No lo dijo la Justicia, pero lo gritó y lo sigue gritando el pueblo, para denunciar la represión policial que terminó con la vida del adolescente el 26 de abril de 1991.
miércoles 26 de abril de 2017 | 2:40 PM |“Cuidate, negrito. Llamame al trabajo cualquier cosa”, le había dicho su abuela, María Ramona Armas, cuando le dio algo de dinero para que Walter comprara la entrada para ver por primera vez a su banda preferida, Los Redondos de Ricota. Quería ayudarlo a pagar la entrada porque su nieto, Walter, estaba ahorrando para las cuotas del viaje de egresados. Los Bulacio eran una familia de clase media baja de Aldo Bonzi y Walter cursaba 5º año en el Colegio Nacional Bernardino Rivadavia y trabajaba como caddie en el Campo Municipal de Golf.
En su vida, como en la de cualquier adolescente, además de la música ocupaba un lugar importante el fútbol, que lo hacía sufrir por los partidos perdidos por San Lorenzo y disfrutar a fondo sus victorias, los amigos, la literatura y la gran pregunta que se hacen muchos chicos de 17 años sobre su futuro. Walter se imaginaba como un abogado e iba a inscribirse en la UBA para comenzar esa carrera.
El 19 de abril de 1991 el grupo tenía un show en el Estadio Obras pero las entradas se habían agotado, por lo que Walter se acercó a ver si podía conseguir alguna de reventa. La Policía, avalada por el poder político del menemismo, empezó una razzia injustificada, repartiendo bastonazos y lanzando gases lacrimógenos sobre los jóvenes, de los cuales 72 terminaron detenidos. A Bulacio lo trasladaron hasta la Comisaría 35º, a cargo del entonces comisario Miguel Ángel Espósito, donde permaneció detenido toda la noche sin que notificaran a sus padres ni interviniera el juez competente, tal como estipula la Ley de Patronato de Menores. Ya había sufrido golpes durante la detención, pero dentro del destacamento continuaron torturándolo durante horas, hasta que su condición fue tan delicada que los policías se vieron obligados a pedir asistencia médica.
Luego pasó por tres hospitales en cinco días de agonía, con traumatismo de craneano y otras heridas de gravedad. Pero Walter consiguió hablar: «Fue la yuta», le dijo a uno de los médicos. El 26 de abril murió.
Su asesinato fue una alarma que se encendió para que gran parte de la sociedad comprendiera la impunidad con la que continuaban actuando algunos efectivos de las Fuerzas de Seguridad en plena democracia. Para reclamar la Justicia que nunca llegó se hicieron marchas, festivales y actos, que repudiaban la represión y toda forma de violencia institucional. «Yo sabía, yo sabía, a Bulacio, lo mató la Policía» es el canto que aún resuena en la memoria colectiva.
El único responsable que recibió una pena por el crimen fue el ex comisario Espósito, quien solo fue condenado a tres años de prisión en suspenso.