ¿No es esto una absoluta violación de la privacidad garantizada teóricamente por la ley? Habrá que trabajar mucho en este tema, que no es menor y cada día cobra más importancia en nuestras vidas y se incrementa en las de las nuevas generaciones. En este sentido, la escuela tiene un rol fundamental que cumplir, y el Parlamento, otra oportunidad de demostrar su rol en la sociedad.