Tiempo en Capital Federal

20° Max 15° Min
Cubierto
Cubierto

Humedad: 53%
Viento: Sureste 31km/h
  • Lunes 4 de Diciembre
    Despejado15°   21°
  • Martes 5 de Diciembre
    Cubierto con lluvias17°   23°
  • Miércoles 6 de Diciembre
    Cubierto con lluvias18°   24°
Cargando ...

La Revista

Entrevista a Hebe de Bonafini

Presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, luchadora incansable, Hebe de Bonafini repasa la historia de las mujeres que desde hace cuarenta años luchan por la memoria y la justicia.

Compartir
CyC 2328 abril 2017_ baja-68Hebe2
CyC 2328 abril 2017_ baja-64Hebe1
Anterior Siguiente

Por Pablo Llonto. La pantalla de la computadora le muestra una foto en blanco y negro de once mujeres caminando por la Plaza de Mayo con la Casa Rosada de fondo. Una es ella. Hebe de Bonafini las mira y se apunta con el dedo. Tenía 49 años. El instante registrado por la cámara no es otra cosa que una de las miles de acciones que el mundo ya conoce. La dimensión de cada paso que han dado se agiganta con su recuerdo. Es la memoria de Hebe. Intacta frente a nosotros.

“Sí, esta es la primera foto –dice–. Es la que sacaron los holandeses en 1978. Todavía no usábamos el pañuelo y caminábamos alrededor del monumento a Belgrano. Aquí están Juanita, Nora Cortiñas, Adelina Alayes, entre otras. Mucha gente cuenta 40 años de lucha, pero son cuarenta años de nosotras, las del 77. Después otras se sumaron.”

–¿Cómo eran tus primeros viajes de La Plata a Buenos Aires? ¿Quién te acompañaba?

–Primero vine sola. No conocía nada de Buenos Aires. Pensá que del Dique (se refiere al barrio El Dique, Ensenada, donde nació el 4 de diciembre de 1928) había venido una sola vez a ver un espectáculo. En 1977 tomaba un colectivo hasta la estación, luego el tren y me bajaba en Constitución y de nuevo un colectivo hasta Plaza de Mayo. Después viajaba con Adelina Alayes algunas veces y luego empecé a ir hasta Avellaneda a la casa de Azucena Villaflor, y de la casa de ella a Plaza de Mayo. Azucena era una compañeraza. Nuestros nmaridos se conocían, hablaban de todo, pero nunca de la desaparición de nuestros hijos. Hasta que un día vino Azucena a casa con el marido, y cuando llegó y se encontró con el mío, fue asombroso.

–¿La primera con la que pegaste onda fue Azucena?

–Quedamos prendadas porque éramos de la misma clase. A mí me impactó su personalidad. Ella y María Adela Antokoletz eran las que dirigían. Azucena juntaba testimonios, Adela hablaba. “Señoras esto, señoras lo otro”, nos decía. Después de la Plaza íbamos a tomar algo al Café Tortoni. Algunas tomaban té con masas y nosotras, con Azucena, cerveza, y sánguches. Eso marcaba también diferencias.

–El 78, año del Mundial, ¿fue uno de los momentos en que más las insultaban por la calle?

–Fue el año más duro. Ya les habíamos ganado el centro de la Plaza. Era lo que más les jodía porque nos hicimos visibles. Decíamos “si nos ven a nosotras, saben que hay desaparecidos”. Hay muchas que dicen “yo estuve ahí”, pero sería bueno que se busquen en las fotos. Los dos momentos en los que más nos putearon fueron durante el Mundial y Malvinas.

–El Mundial debió de ser el momento de mayor soledad, la gente estaba con la locura del fútbol…

–Pero el Mundial nos vino bárbaro. No esperábamos que lo nuestro explotara. Fue gracias a los periodistas extranjeros que vinieron a la Plaza. Nos hicieron conocer en el mundo. Recuerden esa famosa imagen de archivo, cuando Marta Moreira de Alconada Aramburu le dice al periodista: “Ayúdennos, ustedes son nuestra última esperanza”.

–¿Hubo momentos en que se decidía venir con los esposos? Los vimos en algunas fotos.

–No es verdad; los esposos estaban sin trabajo o por perderlo. No podían venir. Si lo hicieron fue a alguna marcha grande. Ese es un cuento que hicieron de los Padres de la Plaza. Los padres del organismo Familiares vinieron mucho después. Nosotras, las Madres, inventamos lo de ganar las calles. Venían cuatro o cinco maridos, pero no todos os jueves.

–¿Cuándo tomás un rol de conducción?

