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La Revista

A 94 años del nacimiento del padre Enrique Angelelli

El 17 de julio de 1923 nació Enrique Angelelli en la ciudad de Córdoba y dedicó su vida a la tarea pastoral, promoviendo la organización de los más desposeídos. Cuando fue asesinado en La Rioja por la dictadura cívico militar religiosa, ya era arzobispo y defendía los conceptos de la teología de la liberación de los oprimidos. Luciano Benjamín Menéndez fue condenado por la justicia como el principal responsable de su muerte.

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Angelelli

Enrique Angelelli nació el 17 de julio de 1923 en una familia de origen italiano. Con el acuerdo de sus padres, Juan y Celina Carletti, ingresó al seminario a los 15 años y a los 24 viajó a Roma para continuar sus estudios y ya con la orden de presbítero estudió la licenciatura en Derecho Canónico en la Pontificia Universidad Gregoriana de esa misma ciudad.

Al regreso a la Argentina se convirtió en el párroco de la capilla Cristo Obrero, en Córdoba, relacionada con la Juventud Obrera Católica. A los 36 años lo nombraron obispo y luego, como arzobispo auxiliar de su provincia, trabajó en la organización de grupos de laicos comprometidos con los sectores más desposeídos de Córdoba. Del mismo modo, buscaba fomentar entre sus seminaristas el contacto permanente con la gente que vivía en los barrios más pobres.

Durante la dictadura de Juan Carlos Onganía lo castigaron con un traslado, pero él llevó consigo sus prácticas y apenas llegado a La Rioja se vinculó con los trabajadores más necesitados. También en esta nueva delegación apoyó la organización popular, tanto de las empleadas domésticas como de los trabajadores mineros y agrícolas. Se convirtió en una figura tan notable, a pesar de sus formas sencillas y su humildad, que sus misas dominicales llegaron a ser transmitidas por radio en la provincia.

«Vayan, llénense los pies de tierra y que la panza les quede verde de mate conversando con la gente, queriendo a la gente y descubriendo en la gente, porque en la gente está el poder, porque ése es el poder que vale, el poder que da vida, el poder del pueblo que se pone de pie, que es capaz de luchar por su libertad. La materialidad de la vida para ser libres…», fueron algunas de sus palabras, inmortalizadas en la memoria popular.

Aunque no pertenecía al Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, compartía muchos conceptos de la Teología de la liberación de los oprimidos. Esto provocó que se agravaran sus diferencias con las autoridades eclesiásticas. Y ya en 1974, la organización parapolicial Triple A puso su nombre en la lista negra y su vida empezó a correr peligro.

Tras el comienzo de la dictadura, el clima se tensionó al extremo que en varias oportunidades se vio obligado a cancelar misa por la irrupción de parapoliciales dentro de los grupos de poder locales. Además, sus transmisiones radiales fueron canceladas de inmediato.

El 18 de julio de 1976 fueron torturados y asesinados dos sacerdotes vinculados a su diócesis, Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias, en la localidad de Chamical. Al tomar conocimiento de la situación, Angelelli dispuso un viaje a la Capital Federal para hacer la denuncia. El 4 de agosto viajaba en una furgoneta junto con el cura Arturo Pinto cuando otro auto los encerró y generó un choque fatal. Fue un crimen de la dictadura planificado y calculado pero, por la enorme popularidad del obispo, los militares intentaron fingir que se trató de un accidente. Sin embargo, pinto sobrevivió y declaró que primero perdió un tiempo la conciencia pero al recuperarse vi a su compañero con heridas que parecían haber sido provocadas por golpes fuera del choque. No obstante, en plena dictadura, todo quedó en la nada.

En 1986, a tres años de la recuperación de la democracia, se investigó su muerte y el fallo en primera instancia inculpó al entonces Comandante del Tercer Cuerpo de Ejército, Luciano Benjamín Menéndez. La Ley de Punto Final impidió que se hiciera justicia hasta 2005, cuando se volvió a investigarse el crimen, ya como delito de lesa humanidad. Así fue que en 2010 quedaron imputados Menéndez, Luis Fernando Estrella y Jorge Rafael Videla, entre otros militares y policías, y los dos primeros fueron condenados a cadena perpetua en julio de 2014. Videla y Menéndez murieron apresados en cárcel común.

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