Por María Seoane. Directora de Contenidos Editoriales
Hay sagas familiares que, en su decurso, revelan tiempos rabiosos y enigmas profundos: son el gran caleidoscopio de la historia nacional. Así ocurrió, tal vez, aquella mañana del 29 de diciembre de 1853, frente a un pelotón de fusilamiento, cuando Ciriaco Cuitiño le dijo a Leandro Antonio Alén:
–No tenga miedo. Levante la frente, párese erguido: sólo se muere una vez.
Ambos eran amigos, ambos habían peleado junto a Manuel Dorrego contra Juan Lavalle y ambos habían integrado la fuerza policial conocida como Mazorca y la Sociedad Popular Restauradora en tiempos del gobierno de Juan Manuel de Rosas, derrotado por Justo José de Urquiza en la batalla de Caseros, en febrero de 1852, a nombre de la Confederación, que en esos días presidía. Buenos Aires había triunfado: los defensores de la patria contra las fuerzas extranjeras en la Vuelta de Obligado y del federalismo habían sido derrotados. Dorrego, fusilado; Rosas, exiliado en Inglaterra, y San Martín, en Francia. Pero la guerra civil estaba lejos de terminar. En 1853 recrudeció la persecución a los federales por los focos de resistencia al predominio porteño. A las nueve de la mañana de ese 29 de diciembre, Cuitiño y Alén fueron fusilados contra el paredón de la Iglesia de la Concepción, en las calles Tacuarí e Independencia del barrio porteño de Monserrat. Habían sido acusados por un tribunal de alzada que buscaba una justicia exprés atizada por la revancha y el diario unitario El Nacional, que pedía matarlos sin juicio previo. Cuitiño se defendió alegando que había sido jefe policial de acuerdo a la ley; a Alén lo acusaron de tres crímenes improbables y sufrió una hemiplejía en la cárcel que lo fragilizó. Sus cadáveres fueron exhibidos durante cuatro horas en la entonces Plaza de la Concepción. Los restos de Cuitiño fueron tirados como NN a una fosa común. Entre los miles de vecinos que El Nacional convocó al espectáculo, estaba el pequeño Leandro Nicéforo Alén, que a partir de entonces llevaría consigo el estigma de ser llamado “el hijo del ahorcado”, como los denominaban los unitarios: por esa razón, debió cambiar su apellido de Alén a Alem. Nacido en marzo de 1842, de chico había participado en muchísimas tertulias políticas en la pulpería de su padre. Sufrió la pobreza y el exilio interior luego de su fusilamiento. La política le corría por las venas, y el federalismo y las marcas de encono contra el centralismo porteño: peleó en las últimas batallas de la guerra civil en Cepeda (1960) y Pavón (1961) en el bando federal antimitrista. Amaba al país plebeyo de gauchos rebeldes y pobres. Fue, a su manera, un insurrecto que atravesó varios partidos –el Autonomista, el Republicano, el Federal– hasta fundar, en 1890, la Unión Cívica y, en 1891, la Unión Cívica Radical (UCR). Fue el jefe político de la Revolución del Parque, que inició el largo proceso de democratización republicana en la Argentina. Fue preso político en cada una de esas asonadas. Como abogado y tío de Hipólito Yrigoyen, presidente de la Nación en 1916, lo ayudó a consolidar su poder pero se opuso a él cuando en 1893 claudicó ante Julio Argentino Roca y Bartolomé Mitre y lo obligó a abortar la revolución que derrocara al gobierno central. Alem sólo cedió cuando Roca amenazó con bombardear Rosario, donde él se había atrincherado. En 1895 fue diputado por la UCR. El 1 de julio de 1896 se suicidó en su carruaje rumbo al Club del Progreso luego de dejar una carta que reafirmaba su estirpe revolucionaria: “¡Que se rompa, pero que no se doble!”.
EN CONTRA DE LA CUNA
Setenta años más tarde, el general Julio Rodolfo Alsogaray fue comandante en jefe del Ejército durante la dictadura del general Juan Carlos Onganía, en 1966. De familia militar, y hermano del capitán ingeniero, embajador y ministro de Economía Álvaro, se casó con Zulema Legorburo. Tuvieron dos hijos: Juan Carlos y Julio Jorge. Alsogaray perteneció a la estirpe cerradamente anticomunista y antiperonista de los militares convencidos de que el Ejército debía participar activamente en política. Fue el encargado de asaltar la casa de gobierno en junio de 1966, que derrocó al médico radical Arturo Illia. Alsogaray entró triunfante en la Casa Rosada. Illia lo trató de asaltante y facineroso y se negó a renunciar. A partir de entonces, la llamada Revolución Argentina ejerció sin piedad la represión contra los opositores. Nacido el 26 de octubre de 1946, Juan Carlos quiso ingresar en 1962 al Colegio Militar pero lo rebotaron por miope. Estudiante de Sociología en la UCA y luego en La Sorbona, en París, participó de la revuelta obrera estudiantil del Mayo Francés en 1968. Su amistad con el cura tercermundista y peronista Carlos Mujica lo llevó a la militancia en la Juventud Peronista y a los grupos católicos fundacionales de Montoneros hacia 1970, en la clandestinidad de la acción política que imponía el régimen del que su padre había sido –ya retirado– su brazo armado. Por su pelo largo y su barba desordenaba y frondosa, lo apodaron “El Hippie”. Se casó con Cecilia Taiana. En 1975, ya divorciado y en pareja con Adriana Barcia, posteriormente desaparecida, se incorporó en la guerrilla rural en Tucumán como oficial de Montoneros, donde ya existían destacamentos de la izquierda guevarista del ERP. El 23 de febrero de 1976, un mes antes del golpe militar de Videla, una patrulla militar del general Domingo Bussi, a cargo de la feroz represión ilegal en Tucumán, interceptó a la columna montonera. Los guerrilleros se rindieron, pero Bussi no tomó prisioneros. El Hippie, desarmado, fue asesinado a bayonetazos. El ex jefe de la Side menemista y periodista Juan B. Yofre da una versión exculpatoria del Ejército: “Murió en su ley, uniformado y armado”. El general Alsogaray no quería reconocer el cuerpo destrozado de su hijo. Pero su esposa Zulema le exigió acompañarla. Julio Jorge Alsogaray, también en Montoneros, se había casado con Blanca Costa (hija de un comodoro de la Fuerza Aérea), con la que tuvo cuatro hijos. Luego se separó. Eran parientes de Rodolfo Walsh ya que Emiliano, hermano de Blanca, fue esposo de María Victoria Walsh, muerta en un combate con el Ejército en 1975. A principios del 76 pasa al sector de Inteligencia con el ya mencionado Rodolfo Walsh, donde participó de la experiencia de la Agencia de Noticias Clandestina (Ancla) en tanto se desempeñaba en una empresa vitivinícola comprada por Montoneros para ocultar parte del dinero proveniente del secuestro de los hermanos Born. Luego del asesinato del Hippie, se exilió en Uruguay. Julio Jorge fue el primero que en democracia se animó a reivindicar públicamente el pasado de su hermano como oficial del ejército montonero. Murió en 2012. El general Alsogaray murió en 1992. Una década antes, había visitado a Illia para pedirle disculpas por el golpe de Estado de 1966, que precipitó la violencia que consumió a su familia y a la Argentina.