El contexto político de la década de 1960 estuvo marcado por la figura del General Juan Perón, quien desde España se convertiría en un problema para todos los que pretendían una Argentina sin justicialismo.
lunes 30 de abril de 2018 | 12:02 PM |Por Fernando Amato. Después del golpe militar que interrumpió el orden democrático en 1955, el gran dilema político que sobrevoló durante la década de 1960 fue qué hacer con Juan Domingo Perón. A pesar de declarárselo “tirano prófugo”, de las proscripciones, del exilio, de la soledad en Panamá y Madrid, el peronismo seguía siendo la fuerza política más poderosa de la Argentina. Perón se convirtió en un problema irresoluble para los militares, pero también para los radicales, la izquierda y hasta para el propio peronismo. Habían logrado prohibir al Partido Justicialista y todos sus emblemas pero no podían doblegar al peronismo.
La huelga en el frigorífico Lisandro de la Torre, iniciada el 15 de enero de 1959, fue el punto de partida de lo que se conoció como la Resistencia Peronista. Anárquica, popular, pero, sin embargo, avalada y fomentada por el propio Perón, fue el germen de los movimientos armados en la Argentina. Otros peronistas, comandados por Augusto Vandor, líder de la Unión Obrera Metalúrgica, buscaban un movimiento dócil de buen diálogo con los poderes de turno, incluidos los militares que lo habían derrocado. Por entonces, el radical Arturo Frondizi había llegado al gobierno gracias a un pacto con Perón. Pero en cuanto comenzó a gobernar se desdijo de todos sus planes nacionalistas y desarrollistas para llevar adelante uno liberal en lo económico (de la mano de Álvaro Alsogaray y Roberto Alemann) y un desconocimiento del peronismo en lo político. Una de sus primeras medidas, por la presión de los sectores militares, fue la sanción del decreto secreto 9.880/58, del 14 de noviembre de 1958, que creó el Plan Conintes. Permitía al presidente decretar el “estado de Conmoción Interna del Estado” (Conintes), restrigiendo los derechos y militarizando la represión. La poca popularidad de Frondizi cayó en picada cuando, en 1961, Perón le retiró su apoyo definitivamente. Cuando su fuerza era casi inexistente, levantó la proscripción del peronismo para los comicios de 1962, pero ya era demasiado tarde para él. Y a pesar de las restricciones impuestas, el peronismo ganó esas elecciones en varias provincias. A esto se sumó el episodio del encuentro con Ernesto “Che” Guevara, que terminó por impulsar el golpe palaciego en su contra. (Podríamos declararnos precursores en la destitución de presidentes por trapisondas políticas, para envidia
de Brasil.)
FRAMINI-ANGLADA, PERÓN EN LA ROSADA
Un protagonista fundamental por esos años fue Andrés Framini, dirigente de la Asociación Obrera Textil. Representante de Perón en los sindicatos, enfrentó el liderazgo de Vandor. En noviembre de 1960, a través de una huelga general, logró que Frondizi reconociera a la conducción de la CGT. Para junio de 1962, impulsado por Framini, se reunió un Plenario Nacional de las 62 Organizaciones en la localidad cordobesa de Huerta Grande, para elaborar un programa de acción a favor de los trabajadores que incluía “nacionalizar todos los bancos (…) y sectores claves de la economía”, “control estatal del comercio exterior”, “expropiación a la oligarquía terrateniente” y “control obrero sobre la producción”, entre otras reivindicaciones. Desde entonces, la guerra con Vandor fue total a pesar de que compartían el Comando Táctico Peronista, instancia clandestina que integraban también John William Cooke, Delia Parodi y María Granata. Por ese entonces, el poder de Perón desde Puerta de Hierro se encontraba debilitado y, por eso, Vandor se animó a impulsar el “peronismo sin Perón”.
