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La Revista

De la Reforma Universitaria a la primavera camporista

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Por Felipe Pigna. Director General

El movimiento estudiantil argentino había alcanzado fama mundial en 1918 al lograr que el gobierno de Yrigoyen aprobara una Ley Universitaria que contemplaba la autonomía, el cogobierno de docentes graduados y alumnos y la libertad de cátedra. La Reforma Universitaria dio un gran impulso a los altos estudios en la Argentina y facilitó el ingreso de nuevos sectores sociales a los niveles superiores del sistema educativo antes reservados para las clases dominantes. La autonomía y el resto de las conquistas quedaron suspendidas con el golpe de 1930 y durante casi toda la Década Infame. El peronismo no se caracterizó por su buena relación con los claustros y mantuvo en sus cátedras a muchos profesores reaccionarios, defensores del viejo orden y enemigos de la Reforma. Durante el decenio peronista la relación entre el estudiantado y el gobierno fue más que conflictiva y de mutua incomprensión. El notable mejoramiento de las condiciones económicas y sociales de la población logrado por el peronismo llevó a un aumento considerable de la matrícula y modificó en sentido progresivo la participación de los sectores populares en la vida universitaria, pero las cuestiones ideológicas primaban a la hora del balance y la lectura de un estudiantado fundamentalmente de clase media que podía valorar o no los logros sociales del peronismo pero que sufría en carne propia la mala calidad académica y las persecuciones ideológicas permanentes. Quizás haya que buscar aquí la mayoritaria hostilidad de la intelectualidad y del movimiento estudiantil hacia el peronismo, que se manifestó en una clara simpatía inicial por la llamada Revolución Libertadora. Con la “normalización” de 1958 y la puesta en vigor de los postulados de la Reforma, la universidad vivió uno de sus períodos más gloriosos, que se prolongó hasta el golpe de 1966. Coincidió con el período una progresiva radicalización de la juventud argentina en el contexto del triunfo de la Revolución Cubana y la emergencia de los procesos de liberación en el Tercer Mundo. La rebelión juvenil de los 60 llegará a la Argentina y asumirá características propias, que incluirán una nueva lectura sobre el peronismo. La izquierda intelectual y universitaria discutía con fervor el peronismo y no pocos se pasaron críticamente a sus filas viendo en él la alternativa para la construcción de un socialismo nacional. Las universidades y los secundarios se convirtieron en fértiles ámbitos de acción y discusión política y se acortó cada vez más la distancia entre la intelectualidad y la realidad nacional cotidiana entendiendo que la lucha era la misma y lanzando una consigna que sonaría muy fuerte en las calles de París en mayo de 1968 y de Córdoba en mayo de 1969: “Obreros y estudiantes, unidos y adelante”. Desde entonces comenzó un período dinámico de inmersión cotidiana del estudiantado en la realidad económico-social y política del país que se manifestará en el proceso iniciado en 1973, que intentó en su primera etapa construir una universidad popular. A pesar de que el intento se vio frustrado y que ya para mediados de 1974 asolaban las facultades y los colegios los grupos paramilitares, el estudiantado siguió levantando sus banderas y obteniendo algunas últimas conquistas, como el boleto estudiantil secundario. La dictadura sería particularmente cruel con los jóvenes estudiantes y hasta algún funcionario llegó a hablar de que había “un exceso de pensamiento”. Es muy importante recordar esta gloriosa historia y tenerla presente en estos tiempos de neoliberalismo, histórico enemigo de la educación popular y de la solidaridad, palabra inexistente en el manual de recetas del FMI que llegará este mes para felicitar a sus empleados gubernamentales, inventores de la “pobreza CEO”.

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