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La Revista

EN NOMBRE PROPIO-JJ.OO.

Los testimonios de Pierre de Coubertin y Conrado Durántez

 

 

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En nombre propio

Cobertain

PIERRE DE COUBERTIN

Pedagogo e historiador francés

¡Oh Deporte, placer de los dioses, esencia de la vida! Has aparecido de repente en medio del claro gris donde se agita la labor ingrata de la existencia moderna, como un mensaje radiante de épocas pasadas, de aquellas épocas cuando la humanidad sonreía. Y sobre la cima de los montes destella un resplandor de la aurora, cuyos rayos de luz salpican el suelo de los oquedales sombríos.

¡Oh Deporte, tú eres la Justicia! La equidad perfecta, perseguida en vano por los hombres en sus instituciones sociales, se instala por iniciativa propia en ti. Nadie sería capaz de superar ni un milímetro la altura que puede saltar ni de un segundo el tiempo que puede correr. Sus fuerzas físicas y morales combinadas son las únicas que determinan el límite de su éxito.

¡Oh Deporte, tú eres la Audacia! Todo el sentido del esfuerzo muscular se resume en una palabra: atreverse. ¿De qué sirven los músculos, de qué sirve sentirse ágil y fuerte, de qué sirve cultivar la agilidad y la fuerza si no es para atreverse? Pero la audacia que inspiras no tiene nada de la temeridad del aventurero que lo juega todo al azar. Se trata de una audacia prudente y meditada.

¡Oh Deporte, tú eres el Honor! Los títulos que confieres sólo tienen valor si se adquieren con absoluta lealtad y perfecto desinterés. Si alguien consigue engañar a sus compañeros por  cualquier método inconfesable, sufrirá las consecuencias en el fondo de su alma y teme el epíteto infamante que se asociará su nombre si se descubre la trampa de la que se ha beneficiado.

¡Oh Deporte, tú eres la Fecundidad! Por vías directas y nobles, tiendes al perfeccionamiento de la raza, destruyendo los gérmenes mórbidos y enderezando a su pureza primitiva las taras que la amenazan. E inspiras al atleta el deseo de ver crecer junto a él hijos despiertos y robustos que le sucederán en la pista de deportes y ganarán gloriosos laureles.

¡Oh Deporte, tú eres el Progreso! Para servirte es necesario que el hombre se perfeccione en cuerpo y alma. Le impones la observancia de una higiene superior y le exiges que se guarde de cualquier exceso. Le enseñas las sabias reglas que infundirán a su esfuerzo la máxima intensidad sin comprometer el equilibrio de la salud.

¡Oh Deporte, tú eres la Paz! Estableces relaciones amistosas entre los pueblos, acercándolos en el culto de la fuerza controlada, organizada y dueña de sí misma. A través de ti, la juventud del mundo aprende a respetarse y, de este modo, la diversidad de las virtudes nacionales se convierte en fuente de una emulación generosa y pacífica.

Oda al deporte, 1912

Durántez

CONRADO DURÁNTEZ

Presidente de Honor del Comité Internacional Pierre de Coubertin

La práctica deportiva generalizada y la llamada a la competición dentro de un plano igualitario de derechos han sido una conquista moderna conseguida tras muchos avatares históricos. El mundo griego con su peculiar estructura social impedía el uso de las prácticas gimnásticas a grandes masas de población carentes de la plenitud de derechos civiles. El reflejo de tales condicionantes hallaba especial significado en los Juegos de Olimpia, en los que, previamente a los lances agonales los participantes, por la vía del Juramente Olímpico, atestiguaban su condición de ser “griegos y hombres libres”. Al margen de tales requisitos de base, la progresiva especialización en los diversos concursos agonales, hizo que paulatinamente a los grandes encuentros panhelénicos, asistiesen los ciudadanos que una desahogada vida social les permitía medios y tiempo suficiente para el asiduo y cotidiano entrenamiento. Lejos están pues, las proezas de Glauco de Caristo, que siendo labrador, vence en los Juegos Olímpicos pese a su rudimentaria técnica boxística.

Es por ello que la conquista del igualitarismo democrático como derecho a la práctica y competición deportiva es fundamentalmente, como se dijo, un logro reciente. Han de ser pedagogos y educadores los que recabarán la práctica gimnasial como elemento formador del individuo y Francisco de Amoros y Ondeano, marqués de Sotelo, (1767-1848) en España, Per Henrik Ling (1776-1839) en Suecia y Federico Luis Jhan (1778-1852) en Alemania propician el ambiente internacional, como antesala histórica a la revolución cultural que Pierre de Coubertin provoca.

Coubertin es un hombre de talante culto y refinado perteneciente a la elite social de su tiempo. Pero sobre todo y por encima de todo, Pierre de Coubertin es un educador. Y de ahí que su visión del deporte como un derecho del hombre y el código filosófico con el que ha de dotar al olimpismo por él restaurado estén profundamente impregnados de una esencia de democrático igualitarismo.

Un record deportivo –diría en 1920– es un límite al que el hombre llega mediante la colaboración de las fuerzas con que le ha dotado la naturaleza, y las que él mismo con la energía de su carácter ha desarrollado. Su situación social, el apellido o la fortuna que haya heredado de sus padres no influyen en esto para nada. El hecho de que sea príncipe o artesano no le hace elevarse ni un palmo más en el salto, ni aumentará en cincuenta centímetros la longitud del trayecto, que corredor a pie, nadador, o remero pueda realizar en un tiempo dado.

Sesenta años más tarde, Cagigal ha de seguir la misma senda valorativa sobre las connotaciones democráticas del deporte. En el terreno de juego –razonaba– enfundados todos en sus vestimentas deportivas, no hay hijo de nadie, ni pertenencia familiar económicamente poderosa o humilde, durante las jugadas interesa cómo juega cada uno, cómo cumple cada uno su rol… y es que el que mejor juega no tiene por qué ser el mejor hombre; No es conducta de transpolación; es simplemente el mejor en esa facte concreta de la conducta humana.

El Movimiento Olímpico moderno y su filosofía (19 de julio de 2015)

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