A fines de 1962, el propio general anunció la fórmula Framini-Perón para la provincia de Buenos Aires. Ante la presión militar, Perón se bajó y el compañero de fórmula fue Francisco Anglada. Juntos ganaron ampliamente las elecciones. Frondizi anuló los comicios en donde había ganado el peronismo pero no pudo evitar el golpe de Estado, once días después, quedando el gobierno en manos del presidente del Senado, José María Guido. Su gobierno estuvo enmarcado en la lucha entre azules y colorados, dos facciones de las Fuerzas Armadas. La discusión era la de siempre: qué hacer con el peronismo. Los azules querían un acceso limitado a algunos dirigentes peronistas con el fin de lograr la normalización institucional y, al mismo tiempo, combatir a los grupos de extrema izquierda. Los colorados, por su parte, equiparaban al peronismo con el comunismo y abogaban por erradicarlo completamente. La discusión se saldó en el enfrentamiento de abril de 1963, con un total de 24 muertos y 87 heridos en ambos bandos. Tras rendición del comando colorado, el presidente Guido designó al general de brigada Juan Carlos Onganía como comandante en jefe del Ejército. (Años después, el 28 de junio de 1966, el teniente general Pascual Pistarini, quien contaba además con el apoyo de Julio Alsogaray, derrocaría al entonces presidente Arturo Illia, que sería reemplazado por Onganía.)
En octubre de 1963 llegó a la presidencia otro radical, Arturo Illia, pero esta vez con la proscripción total del peronismo. Surgió como un gobierno débil a pesar de algunas medidas populares, como la cancelación de los entreguistas contratos petroleros de Frondizi o el enfrentamiento con los laboratorios de medicamentos.
El 13 de agosto de 1964 se llevó a cabo un atentado contra el ex presidente Frondizi en la sede porteña de la Sociedad Gallega. Los frondizistas trataron de sacar ventaja culpando al gobierno de Illia, dentro de su enfrentamiento en la interna radical. Pero lo cierto es que entre los participantes estuvo Dardo Cabo, que por ese entonces militaba en el vandorista Movimiento Nueva Argentina (MNA), que pretendía ser la contracara del Movimiento Revolucionario Peronista (MRP) que el propio Perón había encargado a Framini.
Para diciembre de 1964, Perón decidió volver al país para tratar de levantar su alicaída imagen, pero el gobierno de Illia, a través de su ministro del Interior, Miguel Ángel Zavala Ortiz, logró que Brasil impidiera su llegada a la Argentina. Para entonces estaba prevista una fuerte movilización del aparato vandorista que forzara a los radicales a aceptar la llegada del líder justicialista, pero eso nunca ocurrió. La interna sindical se agudizó y Framini, junto a Olmos, Alonso y otros, formaron las 62 Organizaciones de Pie Junto a Perón para diferenciarse del vandorismo.
Con el golpe militar de Juan Carlos Onganía, Juan Perón llamó a “desensillar hasta que aclare” como una orden para detener la lucha de la Resistencia Peronista. Pero aclaró rápido. Ante la primera manifestación, el gobierno militar reprimió ferozmente y el peronismo volvió a la lucha. Así se llegó a la Noche de los Bastones Largos, en la que cientos de profesores y científicos abandonaron nuestras universidades. También se instauró una fuerte censura impulsada por sus aliados de la Iglesia católica. La Revolución Argentina instrumentó una política económica diseñada por su ministro de Economía, Adalbert Krieger Vasena, quien combatió la inflación congelando salarios y devaluando un 40 por ciento la moneda. El único apartado a la receta liberal fue el incremento de la obra pública, pero la situación no mejoraba (cualquier similitud con la actualidad no es mera coincidencia). En mayo de 1969 estalló el Cordobazo y un mes más tarde renunciaba el gabinete en pleno. El secuestro y muerte de Pedro Eugenio Aramburu por parte de Montoneros, el 1 de junio de 1970, marcó el fin político de una década que daría paso a la lucha de las organizaciones armadas que finalmente lograrían el regreso de Perón al poder en 1973.