Por Felipe Pigna. Director General
El humor político tiene en nuestro país una larga historia. Una de las primeras publicaciones fue El Despertador Teofilantrópico, dirigido por el padre Francisco de Paula Castañeda durante la década de 1820. Desde esas páginas denunció la indiferencia ante la muerte en la soledad y la pobreza de Manuel Belgrano y atacó sin cuartel a Bernardino Rivadavia. Castañeda continuó con El Desengañador Gauchi-político y María Retazos. Hubo algunas expresiones que duraron en la época de Rosas hasta que la censura dio cuenta de ellas, como El Grito Argentino, que incluía caricaturas e ilustraciones contrarias al Restaurador. Tras la caída de don Juan Manuel en 1852, hubo una avalancha de publicaciones satíricas, como El Porvenir, El Trueno, El Diablo en Buenos Aires, El Chismoso, El Chimborazo y La Bruja Duende. Pero hubo un verdadero hito en la historia del humor gráfico político con la aparición, el 24 de mayo de 1863, de El Mosquito, que fue implacable con el hombre más fuerte de la política nacional, el flamante presidente Bartolomé Mitre, y lo sería con los sucesivos gobernantes, hasta su desaparición en 1893, bajo la dirección de Stein. Tomará la posta cinco años después nuestra Caras y Caretas, que durante más de cuarenta años incomodaría a los políticos de todos los sectores e ideologías con sus dos tapas emblemáticas, la color y la blanco y negro, muchas de ellas ilustradas por Cao, Mayol y Giménez. En 1904, apareció un competidor que imitó el formato y el estilo de Caras y Caretas: su título fue PBT y su subtítulo “Semanario infantil”, aunque no era precisamente una revista para niños. En los años 20 y 30 el célebre diario Crítica de Natalio Botana supo contar con excelentes humoristas gráficos, como José María Cao y Manuel Silva, pero el más destacado de ellos fue Diógenes Taborda, más conocido como el Mono Taborda. También hacía humor político a su manera el querido Roberto Arlt desde sus aguafuertes porteñas en las páginas del diario El Mundo. Merece una mención especial el taquígrafo del Congreso y dibujante Ramón Columba, que en 1922 fundó su propia editorial y la revista Páginas de Columba, que se ha convertido en un documento gráfico imprescindible para conocer la intimidad del Poder Legislativo de entonces. En 1941 apareció Cascabel, dirigida por Emilio Villalba Welsh. En sus páginas brillaba Lino Palacio bajo el seudónimo de Flax, que historió gráficamente la Segunda Guerra Mundial. Por aquellos años apareció Rico Tipo, de la que sobre todo se recuerdan sus célebres chicas y los dibujos de Buenos Aires en camiseta a cargo de Alejandro del Prado, Calé. Los años 50 trajeron nuevos personajes que hablaban desde las páginas de La Razón gracias al humor de Lino Palacio y su hijo Jorge (Faruk), como Ramona, Don Fulgencio y Avivato. En 1957 aparecerá Tía Vicenta, dirigida por Landrú!, que inquietará a la Libertadora con sus caricaturas del almirante Rojas y se solazará con la nariz del presidente Frondizi. Pero su época más célebre transcurrió en los años de Illia con la célebre tortuga. El presidente se reía de los dibujos de Landrú! y hasta lo invitó a cenar a Olivos. No tuvo la misma actitud el golpista general Onganía, que ante la primera tapa de Tía Vicenta que lo mostraba como una morsa decidió clausurarla. Por esos años una niñita comenzó a enamorar a sus lectores desde las páginas de Siete Días: se llamaba Mafalda y de la mano de su papá, Joaquín Lavado, Quino, ayudó a reflexionar sobre la política nacional y mundial a varias generaciones. A comienzos de los 70, desde Córdoba, Hortensia, dirigida por Cognini, nacionalizó el humor cordobés y dio a conocer el ingenio del rosarino Roberto Fontanarrosa. Por esos años apareció Satiricón, dirigida por Oskar Blotta, clave para ilustrar gráficamente los años que van del dictador Lanusse a la última dictadura. Tras su clausura, algunos de sus dibujantes y columnistas fundarán El Ratón de Occidente y Chaupinela, hasta que en 1978 apareció la gran revista Hum®, dirigida por Andrés Cascioli. Con un staff de lujo marcó una época y se convirtió en el medio opositor a la dictadura por excelencia. En la televisión, el humor político tuvo en Tato Bores a su estrella por excelencia con sus monólogos y sus sketchs surrealistas. La tuerca, Telecómicos y Matrimonios y algo más marcaron los años 60. A fines de la década, La peluquería de Fidel, con Fidel Pintos, y Polémica en el bar, ambos con libretos de los hermanos Sofovich, serán hitos de nuestra televisión junto a los programas de Alberto Olmedo. Los años 90 tuvieron a De la cabeza y Cha cha cha con Alfredo Casero y un equipo surgido del under porteño, que será la antesala del último sobreviviente de este género maravilloso, Diego Capusotto. Finalmente, el humor pasa hoy fuertemente por las redes y tiene en Eameo y sus memes un exponente que hace honor a esta larga historia. Este número de Caras y Caretas quiere honrar esta noble tradición nacional.