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La Revista

El enigma Brasil

En un escenario que se destaca por la falta de liderazgos políticos para suceder al gran Lula, las presidenciales de octubre definirán un rumbo para el país (continuidad o neoliberalismo) y para la región.

Por Telma Luzzani
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Los comicios presidenciales del 3 de octubre ya tienen un lugar destacado en la historia democrática de Brasil.
El primer hecho extraordinario es que, como en las últimas elecciones de la Argentina, no hay una sino dos mujeres entre los tres principales candidatos a ocupar, en 2011, el Palacio del Planalto. Se trata de Dilma Rousseff, del oficialista Partido de los Trabajadores (PT), primera en las encuestas con el 40 por ciento de respaldo, y Marina Silva, del Partido Verde, que ocupa el tercer lugar en la preferencia del electorado con un 9 por ciento de seguidores. Entre ellas, el candidato del Partido Social Demócrata Brasileño (Psdb), José Serra, un hombre con una amplia trayectoria política, cuenta con un 35 por ciento de apoyo. Estas cifras fueron difundidas a fines de junio por la consultora Ibope, a pedido de la Confederación Nacional de la Industria, cámara empresarial que, con la Federación de Industrias del Estado de San Pablo, representa a las más poderosas compañías de Brasil.
El otro suceso sin precedentes se llama Luiz Inácio “Lula” da Silva. Quien gane tendrá el abrumador desafío de suceder a un hombre excepcional. Lula ha batido todos los récords: es el primer obrero en llegar a la presidencia brasileña, se va con la más alta popularidad jamás alcanzada en ese cargo y deja un Brasil no sólo más igualitario sino con una presencia en la arena internacional nunca antes vista.
Estas elecciones son además importantísimas para Sudamérica. La sintonía de los presidentes Cristina Fernández (Argentina), Hugo Chávez (Venezuela), Rafael Correa (Ecuador), Evo Morales (Bolivia), Lula y la ex presidenta de Chile Michelle Bachelet permitieron alcanzar los hitos más relevantes a nivel regional de los últimos dos siglos. La creación de instituciones como la Unasur o el Consejo de Defensa Sudamericano (recordemos la importancia de estos organismos para frenar el golpe de Estado contra Evo Morales en 2008); el afianzamiento de la integración y la políticas comunes que permitieron sortear la dura crisis internacional de 2009 son algunos de esos logros. Un cambio en el rumbo político de Brasil afectaría mucho el futuro de los objetivos regionales.
Por eso, terminado el Campeonato Mundial de Fútbol y a menos de tres meses de esas elecciones decisivas, la campaña proselitista en Brasil se pondrá al rojo vivo.
Nadie duda de que el duelo electoral será entre la “candidata de Lula”, como se llama a Rousseff, y el ex gobernador de San Pablo, José Serra, apadrinado por el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, el gran impulsor del neoliberalismo en Brasil.
Estos respaldos revelan al menos dos cosas. La primera: la falta de liderazgos políticos de Brasil (un mal que aqueja hoy a todo el planeta). Serra ha perdido las elecciones de 2002 frente a Lula y carece del carisma necesario para brillar por sí solo. Cardoso acude en su ayuda. Lo mismo sucede con Rousseff, una mujer brillante pero muy poco conocida, que disputa por primera vez un cargo en elecciones. La popularidad actual de la candidata es un “efecto derrame” que Lula viene construyendo día tras día. El líder del PT llegó a decir, medio en broma medio en serio: “Desde ahora me voy a llamar Dilma Rousseff”, para garantizar que su popularidad se traduzca en votos. A fines de junio, Dilma reforzó esa misma idea: “Si gano voy a pedir a Lula que me aconseje en las reformas. Tengo una relación muy fuerte con él”.

