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La Revista

A 207 años de nuestra Revolución

Gracias a la organización de los criollos y a la propicias condiciones externas, el 25 de Mayo de 1810 estalló la revolución que permitió el surgimiento del primer gobierno patrio, que desconoció la autoridad del Consejo de Regencia español y detuvo el sangrado de las «venas abiertas» de nuestro pueblo.

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Estas tierras australes seguían siendo una colonia a comienzos del siglo XIX. En el norte del continente americano, los colonos se habían independizado en 1776, incentivados en parte por las demandas comerciales de otro imperio, el Británico, que buscaba nuevos mercados para vender sus productos tras la Revolución Industrial. En el Alto Perú, el descendiente de incas José Gabriel Condorcanqui tomó el nombre del último emperador, Túpac Amaru, que había sido asesinado por el virrey Francisco de Toledo, y encabezó en 1780 una rebelión de indígenas y mestizos contra el poder español. Su triste final es conocido por todos, pero la semilla de la rebelión estaba instalada en las colonias, al igual que la sembrada por el cura Miguel Hidalgo, líder del levantamiento indígena mexicano de 1810.

Sin embargo, el reino de Fernando VII no estaba dispuesto a relegar las enormes ganancias que recibía, proveniente del saqueo de nuestras tierras. Pero ante la reacción defensiva en las invasiones inglesas de 1806 y 1807, los criollos tomaron conciencia de su capacidad de organización popular, al punto que el virrey Sobremonte terminó destituido y asumió Santiago de Liniers. Aquellas milicias que arrojaron agua hirviendo sobre el enemigo, fueron la piedra basal de la Revolución. Y su detonante fue la noticia recibida el 14 de mayo de 1810: el rey de España había sido apresado por el emperador francés Napoleón Bonaparte. La ausencia de una autoridad real motivó a algunas de las personalidades más destacadas de la sociedad porteña a exigirle al entonces virrey Cisneros que convocara a un Cabildo Abierto para definir la situación política.

De un lado estaban los revolucionarios, también llamados patriotas. Los lideraba Juan José Castelli, quien junto a Mariano Moreno y Manuel Belgrano planteó que ante la ausencia del rey debían formar una junta de gobierno autónoma, integrada por criollos. Y, del otro, los realistas querían que continuara el Virreinato para conservar sus cargos jerárquicos y los beneficios del intercambio de bienes con España.

En medio de una jornada lluviosa y tras varios días de preámbulos, el 25 de mayo de 1810, el pueblo impuso su voluntad, creando la Junta Provisoria Gubernativa del Río de la Plata, que recibió la aclamación popular en la Plaza de la Victoria, actual Plaza de Mayo. Al primer organismo de gobierno patrio lo integraban Cornelio Saavedra, como presidente; Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Manuel Alberti, Domingo Matheu, Juan Larrea, como vocales; y Juan José Paso y Mariano Moreno, como secretarios. Cisneros fue obligado a presentar la renuncia.

Pero no tardó en abrirse la grieta. Mientras que Belgrano, Moreno y Castelli pugnaban por profundizar la revolución y conseguir la independencia, Saavedra y el eclesiástico cordobés conocido como Dean Funes sostenían ideas más conservadoras, que fueron las que prevalecieron, conduciendo a la Patria en un proceso más gradual hacia su completa libertad, sin permitirnos despegar de las tradiciones españolas, como la religión católica. Así fue como tras la disolución de la Primera Junta se pasó a la Junta Grande y recién en 1816 se declaró la independencia.

En este momento fundacional, también se hicieron propias algunas de las principales ideas de los mejores hombres de nuestra Patria: “Los pueblos deben estar siempre atentos a la conservación de sus intereses y derechos y no deben fiar más que de sí mismos», escribió Mariano Moreno, uno de los más nobles e iluminados.

 

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