Siempre en la agenda gubernamental, el tema Malvinas adquirió un nuevo cariz cuando el Reino Unido envió una plataforma para explorar las aguas lindantes con el archipiélago. Sin embargo, el interés británico por los recursos hidrocarburíferos de las islas no es nuevo.
jueves 11 de julio de 2013 | 3:41 PM |Dos siglos después de las dos primeras estocadas en el Río de la Plata, y a 177 años de la usurpación de las Malvinas, una nueva avanzada inglesa acaba de iniciar su atropellada. Y, por lo visto, el aceite hirviendo no podrá evitarla. La guerra por los recursos energéticos acaba de trasladarse al Atlántico Sur luego de que la corona británica desplegara sus amenazas, con desafíos de guerra que sonaron en inglés –submarinos atómicos incluidos–, y un laborista Gordon Brown disfrazándose de la conservadora Margaret Thatcher, pero contra la democracia argentina. La cuarta invasión inglesa ha comenzado. Y, esta vez, llegó con olor a petróleo.
“Hemos aprendido mucho sobre la geología del sistema de petróleo de las Malvinas por las investigaciones que realizamos en las últimas décadas. Estamos en condiciones de afirmar que el suelo rocoso del mar de la base norte de las islas podría ser capaz de generar 60 billones de barriles de petróleo.” El documento titulado “La ciencia detrás de la exploración petrolera en las Malvinas” fue publicado el año último por la British Geological Survey, el principal organismo británico de análisis sobre recursos energéticos, y representó el puntapié inicial para confirmar algo que se especulaba desde hacía un lustro: el lecho submarino de las islas podría esconder grandes reservas de petróleo. Gran Bretaña decidió entonces jugar fuerte para conseguir su propio Irak, pero muy lejos del Golfo Pérsico.
A pesar del aparente traspié y el aviso de Londres de que el petróleo encontrado en las islas “no es comercialmente viable” –algo que debería ser confirmado por la Argentina–, el plan que proyectó la exploración de petróleo en las Malvinas se gestó a mediados de los 70. El objetivo de encontrar crudo en el Atlántico Sur nació como un correlato de los conflictos en Medio Oriente: el mundo occidental estaba iniciando una transición hace cuatro décadas, luego de que las naciones árabes empezaran a preguntarse por qué vendían petróleo barato a Estados Unidos, si era el mismo Washington el que armaba a Israel para que atacara a sus vecinos.
Fue en paralelo a la consolidación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep), que amenazaba triplicar el precio del crudo, y luego del embargo petrolero de 1973 de las naciones árabes a las potencias occidentales –tras la guerra de Yom Kippur, que enfrentó a Israel con Egipto y Siria–, cuando Londres recordó que a 14.000 kilómetros del Palacio de Buckingham existía un pequeño territorio insular habitado por un puñado de olvidados súbditos y un rebaño de congeladas ovejas. Un enclave colonial que quizá podría, soñaron los ingleses, aportar unos cuantos barriles de petróleo.