 

DOS PAÍSES, DOS REGIONES
En segundo lugar, el padrinazgo de Lula y Cardoso revela, claramente, los dos modelos de país que están en juego en los comicios del 3 de octubre.
“Estas elecciones van a definir si los ocho años de gobierno de Lula fueron apenas un paréntesis”, reflexiona el sociólogo brasileño Emir Sader al sopesar todos los desafíos que enfrenta el país. “Una diferencia importante es que para el gobierno de Cardoso la distribución de la riqueza era el resultado mecánico de la estabilidad monetaria: si se controlaba la inflación supuestamente se recuperaría la capacidad de compra de los salarios. En el modelo de Lula, en cambio, las políticas sociales tuvieron un papel rector. No separó el crecimiento económico de la distribución de la riqueza. Recuperó la capacidad del Estado para promover desarrollo (algo abolido por Cardoso) y extendió el mercado interno de consumo de masas.”
Con Lula, recuerdan sus seguidores, cerca de 50 millones de personas (un cuarto de la población de Brasil) mejoraron sustancialmente su calidad de vida. Con planes sociales como la “beca familiar” (“Bolsa Familia”) unas 20 millones de personas salieron de la pobreza y otros 31 millones ascendieron en la escala social. Este fenómeno se registró en el norte y nordeste brasileños, las zonas más pobres del país. Un informe de la Fundación Getúlio Vargas indica que de 2002 a 2008 inclusive tres millones de brasileños se incorporaron a la clase media y, por primera vez en la historia de Brasil, esa clase alcanza el 51,85 por ciento, es decir, supera la mitad de la población económicamente activa.
También está en juego, explica Sader, “la continuidad de la integración sudamericana y las alianzas que Lula estableció con otras potencias emergentes como China, India y Sudáfrica”. Hoy China es el primer socio comercial de Brasil, Sudamérica el segundo y EE.UU. el tercero.
Si triunfa el candidato del Psdb, el Mercosur y la política exterior de Brasil sufrirán un giro drástico. En declaraciones a la prensa, Serra elogió, sin nombrarla, los postulados del Área de Libre Comercio de las Américas (Alca), organismo que parecía haber sido enterrado en 2005, en la cumbre de Mar del Plata. “El Mercosur tiene que ser reformado. Hay que fortalecer el libre comercio”, dijo el candidato, sin ahorrar críticas al organismo regional.
En consonancia con la Casa Blanca, Serra ha criticado reiteradamente al presidente venezolano Hugo Chávez por “meterse en asuntos de otros países, algo que Brasil no puede apoyar de ninguna manera”, y a la política de Lula en relación con Irán. Como Serra, también los grandes medios de comunicación de Brasil fustigan a diario y sin descanso la política exterior de Lula. Le piden mayor cercanía a EE.UU. y no perdonan su autonomía. El periodismo del establishment ha llamado a Lula “arrogante”, “megalómano”, “simple” y hasta “imbécil” por la decisión de mediar con el presidente de Irán Mahmud Ahmadinejad en un tema tan complejo como el del enriquecimiento de uranio y el derecho iraní al desarrollo nuclear.
“El apoyo al programa nuclear iraní es el error más grande que Brasil haya cometido en el ámbito internacional. Sólo la vanidad de Lula gana con ese error. Desafía a EE.UU. y a Europa, convirtiéndose en cómplice de Irán”, afirmó la revista Veja, una de las más opositoras al gobierno. Donde una gran parte del mundo ve a un gran estadista y políticas exitosas, los grandes medios brasileños ven fracasos y desaciertos.
En su juventud los dos candidatos fueron perseguidos por la dictadura. Serra (68) estuvo exiliado en Chile. Rousseff (62) se unió a la lucha armada contra los militares, fue presa y torturada. Por su abnegación y energía la llamaban en aquel entonces “la Juana de Arco” del movimiento guerrillero. El tiempo ha pasado y hoy pelean por la continuidad o la vuelta al neoliberalismo en Brasil.
En cuanto a Lula va a dejar el Palacio del Planalto el 31 de diciembre de este año. En una entrevista publicada en el diario británico The Economist confesó: “Después de dejar la presidencia, quiero continuar contribuyendo a mejorar la calidad de vida de las personas. A nivel internacional pretendo concentrar mi atención en iniciativas que beneficien a América latina, al Caribe y al continente africano”. Va a ser raro para Lula abandonar la lucha política: estas van a ser la primeras elecciones desde 1985 en que su nombre no va a figurar en ninguna boleta electoral.

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