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La Revista

Entrevista a Julián Peralta

Es una de las figuras clave de la renovación del tango que comenzó a mediados de los 90 y día tras día se hace más sólida y rica. Acaba de lanzar el segundo disco con su orquesta, una cruzada militante dedicada al tango canción contemporáneo que incluye múltiples compositores, letristas y cantores.

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Peralta

Por Sebastián Feijoo. La necesidad de hacer. Contra viento, marea y pronóstico de granizo. Sin esconderse detrás de estampitas, en terrenos fértiles, pedregosos y a veces bordeando acantilados. Julián Peralta es uno de los personajes clave a la hora de entender la renovación del tango que empezó a mediados de los 90 y que cada vez encuentra propuestas más sólidas y diversas. Participó activamente en proyectos multiplicadores como La Máquina Tanguera, el espacio cultural CAFF y la Escuela Orlando Goñi; fue director de la Orquesta Típica Fernández Fierro y consolidó su mirada del género con el sexteto Astillero, y desde hace casi cinco años también con su orquesta típica. Peralta es mucho más que un pianista, compositor y arreglador defendiendo su obra: se trata de un militante embarcado en una resistencia colectiva que disputa espacios y sentidos todos los días.

Poner en funcionamiento una orquesta típica puede resultar una provocación a las leyes del mercado y un atentado a la salud del responsable. Mucho más si su repertorio desconoce los clásicos que entumecen al circuito turístico y conforman a los más perezosos. Sólo imaginar el grado de dificultad que impone organizar un ensayo con 18 instrumentistas ofrece una primera idea de las exigencias de la aventura. El flamante disco de la Orquesta Típica Julián Peralta se llama Un disparo en la noche 2 y, al igual que su predecesor, reúne a un nutrido grupo de cantores, compositores y letristas que se alimentan de la tradición del género pero que viven y se expresan en presente. La representatividad de una parte de la escena es uno de los motores del disco. Para ser más exactos, son doce tangos en los que además de los 18 instrumentistas participan doce cantores, nueve letristas y siete compositores. Difícilmente el proyecto podría ser más colectivo.

–Después de Un disparo en la noche se imponía un segundo disco. ¿Cuál fue la chispa que inició un proyecto de estas características?

–Básicamente partió de una calentura. Corría 2011 y nos reunimos algunos colegas y yo con Gustavo Mozzi, por entonces director del Festival de Tango de Buenos Aires. En ese primer encuentro tiramos algunas ideas de qué podía presentar cada uno en esa edición. En el lapso que transcurrió hasta la segunda reunión leí una nota sobre Mariano Mores en la que se hacía un contraste entre sus composiciones y los tangos cantados contemporáneos. Básicamente decía que ahora se hacía buen tango instrumental, pero que no había buenas canciones ni letristas. Esa opinión mucho no me tocaba porque con Astillero hacemos tango instrumental. Pero me agarré unos nervios importantes (risas). Me pareció una opinión desafortunada, que no tenía que ver con la realidad y que ninguneaba el laburo de muchos colegas. Entonces, en la siguiente reunión con Mozzi, le dije que quería presentar una típica para tocar temas cantados de compositores contemporáneos. Eso fue en mayo y en julio tocamos en el festival. Salió todo tan bien, quedamos todos tan contentos, que eso nos llevó a grabar el disco y hacer el documental. Nos empezaron a llamar de las provincias para ir a tocar, fuimos y nos dieron más ganas de seguir tocando y grabar otra vez.

–En este segundo disco hay más temas tuyos.

–Sí, son seis en total. Es que en la medida en que la típica siguió andando resultó imposible no sentirse inspirado por su sonoridad y querer escribir más. A su vez, como apuntamos al tango canción y yo no hago letras, me empuja a trabajar con gente que admiro y quiero mucho, como Alejandro Guyot, Juan Serén, Victoria Di Raimondo y Miguel Suárez. Todos ellos son muy distintos entre sí. Tanto en lo que escriben como en la forma de trabajar. Eso también lo hace más divertido. Yo les doy la música y ellos le ponen la letra. De otra manera no podría trabajar. Es una especie de rito como tantos otros a los que uno se encomienda para eludir ciertas dificultades.

–Cada tango tiene un cantor diferente. ¿Cómo armaron las “parejas”?

–Un poco por intuición y otro poco hablando con cada cantor. El aporte de Mariano González Calo en este aspecto también fue importante. Con algunos cantores, como Omar Mollo, Cucuza Castiello, Black Rodríguez Méndez y Victoria Di Raimondo, nos cruzamos todo el tiempo, los conozco bien, por eso fue más fácil. Con el Chino Laborde (ex Orquesta Típica Fernández Fierro) nos reencontramos después de mucho tiempo y ya sabía que “Inundación” le iba fenómeno. Mariano propuso a Dolores Solá para “Anagrama” y no se equivocó.

–También convocaste a cantantes “extrapartidarios”, como Paula Maffía y Mariano Fernández Bussy.

