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La Revista

Argentina pionera

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Por Felipe Pigna. Director General

Aunque pocos lo recuerden, la Argentina fue fundadora del Comité Olímpico Internacional en 1894, y contó con un miembro, José Benjamín Zubair, en el Consejo Ejecutivo. En 1889, el gobierno de Miguel Juárez Celman había enviado a Zubair como representante a la Exposición Universal de París. En la capital francesa, este educador argentino nacido en Paraná se interesó por la Educación Física, muy en boga entonces en Europa. Participó en el Congreso Internacional para la Propagación de los Ejercicios Físicos en la Educación, organizado por el barón Pierre de Coubertin, futuro inspirador de los Juegos Olímpicos modernos y fundador de Comité en el que Zubiaur sería invitado a participar como único representante latinoamericano. El resto de los integrantes de la institución eran de Rusia, Grecia, EE.UU., Nueva Zelanda, Francia, Suecia, Bohemia, Hungría, Inglaterra, Italia y Bélgica. Pero la presencia de un argentino en el comité no garantizaba que su país se ocupara de fomentar el deporte. De hecho, la participación argentina en los primeros Juegos Olímpicos de París de 1900 fue casi inexistente: el solitario esgrimista Francisco Camet. Lo mismo ocurriría con los de 1908 en Londres y 1920 en Amberes. Sólo a partir de 1924, para los Juegos de París, durante el gobierno de Alvear, creador del Comité Olímpico Argentino, la Argentina comenzó a mostrar representaciones dignas de ser tenidas en cuenta. Don Marcelo destinó los fondos provenientes de los billetes no cobrados de la Lotería Nacional para financiar el entrenamiento, los pasajes y la estadía de nuestros deportistas. Aquella delegación estaba integrada por 93 hombres. Desde entonces nuestro país participó de todas las Olimpíadas con excepción de las de Moscú en 1980, cuando en plena dictadura adhirió al boicot propuesto por varios países occidentales encabezados por los EE.UU. de Reagan en protesta por la invasión a Afganistán. La sorpresa de los Juegos de Los Ángeles de 1932 fueron las dos medallas de oro obtenidas en boxeo para el peso pesado Santiago Lovell y el peso pluma Carmelo Robledo. También hay que destacar la actuación del “ñandú criollo”, Carlos Zabala, ganador del maratón. En las Olimpíadas de Berlín de 1936, las de Hitler, participó por primera vez una mujer, la nadadora Jeannette Campbell, que obtendría la medalla de plata, mientras que el equipo de polo traería la de oro. Una de las delegaciones más nutridas y exitosas fue la de 1948, ya con el peronismo en el poder, lo que se repetiría en Helsinki 1952, donde nuestro país obtendría su última medalla dorada hasta 2004. Habrá un notable bajón en el impulso del deporte como política estatal a partir de 1955, lo que se vio reflejado en las Olimpíadas de Melbourne de 1956, cuando la delegación nacional estuvo compuesta sólo por 37 deportistas. El peor desempeño argentino se produjo en Montreal 1976, en plena dictadura, cuando nuestros representantes no trajeron ni una sola medalla. La gloria volvería en Atenas 2004 con una nutrida delegación de 107 deportistas, entre ellos la “generación de oro” del básquet con Ginobili a la cabeza y la selección de fútbol dirigida por Bielsa, ganadores de sendas medallas de oro. En Beijing 2008 el fútbol volvería a traer la dorada al igual que la dupla de ciclismo compuesta por Juan Curuchet y Walter Pérez. La actuación en Londres 2012 fue más modesta. Se destacaron Crismanich en la categoría hasta 80 kilos de taekwondo y Las Leonas con su medalla plateada. El rápido recorrido permite ver la determinante influencia de la política estatal en materia deportiva en el desempeño de las delegaciones locales y en la creación de condiciones socioeconómicas propicias para el surgimiento de nuevos valores. El deporte necesita del estímulo y el financiamiento estatal y no puede depender de la buena voluntad o los intereses de los patrocinadores privados, no puede quedar sometido a las llamadas “reglas del mercado”.

 

 

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