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La Revista

El lado B de Alberdi

El inspirador de la Constitución Nacional fue uno de los más notables liberales de nuestro país en el siglo XIX. Luego de la derrota de Rosas en Caseros, se enfrentó con Sarmiento y Mitre. La historia oficial prefiere olvidar su polémica con el padre de la educación pública y sus críticas al mitrismo.

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CyC 2329 mayo 2017 Nota de tapa

Por Felipe Pigna. Juan Bautista Alberdi nació en Tucumán el 29 de agosto de 1810. En 1816, mientras iniciaba sus sesiones el Congreso de Tucumán, ingresaba a la escuela primaria. A los 14 años llegó a Buenos Aires y comenzó a estudiar en el Colegio de Ciencias Morales. Como no se llevaba bien con el medieval régimen disciplinario, que incluía encierros y castigos corporales, logró que su hermano Felipe lo sacara de allí. Mientras trabajaba como empleado en una tienda, leía apasionadamente a Rousseau y Las ruinas de Palmira, de Volney, estudiaba música, componía y daba conciertos de guitarra, flauta y piano para sus amigos. En 1831, retomó sus estudios en la carrera de Leyes pero no abandonó sus gustos musicales y, en 1832, escribió El espíritu de la música; a la capacidad de todo el mundo y Ensayo sobre un método nuevo para aprender a tocar el piano con la mayor facilidad. Luego se trasladó a Córdoba, donde pudo recibirse de bachiller en Leyes.

En 1834 regresó a su provincia y escribió Memoria descriptiva de Tucumán. Su hermano Felipe se había convertido en un colaborador cercano del gobernador tucumano Alejandro Heredia y le solicitó una carta de recomendación para que Juan Bautista pudiera presentarla a alguna personalidad influyente de Buenos Aires. A poco de llegar a Buenos Aires, Alberdi se dirigió a la dirección indicada y allí lo esperaba el amigo de Heredia, a quien le entregó la carta. Juan Facundo Quiroga leyó el escrito, y le dijo al joven tucumano que más que estudiar en Buenos Aires le convendría hacerlo en los Estados Unidos y que él estaba dispuesto a pagar todos los gastos. Alberdi se entusiasmó con la idea pero desistió cuando estaba a punto de zarpar. Pocos días después, en febrero de 1835, Facundo Quiroga murió asesinado en Barranca Yaco, Córdoba, y Rosas asumió por segunda vez la gobernación de Buenos Aires, esta vez con la suma del poder público.

 

Los del 37

Ya desde 1832 un grupo de jóvenes intelectuales venía reuniéndose en la librería de Marcos Sastre. Alberdi se incorporó a este grupo, compuesto, entre otros, por Juan María Gutiérrez y Esteban Echeverría, que fundó el 23 de agosto de 1835 el Salón Literario, un verdadero centro cultural y de difusión de las nuevas ideas políticas, vinculadas al romanticismo europeo. Por entonces Alberdi alquilaba una habitación junto a Juan María Gutiérrez en la casa de Mariquita Sánchez de Thompson. Allí, en el mismo piano en el que se interpretó por primera vez el Himno, Alberdi componía sus “Minués argentinos”.

En 1837 publicó una de sus obras más importantes, Fragmento preliminar al estudio del derecho, donde hacía un diagnóstico de la situación nacional y sus posibles soluciones. De ese mismo año data la publicación de La Moda, un “gacetín semanal de música, poesía, literatura y costumbres”. Aparecieron 23 números y, en sus artículos, Alberdi, que firmaba bajo el seudónimo de “Figarillo”, intentaba burlar la censura del rosismo y dejaba deslizar frases como esta: “Los clamores cotidianos de la tiranía no podrán contra los progresos fatales de la libertad”.

Junto a Esteban Echeverría y Juan María Gutiérrez fundó la Asociación de la Joven Generación Argentina, siguiendo el modelo de las asociaciones románticas y revolucionarias de Europa. Este grupo de intelectuales pasó a la historia como la Generación del 37. La mazorca comenzó a vigilarlos de cerca y a perseguirlos. Alberdi llegó a Montevideo en noviembre de 1838 y colaboró en publicaciones como El Grito Argentino y Muera Rosas. De ese período es también su obra de teatro La Revolución de Mayo. Colaboró con Lavalle en su campaña contra Rosas con apoyo francés.

Finalmente, en 1840 obtuvo su ansiado título de abogado y escribió Ideas para presidir a la confección del curso de filosofía contemporánea en el Colegio de Humanidades. Tras la derrota de Lavalle, escribió El gigante Amapolas y sus formidables enemigos, una sátira sobre Rosas y los caudillos de la guerra civil.

En mayo de 1843 partió con Juan María Gutiérrez en viaje iniciático hacia Europa. Recorrió Génova, Turín, Ginebra y París, la meca de todos los románticos de la época. Llegó en septiembre y visitó al general San Martín, con quien mantuvo dos prolongadas entrevistas (ver aparte). Quedó muy impresionado por la sencillez y la vitalidad del viejo general, que lo abrumó con preguntas sobre la patria.

A fines de aquel año decidió, como Sarmiento, radicarse en Chile. En un artículo publicado en El Comercio de Valparaíso, referido a la anexión de medio territorio mexicano por la que ya empezaba a autodenominarse “la mayor democracia del mundo”, escribió: “Los Estados Unidos no pelean por glorias ni laureles, pelean por ventajas, buscan mercados y quieren espacio en el Sur. El principio político de los Estados Unidos es expansivo y conquistador”.

Cuando se produjo el bloqueo anglofrancés en 1845 fue muy crítico de sus compatriotas que se sumaron al enemigo por su enemistad con Rosas. Fue entonces cuando escribió:

“En el suelo extranjero en que resido (…) beso con amor los colores argentinos y me siento vano al verlos más ufanos y dignos que nunca. Guarden sus lágrimas los generosos llorones de nuestras desgracias: aunque opuesto a Rosas como hombre de partido, he dicho que escribo con colores argentino (…) No me ciega tanto el amor de partido para no conocer lo que es Rosas bajo ciertos aspectos. Sé, por ejemplo, que Simón Bolívar no ocupó tanto el mundo con su nombre como el actual gobernador de Buenos Aires; sé que el nombre de Washington es adorado en el mundo pero no más conocido que el de Rosas; sería necesario no ser argentino para desconocer la verdad de estos hechos y no envanecerse de ellos”.

(sigue en la edición impresa)

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