A lo largo de nuestra historia, nacionalistas y liberales pelearon por imponer sus ideas. Lo que representan.
viernes 7 de agosto de 2015 | 12:42 PM |Por Fernando Amato.
El pensamiento único sólo se logra bajo regímenes autoritarios. A los garrotazos o a los tiros. En cambio, la cultura política se robustece en el debate, en la confrontación de ideas. En la discusión de modelos, de estilos de vida, de idiosincrasias, en fin, de ideologías. Y la democracia es la mejor forma de salvar esas diferencias respetando la soberanía popular. Por desgracia, en nuestra historia, recién estamos aprendiendo a tolerar esas distancias. Hasta 1983, conservadores y revolucionarios daban mayor valor a la fuerza de las armas y la imposición que al sometimiento al mandato del pueblo.
Cuenta Hernán Brienza en el epílogo de su libro El loco Dorrego que cierta vez se puso a debatir con un colega sobre el inicio de la violencia política en la Argentina. Que se había iniciado con el asesinato de Pedro Eugenio Aramburu en manos de Montoneros, sostenía el colega. Que fue culpa del bombardeo a Plaza de Mayo en 1955 y de los asesinatos de José León Suárez en 1956, replicó Brienza. Pero el gobierno de Perón era autoritario. Pero peor fue el fraude patriótico. Ambos casi coinciden en que la génesis fue el golpe militar de 1930. Pero enseguida surgieron los crímenes por las huelgas en la Patagonia, la Semana Trágica, las revoluciones radicales, unitarios y federales y así llegaron al fusilamiento de Manuel Dorrego. Relata Brienza que ambos coincidieron en que “en esa fecha comienza la larga guerra civil que divide a los argentinos”. Más allá del debate por la violencia política, es claro que nuestro país siempre estuvo divido por dos modelos.
“La historia argentina está trazada por encadenamientos político-culturales que, como con perfidia la definieron Agüero y luego Sarmiento, se puede dividir en ‘civilización y barbarie’, en ‘ilustración y salvajismo’ o, en términos menos pasionales y menos manipuladores, en una línea liberal –la denominada por Jauretche ‘Mayo-Caseros’– y una línea nacional y popular”, concluye Brienza. Y coincidimos. Desde entonces y hasta hoy, los dos patrones –con diferentes tácticas, estrategias y nombres– vienen disputando la hegemonía política. El diputado del Movimiento Evita, Fernando “Chino” Navarro, plantea algo históricamente similar: “Todas las expresiones populares desde el 25 de Mayo de 1810 hasta hoy, siempre se han conformado con base en la pluralidad de sectores diferentes, con miradas y origen social distintos. En la Revolución de Mayo, un grupo de patriotas, de hombres de derecho, del comercio, la intelectualidad, etcétera, tenían en claro que debían independizarse, pero había distintos matices en las formas de gobierno: esos matices, sin embargo, no impidieron aquella independencia. Y todo eso se fue trasladando hasta hoy, como la coalición que formó Rosas, el peronismo y el kirchnerismo”.
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