–Al principio las conductoras eran Azucena y María Adela. Yo no sabía nada de Buenos Aires. Cuando secuestraron a Azucena, a Mary Ponce de Bianco y a Esther Ballestrino de Careaga, al jueves siguiente nadie quería venir a la Plaza. Yo les dije a las madres: “Ahora no podemos dejar la Plaza”. Eso lo aprendí de Azucena. No podíamos dejarlas a ellas secuestradas y nosotras sin buscarlas. Entonces cité a las madres, unas pocas, diez, once. Nos tiraron los perros, palos y policía. Después con otras madres, María del Rosario Cerruti y Laura Rivelli, fuimos casa por casa a convocarlas.

–¿Cómo surge la consigna “Aparición con vida”?

–Fue una gran discusión cuando le dieron el Premio Nobel de la Paz a Adolfo Pérez Esquivel. Nos invitaron a acompañarlo en la gira previa, él tuvo un encuentro con alguien de Montoneros que le dijo “hay que buscar a los muertos”. De pronto vemos que él empieza a decir eso. Ya en Suecia sacamos una declaración de aparición con vida. No podíamos pedir por los muertos. Eso fue el 5 de diciembre de 1980.

–Una foto tuya con una canasta de compras, contra la pared con un policía a caballo tirándotelo encima, no es de las más conocidas, ¿cuándo fue?

–Es la segunda Marcha de la Resistencia, en el 82. Los milicos la habían prohibido. Hablé con los pibes y dijimos “cortemos toda la Avenida de Mayo. Como todavía no era conocida, me fui con la bolsita de hacer los mandados. Les agarramos toda la Avenida de Mayo, desde 9 de Julio hasta la Plaza. Ahí me tiraron los caballos, para asustarnos, pero para entonces ya estábamos acostumbradas a pelear contra ellos.

–¿Cómo se gestó la Marcha de la Resistencia, eso de marchar 24 horas sin parar?

–Porque vimos que no pasaba nada y teníamos que hacer otra cosa más impactante. La idea fue hacer una marcha de un día y después un ayuno. Ningún organismo quería sumarse. En la primera éramos 70 madres solas, hasta nos apagaron las luces. Recuerdo que el periodista francés Bousquet vino y nos dijo: “Si ustedes se bancan esta, les van a ganar a los milicos”. Nos quedamos hasta el otro día, y como salió bien, por la mañana aparecieron Pérez Esquivel y Graciela Fernández Meijide y cantaron el Himno. Eso salió en los diarios, pero a nosotras nos ignoraron.

–¿Cómo fue el tiempo después de Malvinas y hasta la asunción de Alfonsín?

–Fueron tiempos difíciles, porque empezaban las diferencias con el grupo de Madres que luego se iría. Ya se hablaba de que iban a ganar los radicales, y que había que ser más moderadas. El 28 de abril del 83 sacamos un comunicado en respuesta al documento de la Junta Militar. Es la marcha de la famosa foto con nosotras tapadas por el agua.

–De lo que más se habla es de la presencia en la Plaza, pero ustedes iban por otras calles o avenidas.

–Sí, hacíamos caminatas por la calle Florida, muchas madres iban por la peatonal sin pañuelo, no querían ir con el pañuelo, Azucena no vino a la marcha donde se decidió lo del pañuelo, a ella no le gustaba usarlo.

–Las Madres de La Plata jugaron un rol fuerte en el accionar de las Madres.

–Y sí, en un momento veníamos 47 madres juntas en el tren. Pese a que La Plata era una ciudad de muchos radicales rancios. Por eso, las madres que eran radicales, con la llegada de Alfonsín al poder, no vinieron más.

–¿El tema central de la división con Línea Fundadora era la caracterización del nuevo gobierno de Alfonsín?

–No, la división ya estaba latente. Para mí los temas centrales de la diferencia fueron tres: la socialización de la maternidad, la reivindicación de nuestros hijos como revolucionarios y el no cobro de la reparación, porque ya en ese tiempo Alfonsín había creado una pensión para los familiares. Alfonsín ya venía mal, ya habíamos discutido con él cuando le dijimos que no debía aceptar que la banda presidencial se la entregase Bignone. Nosotras le pintamos el auto con cal a Bignone ese día. Era un asesino.

–¿Qué pasa con cada una de ustedes cuando llega la fecha del secuestro de su hijo?

–Nada. No es un día especial; eso es para quien no hace nada. Para nosotras todos los días son de reivindicación para ellos, trabajando. Pero más que para ellos es para ustedes. Por eso el siluetazo que haremos el 24 de marzo al cumplir cuarenta años lo estamos haciendo, con ayuda de muchos jóvenes, pintando siluetas. Pero siluetas de muchos colores. Y lo vamos a hacer bajo nuestra primera consigna: “Queremos nuestros hijos, que digan dónde están”. Y decir, aquí están, son ustedes, los jóvenes. Fuerte, fortísima.