–Sí. Es parte del espíritu del proyecto. Paula es conocida por su proyecto solista y por Las Taradas. No es una cantante de tango, pero cantó muy bien y quizá debería pensar en sumar esa posibilidad a su curiosidad natural. Es descendiente de Pedro Maffía, así que no podía fallar. La letra de “Milonga del borde” dice “cuando me bautizaron no vino Dios”. Hay que cantar eso y que suene. Eso es lo que busco. Me encanta lo técnico, pero también busco que la gente crea lo que escucha. Que se pare y grite: ¡tiene razón! (risas) Y eso va de la mano de la letra y la interpretación. Mariano hizo alguna incursión en el tango, pero más allá de eso sentimos que Me Darás Mil Hijos circulaba por un espacio bastante afín.

–Una de las sorpresas del disco es Natalí Di Vincenzo.

–Natalí es una cantante tremenda. Cada vez que viene nos sorprende porque mejoró en algo. Y cuando canta siempre es verdad. Pero también es compositora y letrista. Junto al Pacha González son parte de una nueva generación que nos va a dar muchas canciones y de mucho vuelo. Podemos ubicar a Acho Estol y al Tape Rubín como referentes de la primera camada de compositores de tango canción surgida a partir de la mitad de los 90, después vendrían Guyot, Serén y Vicky; y la tercera incluye a Natalí y el Pacha. “El Derrumbe” (Natalí Di Vincenzo) es un hallazgo del repertorio y uno de los temas que más gustan cuando tocamos en vivo. Con el Pacha cada vez me engancho más y seguramente vendrán más arreglos de temas suyos.

PASADO, PRESENTE Y PRESENTE

Julián Peralta viene peleando en la escena desde hace casi veinte años. Eran tiempos en los que muy pocos jóvenes se acercaban al género y los que lo hacían más temprano que tarde debían enfrentarse a la pregunta: “¿Cómo se te ocurrió tocar tango?”. Hoy esa pregunta es inimaginable. Por aquellos tiempos también surgió una necesidad fulminante de recuperar el lenguaje. Lo que en la década del 40 se transmitía en forma natural –entrando como cuarto bandoneón en una típica, por ejemplo– se había perdido. Aquellos jóvenes de los 90 –cada uno a su manera, con mayor o menor nivel de exactitud y obsesión– debieron rastrear discos, partituras y hasta protagonistas de los años dorados que se habían retirado para encontrar muchas respuestas necesarias.

–¿Sigue vigente la tensión entre el amor por la tradición del género y el peligro de quedar atrapado en ella?

–Me parece que quedó atrás. Cuando vas ganando años y experiencia en una actividad, la que sea, eso se resuelve por el hacer mismo. Vos sos con tu realidad, con tu contexto, con tu vida. Hacés y aunque no lo busques están tus viejos, el barrio en el que te criaste, tus amores, dolores: todo. Pero no es necesario meterlo en forma lineal y gritar “¡Nunca me voy a olvidar!” (risas). Viene solo, sin subrayados. Es como cuando en Facebook un tipo pone todo el tiempo que ama a su pareja. ¡Qué miedito! Si tenés que ser tan explícito a cada rato algo está fallando. Cuando hacés música honesta siempre va a estar presente lo que sos. La discusión tradición versus modernidad es algo adolescente. Arnold Schoenberg en Tratado de armonía decía que el hombre moderno es el que pretende la modernidad. En cambio el hombre del futuro es el que se desarrolla naturalmente sin imponerse nada. No creo ni en la pretensión de modernidad ni en el ancla en el pasado.

–¿En algún momento sentiste la necesidad de demostrar que pertenecías al género?

–Claro. Como adolescentes tuvimos que hacerlo. Hice cosas que tal vez hoy no haría. Pero que en su momento me parecieron necesarias y productivas.

–¿Cuáles?

–No sé si haría otra vez un arreglo a la Pugliese de “La rayuela” (Julio De Caro), por ejemplo. Desde lo artístico ya no me resulta interesante. Desde lo político lo sigo entendiendo. Era una reivindicación. Recuperar algo ninguneado. Pero es parte de un proceso. Fue hace casi veinte años. Todos cometimos actividades adolescentes (risas). Es mi punto de vista. Quizás el equivocado soy yo. Lo bueno es que soy músico y no cirujano.

–Cada vez hay más grupos de tango, más discos y más jóvenes que estudian. ¿Qué falta para que haya un crecimiento acorde del público?

–Me parece que estamos muy bien. El proceso es más lento de lo que nos gustaría. La circulación del tango demanda lo suyo. Pero no sólo porque tiene escasa difusión. Es lenta porque es un producto cultural muy rico. No se lleva con la inmediatez. Y mucha gente nunca tuvo contacto con el género y le cuesta un poco más. Pero si comparamos lo de hoy con la prácticamente nada de cuando empezamos no nos podemos quejar. Yo invito a la gente a que vaya a los distintos espacios del circuito real del tango porque pasan muchas cosas valiosas. Musicales y humanas. Va gente que escucha, que valora un arreglo, una metáfora. ¡No es un Tinder musical! Prefiero tocar para 400 personas que disfrutan lo que escuchan que para cuatro mil que van por una moda. Me parece una construcción más honesta. Juntar gente colgándose del Obelisco no es tango. Los tiempos del tango nunca van a ser los mismos que los de los productos comerciales.

Fotos: Guille Llamos

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