–¿Cómo se fueron dando las elaboraciones de las distintas consignas en estas cuatro décadas?

–Ah, eso me encanta a mí. A veces pienso que yo podría haber sido una publicista. Porque se me ocurren a cada rato. Ahora los pibes están pintando esas consignas para el 24 de marzo. Frases de las Madres y frases de Néstor [Kirchner]. Siempre hago varias consignas, se las pongo sobre la mesa a las Madres y les digo que decidan.

–¿Y la relación de las Madres con los presidentes?

–Menem era una basura, como Macri; a ellos jamás les pedimos cita. Rodríguez Saá nos recibió cinco minutos, una mentirita. Y Menem nos hizo un juicio porque le dije “basura”. En el juicio explicamos lo que quería decir basura y ganamos. Cuando Macri ganó, enseguida dije que era nuestro enemigo. No quiero pedirle nada. Por eso está tan mal nuestra Universidad. No paga los sueldos, y no nos vamos a arrodillar. Así que vamos a empezar a hacer otra vez cosas aquí.

–¿Cuáles son los logros que más les llenan el corazón?

–El primer boletincito del 80. Era hecho a pulmón, lo mandábamos a todas partes del mundo, traía denuncias, pero también cosas pedorras como los cumpleaños de las Madres, pero fue maravilloso porque lo tradujeron al francés, al italiano; fue el primer paso antes del diario.

–¿Cómo fue el primer contacto con Néstor?

–Nosotras no lo votamos y dijimos en 2003 que los tres candidatos eran una mierda. De pronto empezamos a ver en acción a Néstor. El primer día fue a Entre Ríos a resolver el paro docente, echó a sesenta generales. Entonces le pedimos una entrevista. Le dijimos: “Te venimos a pedir disculpas porque dijimos que eras una mierda”.

–¿Y con Cristina?

–Ya con ella hay mucha amistad, como de madre e hija, ella nos invitó a un cumpleaños, nos dijo que podíamos filmar todo, que ella nos iba a contar todo. Su vida. No para hacerla pública. Ahí tenemos todo, nunca lo publicamos.

–Tenés una relación especial de afecto con una Abuela, Chicha Mariani, que a algunos les llama la atención.

–Chicha vivía a media cuadra de mi casa. La conocía como vecina. Después, cuando pasó lo de nuestros hijos, fuimos compañeras y amigas. Ella viajaba mucho porque el marido era director de orquesta. Entonces mientras estaba de viaje yo iba a ver a sus padres por si precisaban algo, porque eran muy viejitos. Fue siempre una mujer muy trabajadora, muy comprometida. Ella fue la que consiguió el examen de compatibilidad para Abuelas y los sesenta primeros nietos los encontró Chicha. El país le debe un reconocimiento.

–En cuarenta años, ¿cuál fue el momento de mayor alegría de las Madres?

–Cuando Néstor dijo que nuestros hijos eran sus compañeros. Era una de las reivindicaciones que nos hacía falta. Yo había escrito una cartita en 1981, cuyo original se lo di a Néstor. Allí decía que un día un hijo nuestro iba a cruzar la Plaza de Mayo e iba a ocupar el sillón de Rivadavia. Y cuando llegó Néstor y dijo eso se la regalé.

–¿Cuál es la autocrítica de las Madres?

–Tendríamos que haber sido más duras desde el principio. Haber estado más en la calle. Era difícil porque las Madres venimos de distintos lugares, distintas razas, distintas religiones. La mayoría de nosotras éramos trabajadoras. Otras de clase alta, y eso limitó mucho. A mí siempre me decían: “Hebe, tenés que ser una señora. Para ver al embajador tenés que vestirte bien”. Cuando ellas se fueron fue cuando más crecimos. Cuando veo que la gente de lugares remotos nos reconoce, digo: “¿Hasta dónde llegamos las madres?”. Aparecen mujeres que piden permiso para usar el pañuelo.

–¿Qué sueños les quedan a las Madres?

–La reivindicación de nuestros hijos como revolucionarios. Los héroes anónimos y las heroínas anónimas. Pero no como grupos guerrilleros. Porque todos pensaban lo mismo y lo demostraron los de Trelew. Todos querían la liberación, la libertad de su patria, la Patria Grande. No quiero una placita con el nombre de cada uno, sino algo colectivo, porque a ellos tampoco les gustaban los homenajes.

Deja tu comentario